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Domingo 24 de enero del 2016
ARMANDO LOAIZA, "UN HOMBRE DE BIEN"
Por
Hernán Maldonado
En la vieja casona de la calle Bueno 118, a unos pasos de la esquina de la Av. Camacho, la muchachada cultivaba el fútbol en el amplio patio empedrado. En los equipos que formábamos contribuían con su entusiasmo los hermanos Armando, Guido y Rolando Loaiza.
La vida nos dispersó por caminos distintos, pero la amistad nunca murió en los últimos 60 años. La última vez que vi a Armando fue el 2015 a la salida de la Iglesia de San Miguel, en Calacoto. Fue un encuentro fugaz antes de que se embarcara en el auto de algún amigo suyo que lo esperaba.
Poco antes, el ex canciller de Bolivia, al que el ex presidente Eduardo Rodríguez Veltzé, calificó como "un hombre de bien", se encontró en un autobús público con mi hermana Luz Arminda. "Me sorprendió verlo allí, como un pasajero más, siendo así que fue canciller. Pero más me sorprendió porque me reconoció y me preguntó por todos ustedes", me dijo.
Cuando la selección boliviana llegó en 1994 a jugar en Miami, me acerqué al hotel para saludar a Guido, presidente de la Federación Boliviana de Fútbol. El conserje me dijo que no me atendería porque estaba almorzando con la delegación. Le pedí que le dijera mi nombre y que solo quería saludarlo.
Guido dejó su almuerzo y conversamos un buen rato recordando tiempos de la niñez. También me preguntó por mis hermanos y se interesó en saber que hacía cada uno. Yo ya sabía que él y Rolando eran ingenieros y que Armando era abogado especializado en Derecho Internacional, diplomático y alto miembro de la cancillería boliviana.
A Rolando nunca más lo vi desde aquellos últimos años de la década del 50. Sin embargo hará un par de años me ubicó en tweeter e intercambiamos algunas frases. A la hermanita menor casi una bebé, le conocíamos cariñosamente por Monina. Esta semana vi a los 3 sobrevivientes juntos en el sepelio de Armando.
Me dolió su muerte porque quizás yo fui el culpable de que tuviera el labio superior un poco afectado. En uno de esos encuentros caseros yo traté de despejar una pelota de taquito, sin saber que a mis espaldas se agachaba Armando para una eventual palomita.
Le partí el labio y creo que hasta necesitó alguna sutura. Armando, tendría unos 9 años, ni se quejó. Se portó como un hombrecito, mientras yo temía infundadamente que su padre, el general Armando Loaiza, dueño de casa, iría a descargar su furia contra mi. No pasó nada.
Al domingo siguiente, como era habitual, encabecé la romería de la chiquillada al Estadio La Paz (se llamaba así) para que entráramos gratis a la Tribuna Infantil, esa hermosa idea que fue liquidada cuando el fútbol se comercializó. Guido y Armando siempre fueron devotos bolivaristas. Rolando stronguista ¿Seguirá siéndolo?
Armando, como profesional, ahora todos lo reconocen, fue un honesto servidor de la patria. Los intereses de Bolivia siempre estuvieron por encima de cualquier interés político o partidario. Por eso es que sirvió a distintos gobiernos y siempre lo hizo bien. Descansa en paz, amigo. ¡Que Dios te haga ver la luz de su rostro!
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