Domingo 4 de noviembre del 2001
CHAVEZ EN TERRENO PANTANOSO
Por
Hernán Maldonado
Donna Hrinak, la embajadora de Estados Unidos que en La Paz acusó a los bolivianos de "no tener cojones", estuvo con perfil bajo desde que llegó a similar cargo en Venezuela, pero la semana pasada explotó y ha puesto a temblar al gobierno del presidente Hugo Chávez Frías.
Hrinak, que está por irse a similar cargo en Brasil, le ha recordado al locuaz coronel que Venezuela, en la ONU y la OEA, decidió ser un "socio más" de Estados Unidos contra el terrorismo y que la palabra "socio significa mucho".
La embajadora definitivamente se molestó porque Chávez, a su regreso de un viaje de 23 días por Europa y varios países enemigos de Estados Unidos, como Libia e Irak, haya despotricado contra la guerra en Afganistán mostrando fotos de niños muertos por los bombardeos norteamericanos.
Chávez, convocó rápidamente a Hrinak a la cancillería a dar explicaciones - lo que en su tiempo no hizo jamás la cancillería boliviana - y después, en un comunicado, recordó acápites de la Convención de Ginebra por los cuales los embajadores no deben inmiscuirse en aspectos de la política interna de los países.
Pero es que ahora nada de lo que digan o hagan nuestros gobernantes respecto al terrorismo es un "asunto interno". El mismo día que Hrinak acudía a la cancillería venezolana, el portavoz de la Casa Blanca, Ari Fleischer, anunciaba que el presidente George W. Bush estaba "sorprendido y muy decepcionado" por lo declarado por Chávez. Para que no queden dudas, llamó de inmediato a su embajadora.
El presidente venezolano se asustó y en sus habituales y kilométricas ruedas de prensa y cadenas nacionales dijo que no dijo lo que dijo, pero esta vez no parece haber satisfecho a Washington cuyo gobierno, desde que Chávez asumió el poder con una verborragia izquierdista, había decidido juzgarlo no por lo que decía, sino por lo que hacía.
Esto aparentemente no va más. Chávez en su reciente gira abogó en París por la libertad de su compatriota Carlos Ilich Ramirez , alias "El Chacal" (confeso amigo de Osama Bin Laden), condenado a largos años de cárcel en Francia por la muerte de dos agentes secretos galos y por el sonado secuestro de ministros de la OPEP allá por los años 70, cuando el venezolano integraba una banda terrorista árabe.
En Caracas, el ministro de la Defensa, José Vicente Rangel, ante el estupor de la prensa venezolana, apuntaló a Chávez y despojándose de su condición de abogado sostuvo que "El Chacal", como no había cometido delitos en Venezuela, "no podía ser considerado terrorista" en este país.
El Departamento de Estado llamó sobre tablas al embajador Ignacio Arcaya y desde Europa, donde se encontraba, el comandante de las fuerzas armadas, general Lucas Rincón, volvió apresuradamente a Caracas y en una rueda de prensa puso las cosas en su lugar afirmando que Venezuela estaba "con Estados Unidos y contra el terrorismo".
Si Rincón obró por su cuenta, ésta es la hora en que hubiera sido reemplazado por Chávez, ya que virtualmente lo desautorizó, lo mismo que a Rangel, sus dos inmediatos superiores. Como esto no ha ocurrido, aparentemente Rincón fue enviado por el propio Chávez, sumándose todo el episodio a las actuales marchas y contramarchas del gobierno venezolano en materia internacional.
El encontronazo Washington-Caracas es el más serio desde que Chávez asumió el poder y están por verse sus efectos futuros. Por lo pronto estos días Chávez está de muy mal humor porque nada parece salirle bien. Cuando hace casi 3 años fue elegido con una mayoría aplastante cercana al 80 por ciento, nadie pensaba que su popularidad bajaría tan velozmente a casi la mitad actual.
El asistémico Chávez, con esa aplastante mayoría, se convirtió en el árbitro supremo del Poder Ejecutivo, se adueño del Poder Legislativo, controla el Poder Electoral, se hizo del Poder Judicial, modeló una Constitución a su gusto y estaba echándole la mano al control sindical, hasta que la semana pasada, en unos comicios nacionales, el proletariado parece haberle dado la espalda, según los primeros sondeos.
Y una revolución sin el proletariado, por muy Bolivariana que sea y por más que cuente con el apoyo logístico del gobierno cubano, será todo, menos revolución.
La cosa se la ha puesto fea al comandante y quizás eso explica porqué estos días, en lenguaje cuartelario, reta a la batalla callejera, despotrica contra la prensa, la empresa privada, la Iglesia, los partidos politicos y las personalidades que desertaron de sus filas, a todos los cuales les endilga gruesos calificativos, les pone apodos y los engloba como a los "escuálidos", en una degradación sin precedentes de la majestad presidencial venezolana.
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