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Lunes 6 de enero del 2014
BOLIVIA: OTRO AÑO PARA RECORDAR
Por
Hernán Maldonado
Empieza 2014 en Bolivia con los afanes electorales que harán que los que vienen detrás se pregunten: ¿Cómo es que pudo ocurrir? La misma pregunta que nos hacemos los que escarbamos de cuando en cuando la historia nacional para encontrarnos que muchas de las actuales páginas ya fueron escritas.
Hay como un regreso a épocas pasadas que creíamos superadas. La soberbia que crece como hierba mala entre los que detentan el poder como si estuvieran convencidos de que gobernaran por los siglos de los siglos y que nadie descubrirá sus supercherías que avergüenzan, por lo menos a los medianamente instruidos.
Salvo las fugaces épocas del poderío minero a finales de los 800 o de los primeros años del banzerismo, cuando se dispararon los precios de las materias primas de exportación, Bolivia jamás había gozado de un largo periodo –como el actual-- en que los ingresos son abundantes. El crecimiento económico fue de 6.5%. La inflación cifra similar.
El colega venezolano Rafael Poleo acuñó una frase que podría aplicarse a la Bolivia actual: En Venezuela nunca hubo buenos o malos gobiernos, sino buenos o malos precios del petróleo. Cuando ascendió Hugo Chávez al poder el barril de petróleo se exportaba a $12. Cuando murió, ese mismo barril promediaba los $100.
Eso le permitió crear un clientelismo político de enorme envergadura. Acostumbró al venezolano a vivir del subsidio, la limosna, el cohecho, la beca. Destrozó la economía del país y si el chavismo subsiste aún es porque todavía el petróleo está por los $100. Venezuela cerró el 2013 con crecimiento del 2.3%. La inflación ascendió a 56%, récord mundial.
El gobierno de Evo Morales, que ya está por convertirse en el más longevo en la historia nacional, empezó beneficiándose de la dadivosidad del sátrapa venezolano, ávido en comprarse simpatías internacionales, (¿Recuerdan los $30 millones que le regaló apenas Evo asumió el poder?), para después beneficiarse del alza colosal de los precios de exportación del gas, los minerales y el petróleo.
Esos ingresos, sin embargo, se despilfarran con el subsidio a la gasolina, las compra de lealtades entre los militares, la proliferación de los bonos, el gigantesco aparato propagandístico del gobierno, la corrupción, el emprendimiento de obras que quedan inconclusas y las construcción de canchas con césped sintético. Muy poca infraestructura caminera, escuelas y hospitales.
El régimen está en permanente campaña electoral y no se mueve un dedo sin esa dirección, de manera que el votante –especialmente en las zonas rurales—está encandilado con Evo. Allí nadie objeta que va a una reelección inconstitucional, avalado por un fallo judicial maquinado desde el Poder Ejecutivo.
Las estupideces del presidente han sido recogidas hasta en un libro, pero pocos parecen avergonzarse de ellas. El mismo Morales admite que Chile se burló olímpicamente de su “diplomacia de los pueblos” y las fuerzas armadas, como nunca, permanecen calladitas ante cada estupidez mayúscula que nos aleja cada vez más de la vuelta al mar.
Hoy cuando uno revisa el gobierno de Mariano Melgarejo uno se pregunta ¿cómo es que Bolivia pudo ser gobernada un sexenio por este individuo libidinoso, ignorante, soez y borrachín? Obviamente Morales no llega a esos extremos (lee y escribe, aunque con dificultad), pero no me cabe duda que en el futuro habrá también gente que se preguntará ¿cómo es que se mantuvo en el poder tanto tiempo?
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