El mudo debe hablar (cuento)

bomaher
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El mudo debe hablar (cuento)

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El mudo debe hablar (cuento)

Por Hernán Maldonado

Escuchaba campanas, pero no sabía dónde. Era en los pocos instantes en que podía conciliar el sueño. Su teléfono no cesaba de repicar. “Mantenme informado, hermano”, concluía.
Lo mismo pasaba con su jefazo, en permanente comunicación con “El Gallo”, el embajador cubano. ¿Qué pasa con los militares?, le preguntaba, nervioso, a su ministro de Defensa. “Todo bajo control. Nada anormal”, le respondió.
Eran días de incertidumbres, de miedos contenidos, de olor a traición…
Todo había empezado el 20 de octubre. Esa noche desde el TSE le informaron al jefazo que el resultado de la elección se encaminaba a una segunda vuelta. “No puede ser, ¡carajo!”, gritó.
“No puede ser”, le copió, como para calmarlo, su vice. Todo está arreglado para que… ¡Paren el cómputo!, Mexicanos de mierda, ordenó el Procurador.
Muy tarde pió el pajarito. La ciudadanía era ya consciente de que había votado el fin de la era cocalera en el gobierno. En la embajada venezolana el personal estaba en máxima alerta. Las comunicaciones con la sala situacional en Caracas estaban abiertas.
Cuando se reanudó el cómputo apareció que el perdedor aparecia ganando en la primera vuelta. Nadie lo podía creer.
La protesta se hizo general. El fraude fue descarado. En Potosi se descubrieron depósitos de votos y actas fraudulentas. Comenzaron las movilizaciones populares, con Santa Cruz a la cabeza. Primera vez que casi un millón de personas se concentraron al pie del Cristo Redentor.
En La Paz, amas de casa y jóvenes estudiantes empezaron con bloqueos con neumáticos usados atados a pititas. El jefazo no se amilanó ante ellas. Creía tener el sartén por el mango. Soberbio y altivo, dijo que él les enseñaría a hacer verdaderos bloqueos recordando sus tiempos de vándalo cocalero en el valle cochabambino.
Pero la bronca crecía como la espumita. El 26 de octubre, el jefazo amenazó: Vamos a cercar las ciudades, a ver si aguantan. Un día después, ingenieros bolivianos especialistas en informática, divulgaron los primeras pruebas del colosal fraude. Fue como echar gasolina al fuego.
El régimen sacó a sus huestes a desbaratar las protestas ciudadanas y en Montero fueron muertos a balazos Mario Salvatierra y Marcelo Terrazas. Otros cuatro fueron heridos de bala.
El 6 de noviembre cocaleros traídos del Chapare sobrepasaron un cordón policial cochabambino tratando de aplastar a los pititas bloqueadores. En defensa de estos ciudadanos aparecieron los miembros de la Resistencia Juvenil Cochala que desbarataron los planes asesinos.
En Potosi, Sucre y Tarija los jefes policiales se negaron a meter bala a manifestantes pacíficos solo armados de banderas bolivianas y pititas y pronto toda la policía se amotinó. Los nervios en la cúpula cocalera gobernante iban acrecentándose. Apeló a sus matones tarifados que emboscaron una caravana de mineros y ciudadanos potosinos que iban a reforzar a los pititas en La Paz. Baleados, apaleados. Algunas violaciones, fueron el saldo de la represión-
Los ánimos iban caldeándose a medida que pasaban las horas. Sin la policía, el régimen ponía sus ojos en los militares porque sus hordas criminales, como ocurrió en Cochabamba y en la ruta entre Oruro y La Paz, no tenían la preparación para restablecer el orden.
Aun asi, la dirigencia cocalera le ofreció al jefazo mandar a La Paz a 2.000 hombres para aplastar el movimiento pitita.
¡Hable con el comandante de las fuerzas armadas para que alojen y alimenten a esa gente!, ordenó el jefazo a su ministro de defensa.
¡Ah! Y mándeme al general K, quiero hablar con él directamente, dijo el jefazo cuando le insinuaron que debía reunirse con el alto mando militar. Tenía entre las manos una papa caliente.
Pocos sabían que la noche anterior, el jefazo se había reunido clandestinamente con “El Gallo”, quien le prometió todo el apoyo de La Habana. El embajador, uno de los más prominentes miembros de la inteligencia cubana, no le sugirió, pero dejó entrever una solución “a la venezolana” en esas horas de crisis. La recordó con lujo de detalles cómo se produjeron los hechos aquél 11 de abril de 2002 cuando el déspota Hugo Chavez Frías fue desalojado del poder.
