La defensa de la democracia comienza con el fin de las dictaduras
Por Carlos Sánchez Berzaín (*)
Las Américas sufren crisis migratorias, narcotráfico, inseguridad ciudadana, desestabilización de gobiernos e instituciones democráticas, manipulación de sistemas educativos, ataque a la libertad y los derechos humanos y una larga cadena de agresiones que producen crisis sociales y económicas y solo hay reacciones para atenuar los síntomas. La causa de este proceso de desestabilización y crisis está en los regímenes no democráticos que producen y usan estos crímenes. La defensa de la democracia y de los pueblos comienza con la terminación de las dictaduras.
La realidad objetiva prueba que en las Américas las crisis migratorias que sufren los países democráticos están causadas por las crisis humanitarias provocadas por las dictaduras de Cuba y Venezuela; que la agresión del narcotráfico es realizada y sostenida por las dictaduras/narcoestados de Cuba, Venezuela, Bolivia y Nicaragua; que la desestabilización y conspiración permanentes contra los gobiernos democráticos proviene de esas mismas dictaduras como sistema de crimen organizado trasnacional; que la conspiración permanente contra la estabilidad económica y social se organiza y opera desde las dictaduras castrochavistas exacerbando conflictos y realizando confrontaciones.
Utilizando la representación internacional, las dictaduras de Cuba, Venezuela, Bolivia y Nicaragua que subordinan gobiernos paradictatoriales de Brasil, México, Argentina, Chile y Colombia atacan la paz y seguridad internacionales apoyando -directamente o con abstenciones- la invasión de Rusia a Ucrania y la organización de un bloque mundial contra la democracia activado por Lula da Silva. También lo hacen promoviendo la falsa narrativa contra la lucha contra el narcotráfico y la impunidad de reconocidos criminales a los que promueven en elecciones.
A lo largo de este siglo las dictaduras del socialismo del siglo XXI tienen la iniciativa con acciones -en general delictivas y violatorias de derechos humanos- que producen las crisis de migración, narcotráfico, inseguridad, inestabilidad, crisis sociales y económicas, frente a lo que los gobiernos democráticos son solo reactivos, buscando atenuar los síntomas en lugar de tomar iniciativas frente a las causas. La falta absoluta en la identificación del enemigo y de políticas de estado para el cumplimiento de las obligaciones nacionales e internacionales, es la gran ventaja estratégica que las dictaduras aprovechan hasta ahora.
El extremo de ser reactivos y quedar atrapados en la emboscada de las dictaduras, de poner en crisis a todos y echarle la culpa a la democracia, son las acciones de ayuda a los regímenes dictatoriales de Cuba y Venezuela, la tolerancia con los de Bolivia y Nicaragua, ayudándolos con la esperanza de que se atenué la migración o se liberen algunos presos políticos, o se conceda una promesa de libertad a los pueblos, o la falacia de que en las próximas elecciones -en dictadura- las cosas pueden cambiar.
Los contratiempos que las dictaduras han sufrido en su proceso de crecimiento -que es el mismo de la desestabilización y destrucción de las sociedades libres- se debió solo a factores aislados como la prensa libre que hizo publica la corrupción trasnacional del Lava Jato impune hasta ahora en la mayoría de los países; actuaciones de jueces independientes que condenaron a los delincuentes que detentaron el poder, pero sin lograr ejecutar sentencias por nulidades o encubrimiento; narcoestados señalados pero no recuperados; los intentos de transición a la democracia fallidos en Bolivia y Venezuela por sometimiento de quienes debiendo hacer transición fueron parte del continuismo.
El resultado objetivo es menos democracia y más dictadura y dictaduras. Mas impunidad y pérdida de credibilidad en los principios y valores de la libertad, más narcoestados y narcotráfico con agresiones directas a las sociedades democráticas, crisis en las economías de los países con democracia por el costo de la presión migratoria y delictiva promovida por las dictaduras, imposibilidad creciente de gobernar bien en democracia sin un progresivo sometimiento a las condicionalidades criminales de las dictaduras.
No hay manera que la libertad y la democracia sobrevivan si sus lideres no identifican objetiva y claramente el enemigo y toman iniciativas para cesar la agresión y neutralizar al agresor. Atender solo las consecuencias y no las causas solo agrava la situación. Se trata de entender que la defensa de la libertad y la democracia empieza con la terminación de las dictaduras, como estrategia, objetivo y cumplimiento de las obligaciones contenidas en las Constituciones de cada país democrático y en la Carta Democrática Interamericana, la de Las Naciones Unidas, de la Organización de Estados Americanos, el Estatuto de Roma, la Convención de Palermo y más.
(*) Carlos Sánchez Berzaín es abogado constitucionalista y politólogo. Actualmente es Director del Interamerican Institute for Democracy.