Lunes 25 de noviembre del 2002
CRISIS DE LIDERAZGO POLITICO LATINOAMERICANO
Por
Hernán Maldonado
Las dictaduras militares que florecieron en el continente en los años 60 no sólo acentuaron los males en la mayor parte de nuestros países sino que la dejaron sin liderazgo político.
El terror desatado llegó a tales extremos que miles de jóvenes, que hoy podrían ser nuestros líderes, se dedicaron "sólo" a los libros.
Una buena parte de nuestras universidades, otrora el crisol donde se forjaban los futuros gobernantes y donde bullían las ideas políticas, fueron transformadas o se convirtieron en fábricas de profesionales mediocres.
Caló hondo la exhortación a punta de bayoneta para que los jóvenes se dedicaran sólo a estudiar "para no dar dolores de cabeza a sus padres".
Se sembró en la mente de miles que no valía la pena dedicarse a la política, a menos que se quisiera enlutar a la familia o se deseara experimentar la cárcel, el exilio, la tortura y la persecución.
Al horror del terror floreció el "no-me-importismo". Los ideales se circunscribieron a la obtención del "cartón" como logro supremo.
Las consecuencias de la larga noche de los generales las estamos viviendo ahora a lo largo y ancho de América Latina. Con contadas excepciones vemos las mismas caras, oimos los mismos discursos.
En Argentina pareciera no haber otro apto a la presidencia que Carlos S. Menem. En Bolivia este año las opciones fueron Gonzalo Sánchez de Lozada y Jaime Paz Zamora. En Perú, Alan García "resucitó" y seguro que sucederá a Alejandro Toledo.
En Paraguay la crisis hace que un golpista como el general Lino Oviedo aparezca con las mejores opciones para un futuro cercano y en Uruguay las metidas de pata de Jorge Battle nos recuerdan amargamente mejores tiempos políticos en la "Suiza de las Américas".
Venezuela no padeció una dictadura militar, pero el bipartidismo adeco-copeyano fue tan descaradamente corrupto que castró a sus cuadros juveniles emergentes.
De eso se benefició Hugo Chávez Frias y por eso es que ahora en ese país no hay un líder que aglutine a la oposición. Julio Borges, de Primero Justicia, aparece más académico que político. Otros, como Antonio Ledezma. son resabios de la oligarquía adeco-copeyana.
En medio de ese panorama el colombiano Diego Uribe aparece con aires de frescura y lo mismo debería decirse del brasileño Luiz Inacio Lula da Silva, del ecuatoriano Lucio Gutiérrez y potencialmente del chileno Joaquín Lavin.
Pero estos, de diferente posición ideológica, están todavía muy, pero muy lejos de ser considerados líderes en el estricto sentido de la palabra.
Se acabó esa generación de oro de políticos latinoamericanos que, entre otros, incluyó a Raul Haya de la Torre, Rómulo Betancourt, Ricardo Balbín, José María Velasco Ibarra, Víctor Paz Estenssoro, Getulio Vargas, Salvador Allende, Fernando Belaunde, Luis Batlle Berres, Joao Goulart, Eduardo Frei, Janio Quadros, José Figueres, Rafael Caldera, Jóvito Villalba.
Talvez por eso es que ahora, ante la escasez de líderes criollos, llevan la voz catante James Petras, Noam Chomsky, Marta Harnecker y Heinz Dieterich Steffan. Por lo menos para los nacionalistas de antaño y los izquierdistas de hogaño.
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