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"OPINIONES Y ANALISIS"

LAS TRES GENERACIONES DE PARTIDOS EN EL SIGLO XX

Salvador Romero Ballivian

El estudio de los partidos políticos constituye una de las áreas mejor desarrolladas de la ciencia política: los modos de funcionamiento, las relaciones con la democracia, las fracturas que les dan nacimiento, el modo cómo se insertan en las culturas y a las vez cómo las moldean representan algunos de tos campos privilegiados. Incluso en Bolivia, la comprensión de los fenómenos partidarios es una de las áreas preferidas en diferentes enfoques: desde e! análisis de las posiciones ideológicas, su lugar en la democracia hasta las monografías partidarias. En cambio, pocos trabajos se han interesado en la estructura del sistema partidario y, menos aún, en su origen.

El articulo busca contribuir a llenar parte de los vacíos, proponiendo entender el surgimiento de los partidos entres generaciones a lo largo del siglo XX.' En efecto, los movimientos políticos más descollantes no nacieron al azar de fechas o de acontecimientos banales o frívolos: como intuyeron y demostraron Stein Rokkan y Seymour Lipset, las formaciones surgieron al amparo de una crisis política, económica y/o social para la cual ofrecieron una respuesta.2

El texto, en su brevedad, busca ofrecer las bases para comprender el sistema partidario en el siglo XX y explicar la aparición de los principales partidos agrupados en tres grandes generaciones, excluyendo látase liberal, cuyo gobierno comienza en las postrimerías del siglo XIX. La primera nace luego de la guerra del Chaco; la segunda se forja a lo largo de los años 1970, mientras que I a última se conforma desde finales de la década de 1980.

Algunas precisiones se imponen antes de entrar en materia. El texto privilegia el estudio de las condiciones de nacimiento de las generaciones partidarias más que la evolución o las especificidades de cada uno de los partidos. Puede reprocharse al artículo de ignorar una multitud de formaciones, aunque la mayoría de aquellas no consideradas pesaron poco en el destino nacional o se escindieron de troncos aquí vistos. También es oportuno indicar que a una generación de hombres políticos no corresponde necesariamente una generación de partidos.

La estructura del análisis parte de una rápida revisión de! modelo desarrollado a partir de los trabajos de Seymour Lip&et y Stein Rokkan para después considerar las citadas tres generaciones de partidos bolivianos del siglo XX.

FUNDAMENTOS TEORICOS PARA UN ANALISIS DE GENERACIONES DE PARTIDOS POLITICOS

En su obra sobre los partidos políticos, Maurice Duverger observaba que, aunque no siempre existe bipartidismo, muchas veces puede distinguirse un dualismo de tendencias mientras las soluciones intermedias tienden a adherirse a una u otra corriente. Al mismo tiempo, afirmaba que las oposiciones dualistas entrecruzadas pueden dar lugar al mullipartidismo.5 Esta intuición fue explotada luego por Lipset y Rokkan para proponer un enfoque multidimensional capaz de explicar el nacimiento de formaciones políticas a partir de cuatro líneas de fractura dependientes a su turno de dos revoluciones: la nacional y la industrial.

La revolución nacional, vale decir el proceso de construcción de un Estado central fuerte, dueño de! monopolio de la violencia legítima para retomar el concepto de Max Weber y de la instrucción en una alta cultura según Ernest Gellner, crea dos conflictos. El primero opone el centro creador de una cultura nacional estándar a las poblaciones periféricas, ya sea porque éstas presentan rasgos distintos de los edificadores del nuevo poder o por su situación desfavorecida en el nuevo Estado. El segundo enfrenta al Estado con ios privilegios corporativos de la Iglesia. La defensa de estas cuatro posiciones da lugar a cuatro tipos de partidos: los nacionalistas favorables a un Estado vigoroso, las formaciones culturalistas, autonomistas o federalistas que les resisten, los partidos defensores de la Iglesia o su doctrina y, por último, aquellos que colocan una concepción laica de la vida política, social y económica como fundamento de su ideología.

