The Strongest y el muchachito

bomaher
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The Strongest y el muchachito

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The Strongest y el muchachito

Por Hernán Maldonado

El 2013 al cumplirse un nuevo aniversario del club, en las redes sociales apareció una linda historia de The Strongest.
Una de las fotos que incluye muestra el edificio sito en la esquina de la Comercio y la Colón como la sede. Tengo mis dudas, pese a que los colores parecen confirmarlo.

La sede del equipo, que yo conocí, estaba en el edificio de al lado, sobre toda la Comercio (ahí estaba la puerta de entrada) frente a la plazoleta de la Obispo Bosque, que muchos años albergó el mercado de Flores, a la salida de la iglesia de La Merced.

Ignoro si después el club adquirió el inmueble de la esquina, en cuyos altos funcionó por muchísimos años el Instituto Arrieta, cuya entrada esta sobre la Colón. También ignoro si esos inmuebles los vendió para irse a Cota Cota.

En la vieja sede, casi de frente a la entrada en el salón donde se exhibían trofeos, placas y banderines del equipo, estaba la estatua de un muchachito descalzo con rostro sonriente y una gorrita. El bronce brillante contrastaba con los toques negros de la estatua que mostraba a un niño de unos 12 años.

¿Por qué estaba allí, como dando la bienvenida a los socios, amigos o visitantes de The Strongest?

Uno de los viejos socios me contó la anécdota, allá por los primeros años del 50.

El muchachito un día se apareció en los camerinos de los jugadores declarándose hincha del equipo. Parecía que tenía el oficio de lustrabotas. Nadie pareció prestarle mucha atención, hasta que se le ocurrió decir: Esta tarde vamos a ganar.

… Y el equipo ganó.

Al siguiente domingo volvió a aparecer y bromeando el entrenador le preguntó: ¿Y ahora qué pronosticas?
Vamos a ganar, fue la respuesta. Y sucedió.

Para el tercer domingo el muchachito ya era mimado y receptor de helados y caramelos. …Y vamos a ganar. Y se cumplió.

Como para la sexta jornada de triunfos, el muchachito era un privilegiado en los camerinos.

Los jugadores hacían precalentamiento pasándose la pelota el uno al otro. En una de esas, un pelotazo fue estrellarse en el rostro del niño que estalló en llanto.

--El presidente del club, que era uno de los que mimaba al precoz, se llevó las manos a la cabeza y exclamó: ¡Carajo. Nos jodimos!

El equipo perdió su invicto.

Después de eso, ya nada fue igual, pero los dirigentes decidieron inmortalizar en bronce al muchachito stronguista.
¿Existirá todavía esa estatua?

PD. Y usted es un viejo como yo… si recuerda que The Strongest entraba a la cancha con su vicuña.

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