Tierra Lejana-- Página de Hernán Maldonado




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Domingo 5 de octubre del 2008


LA EFIMERA GLORIA

Por Hernán Maldonado

En mis años de becario cooperativista, de la mano del padre Julio Tumiri Javier, escuché a uno de mis profesores recomendar a los gobernantes de cualquier parte del mundo a conducir sus países "como si fueran automóviles: siempre adelante, pero sin olvidar ver por el espejo retrovisor".

Cuántos desengaños, frustraciones y hasta lágrimas se hubieran evitado muchos de ellos si hubieran leido al sociólogo francés Gustav Lebon en su interpretación de la veleidosa conducta de las masas, ahora rebautizadas como movimientos o sectores sociales (SS) por los "socialistas" del Siglo XXI.

Cuando Carlos Andrés Pérez fue elegido presidente en Venezuela, allá por 1974, daba la impresión de que gobernaria por siempre. Tal era su popularidad que las multidudes colocaban sus ropas sobre los charcos para que "el hombre que camina" no se enfangara. Hoy, en el destierro, ni siquiera le permiten el derecho de ir a morir en su patria.

Las fotos de Víctor Paz Estenssoro reemplazaron a las imágenes religiosas en el agro boliviano en los "gloriosos" años de la Revolución Nacional, cuando (como ocurre ahora) los SS eran trasladados como reses a las ciudades para acallar cualquier intento antigubernamental o para escuchar los discursos de su líder.

Los SS ucureños ocasionaron la masacre de Terebinto en Santa Cruz. ¿No nos recuerda esto, lo que acaba de ocurrir en Pando? Aunque, claro, todavía está por investigarse porqué no prosperó el asalto de los SS masistas, quienes aparentemente fueron frenados antes de que ingresaran a Cobija. Empero, como en Terebinto, el gobierno impuso su "paz".

Víctor Paz, el hombre idolatrado quizás como ningún otro por las masas bolivianas, murió hace ocho años en su natal Tarija y su sepelio casi fue un asunto familiar, muy lejos de lo que uno podría haber imaginado apenas hace dos décadas.

En la turbulenta historia boliviana quizás el único que se fue a la tumba en olor de multitudes fue el general Hugo Barrientos, muerto en accidente aéreo. Hasta ahora tiene todos los días flores frescas en su tumba a la entrada del cementerio de Cochabamba. Los indios quechuas lo amaban porque, sin ser tal, hablaba su idioma y hasta convivía con ellos en humildes posadas.

Y en buena parte de los años 70 el dictador Hugo Bánzer Suárez se jactaba de su "pacto militar-campesino". En el agro era recibido tumultuosamente, se lo investia de poderes de jilakata, se emponchaba. Era aplaudido cuando ordenaba a sus "ponchos rojos" llevarle al Palacio de Gobierno la cabeza de los que conspiraban contra su gobierno.

Ya ni recuerdo si en su sepelio (cuando se convirtió en demócrata) estuvieron los líderes campesinos. Quizás no, porque sus SS ya se habían distanciado del general, talvez desde la masacre de Tolata.

Con Pérez, Victor Paz, Barrientos, Bánzer, cuyos gobiernos recuerdo nítidamente, los SS se movían con ingentes recursos. Cada vez que se necesitaba mostrar fuerza en la calle, ahí estaban ellos. La propaganda goebbeliana tenía un atractivo especial.

Una copia al carbón es lo que ocurre ahora con Hugo Chávez y Evo Morales. La "pasión" de los SS con éstos tiene inocultables bases crematísticas, coyunturales, y es una lástima que estos personajes no tengan espejo retrovisor.





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