A estas oposiciones de carácter territorial, se suman las dos funcionales nacidas con la revolución industrial que dio lugar al crecimiento urbano y al desarrollo de una clase proletaria. Dos líneas de conflicto asoman. Una opone los intereses del mundo rural, desplazado y debilitado frente a las exigencias de la ciudad y la industria. La otra, más difundida, consiste en el enfrentamiento entre los obreros, los grupos desposeídos en estrecha relación con los sindicatos, contra los sectores intermedios y la burguesía. El entrecruzamiento genera respectivamente partidos agrarios que no tienen un contrapeso específico en formaciones de ideología "urbana" y, de manera más clásica, partidos socialistas y conservadores que muchas veces fusionan con los de orientación liberal.

La somera presentación del modelo de Rokkan y Lipset permite comprender mejor el surgimiento de las generaciones de partidos en Bolivia, y no únicamente porque la inclusión de muchas formaciones a las descritas líneas de tensión resulte fácil. Una crisis decisiva sobre temas centrales que atañen al destino de la sociedad obliga a los actores a definirse, a escoger un campo. La contraposición de intereses constituye el substrato sobre el cual nacen los partidos, frecuentemente con ideologías distintas para resolver los mismos problemas. Las generaciones de partidos no se reemplazan automáticamente, aunque una nueva línea de ruptura social, económica o política pueda poner en aprietos a una corriente que ve desplazadas sus preocupaciones del escenario político. Sin embargo, los actores políticos pueden siempre actualizar, si la coyuntura ayuda, sus temas fundadores u ocupar un espacio en las nuevas vertientes del debate.6 Conviene subrayar que un partido puede quedar atravesado por las fracturas ajenas a las que le dieron origen y dar lugar a conductas a priori inesperadas. Así, por ejemplo, la importancia de la disciplina internacional para el PIR se acercó a sus adversarios liberales en Bolivia durante la II Guerra Mundial y lo alejó de potenciales aliados locales.

Aunque el caso boliviano ofrece matices que lo desvían del modelo elaborado por Rokkan, sus singularidades no impiden recurrir a él con provecho. El estudio de las diferentes generaciones partidarias permitirá entender mejor la dinámica descrita.

PROLEGOMENOS A LA PRIMERA GENERACION

Desde la Independencia hasta entrada la segunda mitad del siglo XIX en América Latina y en Bolivia en particular, no existen partidos políticos, opacados por el caudillismo. Esta situación responde a la descomposición del Estado español por la prolongada guerra que socavó las bases de una administración regular, a la debilidad

consiguiente de las autoridades centrales y a la concentración del poder social. Ante la fragilidad institucional, surge el caudillo, bárbaro o letrado para recuperar los términos de Alcides Arguedas, que consigue tejer las más sólidas redes de lealtad personal y se sustenta en el poder mediante la represión de los adversarios.

Luego de la guerra del Pacífico (1879), se formó en Bolivia un primer sistema partidario con cierta estabilidad, organizado alrededor de dos polos: el conservador y el libera!. El avance institucional del país, a pesar de sus límites, nació de manera inmediata como una respuesta al tipo de política, bélica o de compromiso, que debía seguirse

ante Chile. Sobre ella, se cristalizaron visiones diferentes de la sociedad, más tradicional para los conservadores, más abierta al cambio y a la ciencia para los liberales. Esta confrontación no eliminaba varios elementos compartidos: primacía del poder civil, creación de un Estado moderno y centralizado, inserción en el mercado mundial y un juego político restringido, aunque apegado a ciertas reglas (elecciones periódicas, relativa tolerancia para los adversarios, etc.)." El enfrentamiento bipolar que provino de la crisis de la derrota y la necesidad de encarar una construcción estatal sólida sufrió sus primeros resquebrajamientos en la década de 1920, aun antes de la formación de la primera generación de partidos del siglo XX, cuando los liberales fueron derrocados por los republicanos, liberales disidentes,

 

