La asonada de 1933 encabezada por Fulgencio Batista y que dio fin al gobierno de Gerardo Machado es conocida en la Historia de Cuba como la "rebelión de los sargentos" porque ese era el grado que tenía el futuro dictador de la isla antillana.
Estos días en Bolivia, así es como se está describiendo el amotinamiento de rangos inferiores de las Fuerzas Armadas sin que hasta ahora haya motivo para comparar con lo ocurrido hace tantos años en la atribulada isla.
En realidad en Bolivia los militares de bajos rangos, aunque son los que verdaderamente tienen el mando de tropa, no tienen la capacidad para urdir rebeliones destinadas a capturar el poder político porque simplemente se los ha preparado para obedecer como autómatas a sus oficiales.
Los reclamos que los han llevado a marchar por las calles como si fueran cuadros sindicalizados nacen de la insatisfacción por el trato discriminatorio que reciben y por los bajos sueldos comparados con los de los oficiales.
Cuando Evo Morales ascendió a la presidencia, los primero que hizo, aconsejado por sus asesores venezolanos y cubanos, fue descabezar el Alto Mando. No respetó el orden de los ascensos y mandó a casa a dos promociones de oficiales superiores. Los favorecidos se le unieron con fidelidad perruna.
Luego obligó a izar en los cuarteles, y colocar en los uniformes, la whipala, el símbolo aymara con el que más de la mitad del país no se identifica. También los obligó a declararse "anticolonialistas, antimperialistas y socialistas". ¡Ah! Y el grito de combate es ahora "Patria o muerte ¡Venceremos!
Ahora Morales, ante los graves hechos, exige disciplina. Recuerda a los rebeldes que la organización vertical de un cuerpo militar se asienta en ella. ¿Se olvidó que fue él quien desvirtuó la esencia de las FF.AA. al colocarlas al servicio de su causa política?
Con las ayudas económicas desde la Venezuela chavista, Morales enamoró a los generales y coroneles llenándolos de becas, subsidios y sobresueldos. Como nunca antes, $5 millones del chavismo fueron destinados exclusivamente a la mejora de los cuarteles. Los generales retirados por años de servicios fueron premiados con embajadas o cargos públicos.
Ese bienestar no llegó a suboficiales y sargentos, los que ahora se quejan en las calles de trato discriminatorio. A los generales el régimen les aumenta sueldos hasta en un 30% y a ellos solo les entrega un 10%. En el Hospital Militar tienen que hacer cola para ser atendidos y en los cuarteles siguen comiendo en los patios, junto con la tropa, porque no tienen comedores.
Hace tres años los sargentos hicieron conocer estas sus demandas al Alto Mando y fueron ignorados. Por eso ahora quieren hablar directamente con Morales, pero éste se hace el sordo pese a que suboficiales y sargentos provienen de estratos D y E de la sociedad, como él mismo.
Morales dejó que el Alto Mando resuelva el asunto. Ya fueron expulsados 715 militares. Cifra importante para unas FF.AA con menos de 30.000 hombres. Los amotinados prometen no cejar en sus demandas y están recibiendo creciente apoyo de sectores sociales. En las calles los manifestantes son aplaudidos por la sociedad civil.
El vicepresidente Alvaro Garcia Linera advierte que habiéndose roto la cadena de mando, los amotinados "jamás" serán escuchados. Amanecerá y veremos.
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