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Domingo 3 de abril del 2016


BOLIVIA: GOBIERNO DE MORALES ¿O DE INMORALES?

Por Hernán Maldonado

El caso del affaire del presidente Evo Morales y la joven Gabriela Zapata tiene argumentos dignos de Delia Fiallo, la "reina de las telenovelas", sin que infelizmente se avizore el final por las chapucerías del régimen, para vergüenza del gentilicio boliviano.

Una vez que estalló el escándalo, lo honesto hubiera sido que el gobierno ordenase a la Fiscalía abrir una exhaustiva investigación y alentar a que lo haga, con total imparcialidad, la Asamblea Nacional. El imperativo era averiguar si hubo tráfico de influencias e identificar a los culpables. Esto es lo que importa. Lo demás es culebrón.

Una denuncia periodística reveló que Gabriela fue madre de un hijo de Morales y que a los 29 años, sin ninguna profesión (mintió que era abogada) fungía de gerente comercial de un conglomerado chino que se adjudicó obras en Bolivia por $560 millones, sin licitaciones.

Morales admitió que tuvo un hijo con ella, pero que había muerto. Dijo que no la veía desde el 2007, pero los medios publicaron fotos suyas con Gabriela en Oruro en 2015. Gabriela dijo que el hijo vive, pero no lo muestra. Asegura que Morales, que se siente engañado, le pidió ocultar al menor.

Refutándolo, Gabriela preguntó: ¿Puede una muchacha de 17 años engañar a un hombre de 49 años? La interrogante planteó la hipótesis de que sus relaciones íntimas con el caudillo empezaron cuando ella era menor de edad.

El vicepresidente Alvaro García Linera, el fiscal Ramiro Guerrero y al menos cuatro ministros salieron a defender a Morales, mientras la joven millonaria (el gobierno le atribuye dineros de sospechosa procedencia) está encarcelada, junto con Cristina Choque, funcionaria de menor nivel, y un chofer de la presidencia.

Al principio, Gabriela parecía recibir la condena nacional por (a decir del propio régimen) haberse aprovechado de ser la madre de un hijo de Evo para alcanzar las alturas a las que llegó con apenas 29 años. Hoy el sentimiento nacional ya no le es tan desfavorable, porque (con solo una tía que la defiende) está siendo aplastada por todo el poder del Estado. Y en Bolivia jamás a nadie la ha gustado ver a alguien en lucha desigual.

Gabriela, ante la colosal ofensiva oficialista, insinuó el pasado fin de semana que fue apoyada (quizás hasta íntimamente) por el poderoso ministro secretario de la presidencia y brazo derecho de Morales, Juan Ramón Quintana, a quien le dirigió una misiva, despidiéndose con un sugestivo "adiós mi rey". Quintana, sin la prepotencia acostumbrada, como un ratoncito asustado, dijo que acudirá voluntariamente a la fiscalía.

El escándalo es el más grande que enfrenta Morales. Las mentiras de su vicepresidente y sus ministros son enormes y la opinión pública sigue el culebrón a la espera cada día del siguiente capítulo, por más que Morales y sus "tira-sacos o amarraguatos" traten de marear la perdiz.

Las mentiras prenden nuevas sospechas sobre los asesinatos en El Porvenir en Pando, en el Hotel Las Américas, en Santa Cruz, la colosal malversación en el Fondo Indígena, las cuasi impunidad de las hermanitas Terán, narcotraficantes, las denuncias de la revista brasileña Veja sobre Quintana y el narcotráfico, etc., que parecían enterrados en el pasado.

Hace 145 años gobernaba en Bolivia otro Morales (Agustín), a quien el historiador Alcides Argüedas describía como un "hombre sensual, angurrioso y dominado por incontenibles apetitos". Porque como era mujeriego, "glotón y jugador, estaba desposeído de toda cultura y no sentía ni el más remoto deseo de perfeccionarse moral o intelectualmente…" Quiso perpetuarse en el poder. Bajo su tiránico gobierno se firmaron contratos (algunos onerosos como el asunto Church) "como si en el país se hubiera despertado la fiebre industrial y el amor por los negocios". En ese entonces, también, las relaciones con Chile estaban en su peor nivel… Si fuera película diríamos: Cualquier parecido con la realidad, es pura coincidencia.