LA PRIMERA GENERACION

Como señaló Alain Rouquié, el escollo mayor sobre el cual se quebró la estabilidad institucional de las "repúblicas oligárquicas" entre 1920-1930 fue las demandas para ampliar el universo político que amenazaban el control de las elites, también contestado por la emergencia de asociaciones populares horizontales como los sindicatos.'' Los nuevos actores sociales como los universitarios, maestros u obreros introdujeron exigencias nuevas que se alejaban del liberalismo clásico. A la vez, partidos socialistas y organizaciones sindicales vieron el día con un vigor superior al que era dable esperar atendiendo el escaso grado de desarrollo económico del país.'" Incluso la creación del Partido Nacionalista del presidente Hernando Siles trató de abrir un espacio para las sensibilidades de jóvenes intelectuales."

Si las evoluciones descritas recuerdan los procesos conocidos por otras Repúblicas latinoamericanas en las primeras décadas del siglo, el sistema boliviano se derrumbó de un modo particular por los efectos de la guerra del Chaco (1932-1935). Ella enterró un armazón partidario que en otros espacios sobrevivió con concesiones a las nuevas fuerzas. La derrota reveló el fracaso del orden establecido, incapaz de conducir exitosamente el conflicto. Más aún, como años antes la 1 Guerra Mundial para los países europeos, tuvo un carácter "democrático" e industrial pues involucró a todos los grupos sociales y dejó un saldo trágico de víctimas,12 Movilizó a los hombres con un carácter general y el sistema político permanecía restringido, exaltó a los combatientes en nombre de la nación, y ésta fue vencida. La doble frustración preparó un terreno legitimo para mensajes democráticos, radicales y nacionalistas, al mismo tiempo que corroía la defensa del ordenamiento vigente.

La guerra engendró en los combatientes el sentimiento que la estructura del país, caracterizada por la concentración del poder económico, la estrechez del juego socio-polHico para los grupos medios y para las organizaciones proletarias, el aislamiento del campesinado sometido a dominaciones arcaicas, el desigual desarrollo regional requería profundas transformaciones. El descontento con este cuadro y la voluntad de cambio constituyeron la base sobre la cual se formó la primera generación de partidos, que encararon soluciones distintas, incluso opuestas, para los mismos problemas.'-'

En el transcurso de este proceso, los partidos tradicionales perdieron sus clasicas bases de apoyo, que fueron también las del régimen: los grupos urbanos intermedios. Decepcionados con el estancamiento socioeconómico de pre-guerra y las insuficiencias de la elite durante el período bélico, se abrieron a vientos renovadores. Se convirtieron, junto a los mineros, en uno de los principales terrenos de proselitismo de las nuevas formaciones, que comulgaron en una retórica de regeneración y justicia social. En el otro polo del escenario, las tesis de la izquierda radical como la reforma agraria o la nacionalización de las minas exigidas por Tristón Marof, marginales hasta entonces, extendieron su audiencia. La voluntad de remediar las grandes debilidades del país, reveladas por la guerra, introdujo en el campo de lo posible ideas que quizá no habrían abandonado círculos estrechos y aislados sin el impacto de la derrota.

Los ensayos iniciales de reforma no provinieron empero de los sectores civiles, sino de los militares que derrocaron al liberal José Luis Tejada Sorzano (1936). Los golpes de Estado ya no tuvieron un horizonte limitado de carácter "correctivo", sino una ambición de introducir cambios más substanciales. Aunque desprovistos de una orientación definida nítidamente, estos intentos marcaron una primera ruptura con las concepciones del liberalismo, ya debilitadas por el acontecer mundial en los años 1930. La oscilante conducta del ejército alentó a las nuevas generaciones a crear sus propios instrumentos políticos que respondiesen más cabalmente a sus aspiraciones.

Los nuevos partidos tardaron en cristalizar esta efervescencia y varios intentos fracasaron, como el Partido Socialista de Enrique Baldivieso, que reunió a numerosas personalidades que participaron en el gobierno de Hernando Siles y apoyaron los intentos reformadores del "socialismo militar"'. La polarización política de la post-guerra destruyó al partido y probó las dificultades para encontrar una vía de centro en esa época. A comienzos de la década de 1940, los principales partidos representantes de esta generación ya se fundaron: el Partido Obrero Revolucionario (POR, 1938, José Aguirre), el Partido de la Izquierda Revolucionaria (PIR, 1940, José A. Arce, Ricardo Anaya), la Falange Socialista Boliviana (FSB, 1938, Unzaga de la Vega) y el Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR, 1941, Víctor Paz, Hernán Siles, Wálter Guevara, Carlos Montenegro, Augusto Céspedes).

