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Domingo 18 de octubre del 2015


BOLIVIA: 33 AÑOS DE DEMOCRACIA ¿ININTERRUMPIDA?

Por Hernán Maldonado



Los medios, mayormente controlados por el oficialismo, se regodearon en los últimos días celebrando los 33 años de democracia en Bolivia, desde que aquél 10 de octubre del 1982 el voto reemplazó a la bota en el manejo de los destinos del país.

Algunos de esos medios, de memoria corta, destacaron que son 33 años ininterrumpidos de democracia, pasando por alto el golpe de Estado que el 17 de octubre del 2003 acabó con el gobierno del presidente Gonzalo Sánchez de Lozada.

En algún lugar de las montañas de Massachussetts vive el ex presidente, que hace rato ha doblado la esquina de los 80 años, y no concede entrevistas. Parece estar ya más allá del bien y del mal, aunque en el fondo de su alma debe sentir el peso de la gran traición de la que fue víctima.

Apenas instalado para su segundo periodo presidencial, la conspiración interna y externa no se dejó esperar. Lo que Fidel Castro no logró con la guerrilla del Che Guevara, lo consiguió a través de Hugo Chávez, el pontífice del socialismo del Siglo XXI.

Su objetivo era convertirse en líder mundial y necesitaba aliados y conspiró soterradamente para derrocar a Goni proporcionando los medios económicos para movilizar multitudes. En un país donde la pobreza tiene raíces profundas, las masas son manipulables.

El G2 cubano, considerado hasta por la CIA norteamericana como uno de los servicios de inteligencia más solvente en el mundo, halló campo propicio para tenderle alfombra roja a Chávez para poner bajo su tutela a Bolivia.

Tentó a varios hombres durante un largo tiempo. Cuando Evo Morales fue expulsado de la Cámara de Diputados por los asesinatos de policías en Sacaba, paradójicamente se convirtió en víctima y su figura política se acrecentó enormemente cuando el embajador de Estados Unidos provocó bronca al pedir no votar por Morales, en abierta injerencia en los asuntos internos de Bolivia.

Envalentonado con el caudal electoral que obtuvo en los comicios del 2002, Morales abiertamente amenazó con derrocar a Goni. Tenía en las espaldas al castro-chavismo. La excusa de que el gobierno se aprestaba a vender gas a Chile, fue el detonante.

Una sedición en marcha y un gobierno que defendía el Estado de Derecho chocaron inevitablemente con el trágico saldo de decenas de muertos y heridos. Goni envió su renuncia al Congreso, pero él mismo pidió que no se la aceptara “ya que no se puede retirar a un presidente, elegido democráticamente, por mecanismos de presión y de violencia”.

Goni, además, se sintió traicionado por su vicepresidente Carlos D. Mesa, quien anunció que daba “un paso al costado” para no refrendar las acciones del gobierno del que formaba parte y con cuyas acciones no solo estaba de acuerdo, sino –según afirma el ex ministro Carlos Sánchez Berzaín-- “era el que pedía --en privado-- acciones y decisiones que denominaba más enérgicas”.

Estos días en los medios apareció la nota de un abogado que estima que Mesa asumió ilegalmente la presidencia en reemplazo de Goni porque al dar el paso al costado tácitamente renunció al cargo de vicepresidente y se alió a la sedición la cual, al triunfar, produjo la “Agenda de Octubre” estableciendo amnistía para los golpistas y juicio a Goni y miembros de su gabinete. O sea que el culpable fue el gobierno y no los alborotadores que bloqueron caminos, calles, asaltaron la propiedad privada y se enfrentaron a las fuerzas del orden en abierta sedición.

Por los decretos 27234 y 27237, Mesa como Presidente “se perdona a sí mismo y perdona a sus operadores y socios de los delitos que cometieron para llevarlo a la presidencia”, según Sánchez Berzaín.

Mesa, antes que político, es historiador y será interesante conocer su opinión, ahora que todavía viven testigos de cómo y con qué recursos llegó al máximo sitial político del país. El único testigo importante que ha muerto es Cayetano Llobet. Amanecerá y veremos.