Solo el fin de las dictaduras terminará el oprobio de los presos políticos

bomaher
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Solo el fin de las dictaduras terminará el oprobio de los presos políticos

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Solo el fin de las dictaduras terminará el oprobio de los presos políticos

Por Carlos Sánchez Berzaín (*)

Los presos políticos de los regímenes de Cuba, Venezuela, Nicaragua y Bolivia son parte fundamental de las dictaduras el socialismo del siglo XXI, son el mecanismo con que producen miedo en la población para lograr conductas de sometimiento que de otra forma no serían posibles y son capital negociación internacional. Encarcelar y torturar física y/o psicológicamente a toda clase de personas, falsificando acusaciones, asesinándoles la reputación, extorsionando a sus familias y sometiéndolos a absoluta indefensión, es terrorismo de Estado con crímenes de lesa humanidad, que solo termina con el fin de las dictaduras y la recuperación de la democracia.

En las Américas no hay dictadura sin presos políticos. En las dictaduras del socialismo del siglo XXI la regla es la violación de los derechos humanos y los atentados contra la libertad de las personas que se cometen haciendo desaparecer el estado de derecho y la separación e independencia de los poderes públicos por medio de la creación y operación de un sistema de represión judicializado.

La dictadura de Cuba que ha expandido sus metodologías criminales en el control que tiene de Venezuela, Bolivia y Nicaragua, no ha pasado un solo día desde hace 63 años que detenta el poder sin tener presos políticos, tribunales de justicia convertidos en centros de terror y de tortura, producir sentencias atroces y sacrificar inocentes con el propósito de infundir miedo. Así han producido guerrillas de intervención, terrorismo, narcotráfico, crímenes, internacionalistas esclavos, el exilio de millones, la deserción de miles, la miseria de todos y una elite criminal millonaria e impune.

La historia de Cuba de las últimas seis décadas es la prueba de esa característica tan humana que nadie aprende de experiencia ajena, pero es al propio tiempo vergüenza de tolerancia al crimen por las democracias de la región. Países con notables condiciones de libertad y prosperidad como Venezuela, Bolivia, Ecuador y Nicaragua han seguido y conseguido concretar en su actual realidad objetiva el “sueño cubano”, el paraíso socialista del que los cubanos quieren escapar desde 1959. Los intentos persisten en Argentina, México, Perú, Chile y Colombia con diagnósticos reservados.

Cuba, Venezuela, Nicaragua y Bolivia son dictaduras plenas porque tienen presos políticos. Ahora mismo, más de mil en Cuba, cerca de 400 en Venezuela, más de 250 en Nicaragua y alrededor de 100 en Bolivia. Lo certifican los propios regímenes dictatoriales con la falacia de presentar a los presos políticos como procesados en sus sistemas de justicia donde los jueces son verdugos y los juicios linchamientos.

Para la dictaduras del castrochavismo los presos políticos son parte de su capital para asegurarse la permanencia indefinida en el poder con impunidad y el control de las relaciones internacionales en las que los presos son instrumento de negociación y cambio. Así fue siempre como lo prueban los casos en que el dictador Castro negociaba la libertad de uno o varios presos políticos a cambio de concesiones económicas y políticas como la liberación de Armando Valladares -22 años preso- liberado por negociaciones con el presidente de Francia Francois Mitterrand.

Los presos políticos del socialismo del siglo XXI son permanentemente propuestos por las dictaduras como medios de cambio para recuperar criminales del castrochavismo que están procesados por el sistema internacional o en países democráticos. Las informaciones de prensa indican gestiones para liberar a los sobrinos del dictador Maduro condenados por narcotráfico, lo mismo que para el procesado Alex Saab a cambio de presos estadounidenses que las dictadura ha tomado deliberadamente con ese propósito.

Todos los presos políticos son víctimas y tienen la misma importancia, pero para las dictaduras del castrochavismo tienen diferente valor en su operación criminal. El primer valor es el interno con el que imponen miedo a la población nacional, desmovilizan y desorganizan cualquier posibilidad de recuperación de la libertad por medio de acciones de protesta social, como lo prueban los civiles y militares presos políticos en Bolivia, los ya fugados o liberados de Venezuela y los miles convertidos en exiliados.

El valor internacional está dado por la notoriedad de las víctimas, como en el caso de artistas de Cuba o de los candidatos presidenciales, periodistas y religiosos de Nicaragua cuyo número sigue en aumento, o de los estadounidenses en Venezuela. Para mantener su capital las dictaduras usan el sistema de “puerta giratoria” que consiste en liberar algunos y apresar más.

Esto es barbarie, crimen y vergüenza, que demuestra que la manera de liberar a los presos políticos es terminar con las dictaduras.

(*) Carlos Sánchez Berzaín es abogado constitucionalista, politólogo. Actualmente es Director del Interamerican Institute for Democracy.

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