La irrupción de la primera generación alteró el paisaje político pues introdujo dos líneas de conflicto. Una opuso los partidos "tradicionales" que depusieron sus divergencias para conservar el modelo de sociedad vigente, a los nuevos partidos, favorables a cambios importantes. Otra dividió a la primera generación entre marxistas y nacionalistas, trazando fronteras difíciles de superar. La existencia de dos ejes de rivalidad explica parte del fluido juego de alianzas en la década de 1940, incapaz empero de ocultar la polarización entre un MNR cada vez más radicalizado y los herederos del liberalismo, agrupados en el Partido de la Unión Republicana Socialista (PURS).

El denominador común de la primera generación fue el desencanto con la filosofía liberal, tanto en el campo político como en el económico, en consonancia con la evolución mundial de los años 1930. En el campo económico, la crisis de 1929 abrió la ruta a la intervención estatal en reemplazo de un deficiente mercado. En el político, la democracia dejó de aparecer como el régimen ideal, o perdió cuando menos su estatus privilegiado frente a la ofensiva fascista y al "encanto universal" de la Revolución Rusa. La variedad de modelos

políticos amplió su gama. El fascismo tuvo algunos admiradores, pero más fuerte fue el llamado del comunismo, pro-soviético o trotskista, y el impacto de la revolución mejicana. Esta permitió a Raúl Haya de la Torre formular las bases de un movimiento político de amplia base popular y multiclasista, con una activa contribución de las clases medias. Aunque pensó su partido para el Perú, sus ideas y prácticas influyeron en otros países del continente.

Dentro de estos lineamientos, en Bolivia se esbozaron dos respuestas para los nuevos desafíos: la marxista, defendida por el PIR y el POR, y la nacionalista expuesta por FSB y el MNR. La primera, independientemente de las divergencias entre la línea moscovita y la trotskista, postuló una ruptura de fondo con el sistema liberal, planteando como objetivo final la instauración revolucionaria de una sociedad comunista. Las propuestas radicales del PIR, la reforma agraria, la nacionalización de las mina, la planificación de las principales actividades económicas y la extensión del voto no traducían la ambición inmediata por llegar al régimen comunista. Pretendían preparar el terreno extendiendo el papel del Estado, aunque sin suprimir al sector privado. Sus planteamientos sedujeron al movimiento obrero, y ganaron espacio en capas medias, confirmando al mismo tiempo el malestar con la situación de post-guerra. En 1940 la candidatura de Arze hizo frente a la del general Enrique Peñaranda y logró alrededor de un décimo de los sufragios. El PIR impuso en el escenario político temas que se plasmaron en la revolución de 1952, pero cuya aplicación tradujo el espíritu reformador de la segunda corriente, que debe ser vista más de cerca por su influencia en la historia nacional.

E! segundo grupo se encontró animado por una voluntad de corregir las estructuras tradicionales del país, antes que por la elaboración de un modelo substancialmente diferente del régimen demo-liberal. Ello explica la moderación inicial de las medidas sugeridas por el MNR y sus violentas arremetidas conira la "Rosca". Su estrategia le permitió penetrar en estratos medios urbanos. Sin embargo, el tono elitista, estatista y reformador cedió al canto de sirenas radical por la convergencia de dos grandes factores. Por un lado, el MNR comprendió que sus iniciativas gubernamentales impuestas desde arriba tuvieron una duración limitada por la reacción de las élites tradicionales, como ejemplificó su contribución en la administración de Gualberto Villarroel (1943-1946). Para dotarse de una base más solida, adopto posiciones tajantes que lo acercaron a los trabajadores. Por otro lado, el movimiento obrero, en especial minero, comprendió que la orientación de los gobiernos no era indiferente a su situación. Entonces buscó un aliado político para mejorar sus condiciones: el MNR.'^

