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LAS ARMAS DE LA VERDADPor
Hernán Maldonado
En los angustiosos segundos que siguieron, se esperaba que el
todopoderoso de la hora gritara: "¡arréstenla! por irrespeto a la autoridad".
Pero no. Cuando el color de su cara pasaba de rojo a amarillo bilioso,
el comandante Hugo Chávez Frias, presidente de Venezuela, optó por abandonar
la sala furioso, pero en silencio.
En el año y pico que lleva en el poder nadie se había atrevido a decirle
cara a cara sus estupideces como Amira Muci, la joven periodista. El pasado
fin de semana, Chávez había llegado horas antes a Maracay, la ciudad que
primero tomaron sus huestes en el frustrado golpe de hace 8 años contra el
régimen constitucional de Carlos Andrés Pérez.
Luego de su habitual perorata, Chávez abrió la rueda de prensa. Muci en
nombre de sus 20 colegas asistentes, se paró y le dijo: "En vista de su
reiterada actitud de irrespetarnos al considerar que nuestras preguntas son
irrelevantes, que nuestras preguntas son nimiedades, nosotros, como
profesionales de la comunicación, serios, conscientes del deber que tenemos
que cumplir, que no es otro que informar la verdad, hemos decidido no
plantearle ninguna interrogante en la tarde de hoy".
Y es que Chávez, como todo aspirante a dictador, ataca ahora a los
medios sin pausa y a mi modo de ver no falta mucho para que empiece a cerrar
periódicos, a acallar radios y televisoras, a encarcelar o desterrar
periodistas, porque del dicho al hecho no más que un trecho. Ya hizo aprobar
en la nueva Constitución el artículo que exige la "información veraz" y
obviamente quien calificará que es o no es veraz es él.
Cuando el diario El Mundo se puso a criticar sus primeros meses de
gestión, indirectamente logró que sus propietarios echaran a la calle a su
director Teodoro Petkoff. Como la prensa no siempre publica sus kilométricos
y repetitivos discursos, fundó "El Correo del Presidente", llenándolo de
publicidad oficial.
Como tampoco le alcanza eso, decidió crear su propio programa de
televisión y radio desde donde cree resolver los problemas del país, al
estilo populachero que nos tenía acostumbrados en Bolivia el "Compadre"
Carlos Palenque. Y como se ha puesto hipersensible a las críticas, ataca a
los medios independientes, a sus empresarios y a los periodistas y promete en
su jerga cuartelaria meterles a todos "fuego graneado".
Coincidencia o no, en Bolivia el propio viernes, otro Hugo, el
presidente Bánzer Suárez ordenó a sus ministros no proporcionar más
declaraciones a los periodistas a no ser mediante cita y en sus despachos.
Los periodistas protestaron lo que consideraron era una "Ley Mordaza" y no
asistieron a una ceremonia en la que el gobierno posesionaba al nuevo
director de identificación.
Este lunes, Bánzer promulgó la ley de reactivación económica y junto con
sus ministros se olvidó de la prohibición de 48 horas antes y todos muy
ufanos hablaron, sin cita previa, con los periodistas en la calle.
Una vez más queda demostrado que cuando los políticos necesitan a los
periodistas, todo es bueno o todo vale. Cuando se los critica, todo es malo.
Y habas se cuecen en todas partes. Mayin Correa mientras duró su exilio
en Miami era el paño de lágrimas de los periodistas perseguidos y maltratados
por el regimen de Manuel Noriega. A la vuelta de la esquina, cuando era
alcalde de Panama, abofeteó en su despacho a una periodista que la había
criticado.
Ahora mismo, en Venezuela, ¿cuántos de los que son ultrajados por Chávez
no se jugaron sus puestos o el pellejo cuando el comandante estaba en la
cárcel y necesitaba de periódicos y micrófonos para difundir su verdad?
Y en el Perú de Alberto Fujimori ¿no se han acallado por medios
indirectos a críticos mediante la revocatoria de licencias, la adjudicación
de televisoras a socios minoritarios, el exilio de propietarios de televisión
y, hace una semana nomás, las veladas amenazas contra el diario El Comercio
por haber puesto al descubierto la millonaria falsificación de firmas para la
legitimación de la candidatura fujimorista?
Por eso es significativo y trascendente lo ocurrido en Maracay. La mejor
arma de los periodistas es la verdad. Asi ha sido siempre. Asi siempre debe
ser.
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