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Miércoles 24 de febrero de 1999


ESOS CUENTOS DE CAMINOS
O LOS CAMINOS DEL CUENTO





Por días los pasajeros de los dos lados del camino interrumpido entre Cochabamba y Santa Cruz debieron caminar 20 kilómetros por entre el lodo para burlar el bloqueo.



Por Hernán Maldonado
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Miami - La escasa y endeble red caminera boliviana jamás fue expuesta en su cruda realidad como en la semana que acaba de transcurrir con daños a la economía nacional cercanos a los 50 millones de dólares, según la Cámara de Exportadores de Bolivia.

El prefecto de Cochabamba, Guido Camacho Gutiérrez, culpó del desastre a San Pedro por mandarnos tan devastadoras lluvias que han incomunicado el país vía terrestre de norte a sur y de este a oeste al llevarse las riadas y los derrumbes puentes y kilómetros de caminos.

Ridículo, pero cierto. Camacho Gutiérrez no habría podido culpar a nadie terrenal, porque todos son responsables de lo ocurrido. Los son los gobiernos de ayer, de anteayer y de hoy. Doctores, licenciados y generales jamás han entendido que una de las bases primarias del desarrollo son las carreteras.

Nunca les dolió que los soldados bolivianos tuvieran que desenmarañar la selva para ir a defender el Acre. Y cuando los automotores reemplazaron a los caballos, 32 años después, los contingentes que iban a la Guerra del Chaco a duras penas alcanzaban Tarija o Villamontes. Y mejor no recordemos cómo es que llegaban a las primeras líneas de combate.

Pero ni esas amargas experiencias sirvieron. Más tarde, cuando se animaron a construir los escasos caminos que tenemos, antes que en la estructura, durabilidad, trazado, ingeniería, etc, nuestros políticos pensaron en la inmediatez antes que en el futuro, cuando no en los réditos económicos del manejo de cuantiosos recursos.

Estamos a las puertas de un nuevo siglo y es increible que Bolivia no tenga ni una autopista. ¿O es que le vamos a llamar así a la que une La Paz y El Alto? Tampoco recordemos su precio, cuatro veces de lo originalmente presupuestado.

¿De qué desarrollo pueden hablar o de que promoción agrícola pueden enorgullecerse los gobernantes si los simples campesinos son incapaces de sacar sus productos al mercado por falta de caminos, si las industrias del oriente no pueden acceder sin inconvenientes a los centros de consumo de occidente?

Mientras nuestros políticos se llenan la boca con discursos proclamando que Bolivia es el centro de la interconexión bioceánica, la cruda realidad es que no somos capaces ni siquiera de vertebrar nuestra geografía.

El desastre caminero de la semana pasada, se produjo paradójicamente cuando un camión de la empresa brasileña Aracatuba acababa de unir, tras siete días de viaje, la población de Cáceres, en el Mato Grosso brasileño, y Arica, Chile, con Bolivia de por medio.

Sus protagonistas, según la revista América Economía, no parecen tan convencidos de repetir la experiencia, porque no sólo debieron sortear caminos poco menos que intransitables, sino a bandas de asaltantes enmascarados y otros que se hacen llamar aduaneros.

¿Se imaginan lo que Bolivia ganaría, sólo por cobro de peaje, con una supercarretera que una Corumba-Santa Cruz, Santa Cruz-Cochabamba, Cochabamba-Tambo Quemado? El gigante sudamericano está ansioso de abaratar el costo del transporte de sus productos destinados al Lejano Oriente.

La alternativa de la vía terrestre es tentadora para evitar esa enorme vuelta que tienen que hacer los barcos brasileños por el Canal de Panamá o el Estrecho de Magallanes.

Bueno, esa posibilidad que acaba de ser demostraba por Aracatuba, es todavía como un hermoso sueño. Primero resolvamos la incomunicación entre Cochabamba y Santa Cruz que tiene paralizado al país.

El camino fue construido entre 1991 y 1996 a un costo de 113 millones de dólares por la empresa Andrade Gutiérrez, o sea que no ha cumplido ni siquiera cinco años. En la zona del Chapare la ruta ha desaparecido por obra de gigantescos derrumbes y la acción del río Espíritu Santo.

Cuando el país despertaba del jolgorio de cuatro días de carnaval. San Pedro, al decir del prefecto Camacho Gutiérrez, le borró del mapa un buen trecho de la principal vía del eje troncal. En un sólo día alrededor de medio millar de camiones de alto tonelaje y autobuses quedaron varados.

Por días los pasajeros de los dos lados debieron caminar 20 kilómetros por entre el lodo para burlar el bloqueo. Los camiones no pudieron y sus cargas se perdieron. El cálculo brutal de pérdidas fue de 50 millones de dólares en una semana de paralización.

Lo que ocurrió, ocurrió también el año pasado y el anterior. ¿Qué se hizo? Nada. Así de sencillo. Cuanto más los parches de siempre. ¿Y los responsables?

¿Dónde están los que aprobaron los diseños, ¿dónde los ingenieros que construyeron en terrenos deleznables? ¿Dónde los colegios de ingenieros? ¡Qué del mantenimiento? ¿Dónde las autoridades que recibieron un camino que el mismo día de su inauguración tenía el asfalto saltándose en pedazos en tramos importantes? ¿Alguién ha llevado ante la justicia a los culpables?

Ahora el gobierno anuncia que se necesitan 60 millones de dólares para la reconstrucción del camino, sólo en la parte afectada.

Los camioneros-empresarios decidieron no pagar peaje y anuncian un paro, como si fueran unos angelitos, cuando tienen también que ver con el problema, porque se aprovechan de la negligencia de las autoridades para sobrecargar sus camiones contribuyendo, a la larga, a que estalle el pavimento.

Y en cuanto a las autoridades, hay que recordar que en lugar de llevar a la constructora brasileña Andrade Gutiérrez ante la justicia, lo que hicieron fue darle la concesión de la construcción del camino Cotapata-Santa Bárbara, en los Yungas de La Paz.

Y ¿adivinen qué?

La constructora (si, si, la misma que contrató soldaditos del ejército para cargar cemento y que provocó un escándalo en el que todos han salido indemnes, incluyendo el ministro de Defensa Fernando Kieffer) debía entregar la obra de 65 kilómetros el próximo año.

Resulta ahora que no lo hará porque se encontró con un cerro en el que necesariamente debe hacerse un túnel de 25 kilómetros y esto no estaba en el presupuesto.

¡Por Dios! ¡Con qué ingenieros de caminos contamos? ¿Qué autoridades son las que nos gobiernan?