La primera vez que escuché hablar de Mario "Cucho" Vargas fue al terminar unas clases de música de nuestro profesor en el Colegio Nacional Ayacucho. "Escuchen a Cucho por radio. Es relator de fútbol", nos recomendó con indisimulado orgullo don Antonio Vargas.
En mis lejanos 12 años, jamás pensaba que un día sería mi colega en el periodismo. Cuando un día coincidimos en una reunión del Círculo de Periodistas Deportivos (CPDB) casi ni me miró. Por entonces ya estaba en mis 17 años y todavía era un aprendiz. El ya era un periodista consagrado.
Del saludo protocolar jamás pasamos. Quizás pensaba que yo era un imberbe entrometido en el periodismo de la mano de don Julio Borelli, cuyos pasos yo seguía con fe de carbonero.
Estos últimos años, cuando trabé una intensa amistad con Lorenzo Carri vía Internet, pienso que el ahora fallecido colega le comentaba esos intercambios epistolares en sus gratas e inacabables charlas en el Café Alexander de la Plaza Abaroa.
En una ocasión, en la que mi nombre salió a colación, Cucho le preguntó a Carri: ¿Hernán Maldonado? ¡Ah! Ahora recuerdo, era el chico que andaba con Borelli, ¿no?
En mi libro "Tres grandes del periodismo boliviano" (Amazonas. Sept. 2012) relato pasajes de esa charla y reflejo la gratitud que Carri le tenía a Cucho por todo lo que hizo por él cuando llegó a Bolivia en 1969. Carri, estoy seguro, se fue con pena porque no pudo saludar a Cucho antes de irse.
Si algún amigo de verdad tuvo Carri mientras vivió en Bolivia, ese fue Cucho. Quizás no se lo dijo a nadie, como lo dejo patentizado en el libro, pero Cucho era para Lorenzo más que un hermano.
Esa enorme calidad humana no está descrita, pero es el fondo imprescindible en el galardón que le otorga, con todo merecimiento, la Asociación Nacional de Periodistas al declararle Premio Nacional de Periodismo 2014.
Lorenzo era muy parco para elogiar a alguien, pero en el caso de Cucho jamás dejó de sentir admiración por su trabajo como un periodista excepcional. En los extensos intercambios epistolares, Lorenzo lo único enigmático que me dijo de Cucho es: "Pudo haber hecho más, pero no quiso".
El día del velatorio de Lorenzo me encontré al salir de la funeraria con Cucho y nos abrazamos. ¡Qué tal Cucho! Soy Hernán Maldonado, el chico de Borelli, le dije. ¡Ah! Hernán, no sabía que estabas en La Paz, me dijo. El amigo se nos fue, le respondí. Eso fue todo, el ánimo no estaba para más.
Como Borelli y Lorenzo, Cucho también adiestró en la profesión a muchos periodistas en tiempos en que en Bolivia no existían escuelas de periodismo. Uno de ellos fue Mendel Urbach, el "gordito" encargado del puesto 2 en el estadio en las transmisiones de los partidos.
Cucho Vargas ha hecho una inmensa obra dentro del periodismo, no solo deportivo, y como pocos se desempeñaba con soltura tanto en el periodismo oral como en el escrito, una rara habilidad dentro de la profesión, aun a nivel internacional.
Esos méritos no pasaron desapercibidos para la Asociación de Periodistas Deportivos de América que le otorgó este mismo año el premio Abelardo Raidi, instituido por la AIPS en homenaje al colega venezolano que por décadas brilló en El Nacional de Caracas. ¡Felicitaciones, Cucho!