EL CORONEL TIENE QUIEN LE MANDE FLORES




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Domingo 4 de octubre del 2009


EL CORONEL TIENE QUIEN LE MANDE FLORES

Por Hernán Maldonado

Los testigos afirman que el coronel (r) Jorge Eduardo Arteaga se quejó al juez de que Jorge Gúzman Carvalho, asesino de su hijo Alex Arteaga Cárdenas, solía hacerle señas burlonas en el tribunal, como diciéndole: "Lo hice ¿y qué?"

El ex militar, cansado de peregrinar de tribunal en tribunal y ante la posibilidad de que el asesinato de su hijo quedara impune, resolvió hacerse justicia por su propia mano. Mató el jueves pasado a Gúzman de ocho balazos al salir de los tribunales en Cochabamba.

Hoy, la misma justicia que pidió y que demoraba en llegar o, peor aún, quizás no se daría, amenaza a Arteaga con por lo menos 20 años de cárcel. La familia de Gúzman exige 30 años, sin derecho a indulto.

En menos de 24 horas, de decenas de mensajes al diario Los Tiempos de Cochabamba, más de un 80 por ciento muestran simpatia con el militar. En el hospital Viedma, donde se recupera de una hipertensión antes de presentarse ante un juez, recibe flores de simpatizantes que ponen en las tarjetas: "Hiciste bien" o "Yo también lo hubiera hecho".

Una expresión de la "justicia comunitaria" puesta de moda por el actual gobierno en Bolivia ante el caos en el Poder Judicial, destruido desde las alturas del poder en su afán de politizarlo.

La injusticia en Bolivia ha sido desde siempre su más grave mal, pero ahora se ha vuelto cancerosa. En los últimos años han estremecido al mundo ejecuciones extrajudiciales de supuestos ladronzuelos sin que los culpables hayan sido juzgados. Reina la impunidad. En octubre del 2008 hubo brutales asesinatos en Achacachi, baluarte del masismo gobernante. Por semanas ningún juez pudo asomarse por el poblado. ¿Hay algún culpable?

Hace dos años Gúzman, de 28 años, hirió mortalmente desde un vehículo en movimiento al joven abogado Arteaga (26 años). Aparentemente fue un lío de faldas. Guzmán fue juzgado, admitió el crímen y fue sentenciado a 18 años de cárcel. Pero como Arteaga no murió inmediatamente, sino una semana después, los abogados defensores buscaron corregir la sentencia. La tipificación del delito no era homicidio puro u simple, sino (leguleyismo tradicional) "herida causante de muerte".

Como los jueces demoraban en resolver el caso, un tribunal de sentencia, dispuso su liberación hace tres meses. Gúzman estuvo sólo 27 meses encarcelado. En lo que quedaba del juicio seguiría libre para mofarse de los familiares de su víctima. Esto es lo que no aguantó más el coronel y "sentenció" con su pistola.

Ahora las instancias superiores averiguan porqué hubo retardación de justicia, porqué se lo liberó, porqué perdió la cabeza el coronel. Un poquito tarde. Hay otro muerto más y el culpable, por lo menos en este caso concreto, es la paquidérmica justicia que hace que se siga diciendo que en Bolivia "la justicia es flor de los sepulcros".

Recuerdo que en mi primera jornada como auxiliar de la Corte del Distrito de La Paz, el secretario y amigo Félix Rada, me mostró a dos viejecitas que habían pedido leer la más reciente decisión judicial en su expediente. "Son las hermanas Cabrera", me dijo especificando que desde hace 27 años pleiteaban contra alguien en un juicio ordinario por herencia. Hoy veo que nada ha cambiado. Y han pasado 45 años de aquello.