La falta de unidad de la oposición es la fortaleza del castrochavismo
Por Carlos Sánchez Berzaín (*)
El concepto utilizado por Julio César y Napoleón “divide et impera”, divide y vencerás, parece sostener las dictaduras de Cuba, Venezuela, Nicaragua y Bolivia frente al repudio masivo de sus pueblos. Los regímenes del socialismo del siglo XXI o castrochavismo detentan el poder con impunidad por encima del rechazo popular, de las crisis que han causado y que agravan, de los narcoestados que han implementado y que administran, y de las conspiraciones regionales que promueven. Opositores han demostrado no entender que su tarea es recuperar la democracia y hacen que su falta de unidad sea la fortaleza principal de las dictaduras.
Evitar la unión de los oponentes en torno a un objetivo común es el concepto estratégico tan antiguo como eficiente resumido en la máxima latina “divide et impera” y sus variantes “divide el vinces”, “divide ut imperes” y “divide ut regnes”. La base es dividir, que significa partir, separar, “desunir los ánimos y voluntades introduciendo discordia”. Tiene aplicación científica en el “altgoritno divide y vencerás” (DYV) que consiste simplemente en “dividir un problema en partes mas simples tantas veces como sea necesario”.
Ninguna dictadura resiste una oposición unida y los grandes triunfos de la libertad lo demuestran. Lo que Gandhi logró con su liderazgo y movimiento de resistencia fue unir a todo su pueblo y con esa fuerza pacífica derrotó a un imperio. Lo que Mandela convocó y logró fue la unidad de los negros y derrotó el régimen de discriminación racial del apartheid. Desde la moraleja de las Fabulas de Esopo “El viejo y sus hijos” hasta la conquista espacial está demostrado que “la unión hace la fuerza”, que es el lema nacional de Bélgica, Bolivia y Bulgaria.
La unidad necesaria para restaurar la libertad y la democracia cesando las dictaduras castrochavistas es una unidad de objetivo, un proyecto nacional, es la unidad vital, esencial para el rescate de las naciones cautivas. Sin esa unidad continuará prevaleciendo el crimen organizado sobre los derechos humanos. No se trata de unidad ideológica, ni de unidad político partidista y menos de un proceso destinado al cuoteo o repartija del poder. No es una acción para coexistir con el régimen sino para derrotarlo, separarlo del poder, restaurar la democracia.
Es un proyecto temporal y urgente para recuperar las condiciones de normalidad en la vida de la gente y la organización de la sociedad. Primero hay que recuperar la democracia y la república en cada uno de los países bajo dictadura y luego retornará la natural confrontación ideológica y programática que solo es posible en libertad. Adelantar la confrontación ideológica, programática, personal o económica a la etapa en que se debe derrotar a la dictadura, además de ser un error estratégico fatal, es en su persistencia un acto de traición, es integrarse al régimen.
En Venezuela, la Mesa de la Unidad Democrática MUD creada el 23 de Enero de 2008 en Caracas que existía en la práctica desde 2006, empezó como un extraordinario ejemplo de la creación del instrumento para cesar la dictadura, luego se convirtió en el “G4” integrado por Acción Democrática, Primero Justicia, Un Nuevo Tiempo y Voluntad Popular. El “estatuto para la transición a la democracia” aprobado como ley el 5 de Febrero de 2019 es tal vez el instrumento que certifica la falta de unidad que impide cesar la dictadura en Venezuela al subordinar la “conformación de un gobierno provisional de unidad nacional” (que nunca se hizo) al cese de la usurpación, cuando debió ser exactamente al revés.
En Bolivia el pueblo en resistencia civil logró la renuncia de Evo Morales el 10 de Noviembre de 2019, se instaló un gobierno que debió ser de transición y resultó de continuidad del sistema dictatorial incluida la corrupción. “Salió el dictador pero no la dictadura” y gobierno interino y oposición mantuvieron todo su sistema convocando a “elecciones en dictadura”, cómplices de una emboscada y de los crímenes cometidos para el colosal fraude electoral del 18 de octubre pasado. Hoy la oposición -que nunca se unió contra la dictadura- continúa dividida y acepta seguir usando el padrón electoral falsificado del régimen en las próximas elecciones de alcaldes y gobernadores.
Nicaragua luego de las protestas de abril de 2018 y la criminal represión de Daniel Ortega y su régimen, necesita con urgencia la unidad de la oposición que se presenta como difícil pese al riesgo de repetir los fracasos de Venezuela y Bolivia.
Tal vez el error consista en que estamos llamando oposición a partidos, grupos y políticos que han decidido y ya son parte de la trama dictatorial y participan del sistema de corrupción y oprobio, simulando oposición.
(*) Carlos Sánchez Berzaín es abogado constitucionalista, politólogo, 5 veces ministro de Estado en Boivia y actual Director Ejecutivo del Interamerican Institute for Democracy.