La causa de la inseguridad hemisférica son las dictaduras de Cuba, Venezuela, Bolivia y Nicaragua
Por Carlos Sánchez Berzaín (*)
Narcotráfico, migraciones forzadas, inseguridad ciudadana, terrorismo, crisis sociales y económicas, falta de desarrollo sostenible, presos y exiliados políticos, confrontaciones internas, reposicionamiento del antiimperialismo y antisemitismo, supresión de la libertad de prensa, penetración de China, Rusia e Irán, y muchas más penurias que sufren hoy los pueblos de las Américas, son efectos causados por las dictaduras del socialismo del siglo 21 o castrochavismo. La existencia de un grupo de regímenes de crimen organizado transnacional que controla Cuba, Venezuela, Bolivia y Nicaragua es el origen de la crisis de seguridad en la región.
El orden jurídico internacional establece entre otras múltiples disposiciones en la Convención de Palermo que por “grupo delictivo organizado” se entenderá́ un grupo estructurado de tres o más personas que exista durante cierto tiempo y que actúe concertadamente con el propósito de cometer uno o más delitos graves o delitos tipificados con arreglo a la presente Convención con miras a obtener, directa o indirectamente, un beneficio económico u otro beneficio de orden material.
El detentar la representación internacional de estados miembros de la comunidad internacional da a los dictadores la condición de sujetos de derecho, con las mismas potestades y privilegios que cualquier jefe de estado democrático, con la diferencia que los dictadores usan esa condición para proteger, promover y legitimar crímenes: el narcotráfico proclamándolo como instrumento de lucha antiimperialista, promoviendo el fracaso de la lucha antinarcóticos y pidiendo la legalización de drogas duras; el terrorismo convirtiendo en víctimas a los perpetradores; las guerrillas presentando a los asesinos como luchadores; las migraciones forzadas que los mismos dictadores producen, justificada con la narrativa de pobreza.
Las dictaduras en las Américas son un solo cuerpo liderado por Cuba, que se ha expandido con su mismo sistema de terrorismo de Estado y convertido en sus satélites a Venezuela, Bolivia y Nicaragua; perdieron Ecuador que detentaron con Rafael Correa y ahora intentan destrozar la democracia de Colombia donde han iniciado la repetición de su agenda “constituyente” con un gobierno de minoría pero con control de la violencia y el crimen. No reconocer esta realidad objetiva o tratar de disfrazarla por conveniencia o temor, es el error más grande de los líderes democráticos, porque equivale a no identificar al adversario y sus capacidades, a partir de lo que ninguna estrategia puede ser exitosa.
Las dictaduras de Cuba, Venezuela, Bolivia y Nicaragua que empezaron como movimiento populista bolivariano bajo el auspicio del dictador Hugo Chávez (muy oportunamente fallecido para permitir el liderazgo de Cuba), tienen como marca política el “socialismo del siglo 21″, con su alias el “castrochavismo”, e importantes mecanismos de operación como el “foro de Sao Paulo” y el intento de recrear una instancia política con el “Grupo de Puebla”. Es la narrativa de presentar como movimiento político de izquierdas a todas la expresiones de crímenes que van desde la usurpación violenta del poder, el terrorismo de estado, persecuciones, detenciones indebidas, torturas, destierros, corrupción, asesinatos, conspiraciones, secuestros, extorsiones, narcotráfico, trata de personas, todo tipo de delitos económicos, crímenes contra la libertad y crímenes de lesa humanidad.
La expansión del grupo criminal no se limita al control indefinido de Cuba, Venezuela, Bolivia y Nicaragua, se expande por medio del mecanismo de toma del poder mediante elecciones en países con democracia. Auspician candidatos, insisten indefinidamente en ellos, invierten extraordinarios recursos de procedencia criminosa para la destrucción del sistema de liderazgos democráticos y asesinato de reputaciones, modifican la reglas electorales y ganan elecciones como ha sucedido en México con López Obrador, en Chile con Boric, en Colombia con Petro y en Argentina con Fernández/Kirchner y en Brasil con Lula. Se trata de los “gobiernos para dictatoriales” que aunque son gobiernos de minoría, ponen la política exterior de los países que controlan y gran parte de sus recursos internos al servicio de las dictaduras. Los hechos lo prueban.
Dictaduras y gobiernos para dictatoriales del socialismo del siglo 21 o castrochavismo tienen la misma política exterior de entreguismo a las dictaduras de China, Rusia e Irán, a tiempo que confrontan a las democracias, se proclaman antiimperialistas, atacan a Israel y ayudan o soslayan la invasión de Rusia a Ucrania. Todos los regímenes dictatoriales castrochavistas y sus influidos han asumido grandes deudas con China, entregado riquezas naturales y espacios territoriales a Rusia, abierto relaciones y recursos a Irán y una mezcla de todo eso y más, en decisiones secretas o disfrazadas de alta traición, que en democracia nunca hubieran pasado el escrutinio de la opinión pública, del estado de derecho, ni de los poderes del Estado.
La expansión estratégica de las dictaduras de China, Rusia e Irán en las Américas es el resultado de la falta de democracia en los países bajo control del crimen organizado y ese es el origen de la inseguridad hemisférica.
(*) Carlos Sánchez Berzaín es abogado constitucionalista y politólogo. Actual Director Ejecutivo del Interamerican Institute for Democracy