Fue una astuta estratagema. Tras una masiva marcha opositora en la que murieron 19 personas, Chávez fue “obligado” a renunciar por militares que lo condujeron a la isla de la Orchila. Los que asumieron el poder fueron los empresarios, porque los políticos tiraban cada quien para su lado. En 48 horas no pudo establecerse el nuevo gobierno, porque las pugnas alcanzaron a los mandos militares.
El general Raúl Baduel (asesinado el año pasado por el chavismo), jefe de la poderosa guarnición de Maracay, seguía reconociendo a Chavez y el gobierno de Pedro Carmona Estanga duró 48 horas. Chavez volvió triunfante y el “golpe” la sirvió para saber qué militares le eran leales y sobre cuyas armas y hombros afianzaria su dictadura. La farsa quedó descubierta cuando su ministro de Defensa, General Lucas Rincón Romero, quien le había pedido públicamente su renuncia, fue nombrado por largos años embajador de Venezuela en Portugal. ¿?
El jefazo escuchó atentamente y ahí mismo esbozó la idea. Crear un vacío de poder para que transitoria e inconstitucionalmente asuma un militar quien le restituiría eventualmente en el cargo como el único capaz de devolverle la paz social al país, tras lo que eran ya 21 días de paralización. Estaba hecho. Todos en la sucesión presidencial debían renunciar.
Fue entonces que el general K se le presentó. El jefazo le preguntó de sopetón si las FF.AA. le eran leales. “Si, hermano presidente”. Fue la respuesta, aunque el mismo no estaba seguro, porque había escuchado que muchos de sus miembros no estaban de acuerdo en alojar y alimentar en los cuarteles a 2.000 cocaleros que llegaban para apalear a opositores. Tampoco tuvo el coraje de decirle a su jefazo que los militares no tiene capacidad policial para restalecer el orden y que si salían a las calles sería a meter bala.
El astuto vice, presente en la charla, le sugirió que se le encargaría de la presidencia mientras se normalizaba la situación y que le devolvería la presidencia al hermano presidente. “Algo así, como ocurrió con Chavez en Venezuela”, le dijo. Socarronamente le sugirió: “Además, así sabríamos quienes son nuestros enemigos, los suyos en la comandancia, mi general”.
El general respondió: No es una decisión que pueda tomarla personalmente. Debo consultar con el alto mando militar”, dijo preocupado y se retiró.
Su edecán lo despertó pocas horas después. La OEA acaba de pronunciarse de que hubo fraude en las elecciones, le dijo. El militar recibió al ministro de defensa, quien quería saber de lo conversado con el jefazo la noche anterior. El sujeto, más parecido a un matón de barrio, no gozaba de las simpatías del generalato. No le soltaron prenda.
El vice, al promediar la mañana informó a Cristina Kirchner que era gravísimo lo de la OEA y que el jefazo decidió renunciar. Imposible saber a qué hora el jefazo la dio esa información. Se regó como la pólvora. La COB le pidió abiertamente la renuncia. Los “patria o muerte” escaparían cobardemente dejando a sus huestes.
Antes de escapar al Chapare, el jefazo sabía ya que un sector de las FFAA lo desconocía y desde El Alto, ya con los pies en polvorosa, el cocalero le comunicó al general K que renunciaba, este convocó al alto mando y les dio informe breve de los acontecimientos, y ya con el conocimiento cierto de los que el jefazo decidió, anunció al país que los militares le recomendaban renunciar… NUNCA le exigieron renunciar.
Pero tampoco sabía qué hacer… solo se quedó escuchando los informes de las renuncias del vice, de los presidentes de las cámaras de senadores y diputados, del vacío de poder del que estaba consciente de que se produciría, pero no contaba con la astucia de Tuto Quiroga (Esto ya es otra historia que el mismo nos lo ha contado).
(Ojalá sepamos algún día el cuento del general K, quien ha desaparecido y quizás está a buen recaudo en algún refugio caribeño)-
Febrero 20, 2022

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