Mi amigo Eduardo Pérez Iribarne SJ

bomaher
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Mi amigo Eduardo Pérez Iribarne SJ

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Mi amigo Eduardo Pérez SJ

Por Hernán Maldonado

El sacerdote jesuita Eduardo Pérez Iribarne cumplió la semana pasada 80 años y sus empleados y amigos de Radio Fides le hicieron un discreto pero bonito homenaje. Habría disfrutado estar allí. Hace décadas que no nos hemos visto.

Nunca supe, desde que lo conocí, si es más sacerdote o es más periodista. De lo primero no tengo mucha constancia, pero de lo segundo, lo afirmo sin duda alguna.

Hace menos de 5 años que “colgó la pluma”, o más propiamente, “el micrófono”, cansado –como reveló en una entrevista- de estar hablando todos los días “sobre delincuentes”, en obvia referencia a miembros de la cúpula masista gobernante.

En sus últimos años frente a los micrófonos fue un ardoroso defensor de la libertad de prensa y expresión y queda para la eternidad la etiqueta que le enrostró a Evo Morales y sus capangas: “El verdadero Cartel de la Mentira, está en Palacio de Gobierno”.

Su inmensa obra en Bolivia a través de programas sociales como “por una sonrisa”, en las navidades paceñas dirigida a los niños pobres, o la Vueltas en Bicicleta que patrocinó, serán recordados por siempre, porque jamás han sido imitadas.

Pero donde sembró cátedra fue en sus espacios radiales con programas inolvidables como el “Hombre Invisible” o el Café de la Mañana.

El hombre invisible reapareció en su octogésimo aniversario natal, con el cabello cano y de lento andar (como cantaba Piero), pero con la lucidez de siempre.

Al verlo, me retrotraje a los años 60 cuando una noche lo conocí, recién llegadito de su España natal. Un taxi había atropellado a don Julio Borelli y me hice cargo del informativo nocturno de la Corporación Deportiva.

Eduardo me sugirió agilizar el programa con un espacio dedicado a una pregunta sobre un deportista cualquiera. Debía dar al oyente ciertas pistas y si identificaba al personaje, sería acreedor a un long play.

Eduardo pensaba que ganaríamos más audiencia. Una noche lo hicimos dando pautas y al primer teléfonazo surgió una dama para exclamar: “Es René Rada, jugador de 31 de Octubre”. Fue un fracaso.

Ocurrió que un empleado de la radio nos había oído identificar al personaje, lo transmitió a su mujer y esta lo reveló al tiro nomás (como diría un chileno).

Pasaron los años y no supe nada más de Eduardo. Un día recibí una llamada suya en mis oficinas de Caracas, como corresponsal de la United Press International. Almorzamos en mi apartamento y me contó que estaba de paso rumbo a España para asistir al cumpleaños o la boda (no recuerdo bien), de su hermana menor María del Mar (Hermoso nombre).

Me dijo también que había estado en Chile para ofrecer a Dios sus últimos votos sacerdotales. O sea que ya era un cura hecho y derecho.

Tras otra andanada de años, volvimos a encontrarnos en 1982 en la Habana. Descubrí que allí estaba como corresponsal de la Agence France Presse para la cobertura de los Juegos Centroamericanos y del Caribe.

Un domingo me invitó a que acudiéramos a la misa en la catedral. En la inmensa nave central no había ni una docena de personas. Unos cuantos bancos delante nuestro estaban dos ancianas escoltando a un abuelo. En media misa, el anciano se desmayó y ante las azoradas mujeres, Eduardo y yo nos abalanzamos para ayudarlas, ante la impavidez de dos jóvenes que más atrás, obviamente eran policías del régimen, curiosos de identificar a los “contrarrevolucionarios”.

Otro día no citamos a la célebre Bodeguita del Medio para probar el famoso “mojito cubano”, junto con otros periodistas, Juan Carlos Salazar, de la dpa, y de Eduardo Gallardo, de la Associated Press (En otra ocasión ya les mostré la dedicatoria que ellos me hicieron en el mantelito individual).

Nunca más volvimos a coincidir, aunque siempre seguía sus actividades y supe de la vez que quisieran matarlo los esbirros de Luis García Meza en sus propias oficinas de Radio Fides.

Mentiría si dijera que jamás escuché que alguien no se quejara de él, sobre todo cuando ejercía como empresario mezquino, quizás apremiado por las deudas siempre crecientes de una empresa que empezó a caminar con pasos de gigante, desde los años en que Fides, según su propia historia, era “una radioemisora parroquial”.

Sea lo que sea, Pérez Iribarne sembró en Bolivia una gran semilla y su apego a la verdad periodística quizás sea reconocita solo posteriormente.

Una pequeña gran muestra de ella. El año pasado uno de sus periodistas anunció que lo entrevistaría a raíz del escándalo de un jesuita acusado de pederasta. No acudió. El periodista reveló que se lo había prohibido la Compañía de Jesús, pero que Eduardo le había recomendado: “Dí, tú, todo lo que tengas que decir”.

¡Feliz cumpleaños, Eduardo!

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