El éxito del MNR respondió indudablemente, además de los factores citados, a los errores del PIR y también a la relación conflictiva que liga al comunismo con la burguesía, que fue una de las bases del atractivos de esa corriente política en el mundo. La burguesía, entendida como una figura central de ia modernidad política y económica, fue objeto del rechazo comunista que criticaba el formalismo de su régimen político y la explotación del proletariado por su modelo económico." Ahora bien, en Bolivia, una de las metas frecuentes de los partidos de la primera generación consistía en el desarrollo de una burguesía ''nacional", no es su destrucción, y en el alcance de la democracia antes que en su superación. Partidos nacionalistas e incluso marxistas coincidían en esta concepción, lo que Jugaba en favor de las primeras, que sostenían más claramente esta postura.

El MNR debe ser comprendido como una ilustración de los movimientos nacional-populares que constituyen los representantes

políticos más característicos de América Latina durante más de medio siglo.'" El proyecto y parle de las acciones gubernamentales del MNR se inscriben en un modelo que se caracteriza por su esfuerzo por incorporar las fuerzas y las demandas sociales dentro de un Estado que las controle, frecuentemente mediante ia subordinación de sindicatos y otras asociaciones al poder central. Asimismo enfatiza en las políticas desarrollistas, creadoras de un Estado que permita superar las contradicciones y riesgos de fractura de ia sociedad, por la búsqueda de la integración nacional y por la defensa de los intereses populares. Los regímenes nacional-populares conducen con frecuencia a una indiferenciación del Estado, del sistema político y de las fuerzas sociales, así como a la coexistencia de objetivos modernizadores, económicos y nacionalistas. Las gestiones de Víctor Paz y de Hernán Siles (1952-1964) ilustraron ampliamente este modelo político, que en Bolivia adquirió un aspecto original por la profundidad de los cambios introducidos por la Revolución de 1952.

LA SEGUNDA GENERACION DE PARTIDOS

Los partidos de la primera generación dominaron el escenario político desde los años 1940, desplazando a sus rivales, que desaparecieron brutalmente con la revolución de 1952. Hasta entonces los debates giraron entorno a la crisis de las instituciones liberales. A partir de ahí" la discusión se centró en el sentido, ¡as estrategias y la profundidad de los cambios que la toma del poder revolucionario permitía realizar en el Estado y la sociedad. El primer debate se produjo dentro del victorioso MNR, siendo al comienzo desfavorable para el ala derecha del partido, temerosa de medidas como la reforma agraria. Luego, el sector de izquierda fue contenido gracias a un acercamiento con los Estados Unidos y una vigilancia del sindicalismo. Triunfó finalmente un enfoque desarrollista, proseguido con fuerza por los gobiernos militares a partir de 1964.

La segunda generación, florecida en los años 1970, partió de la consolidación de las líneas maestras diseñadas por ios gobiernos del MNR. El juego político se organizó, en el clima épico y tenso de finales de los años 1960-1970, al rededor de la dirección que debía tomar el país post-revolucionario. La convicción que el proceso de 1952 concluyó, la necesidad de definir un nuevo rumbo, la voluntad de alejarse de las formaciones existentes y una visión violenta de I a política constituyeron los rasgos dominantes de la segunda generación.

La Revolución de 1952 formuló promesas generosas, enarboló los valores de la igualdad, la justicia, la liberación nacional y el progreso. Quedó atrapada, al igual que la Revolución Francesa, en la contradicción entre su movimiento y su principio, su dinamismo que llevaba a nuevas desigualdades y ias bases de su legitimidad; también, como su antecesora, erigió a la Revolución menos en el paso de un mundo al otro. que en una cultura política indisociable de la democracia.' La segunda generación de partidos le exigió cuentas por la brecha entre el ideal y la realidad. Desde la izquierda, la juzgaron insuficiente e incompleta, aún distante del ideal de la nación libre y justa. El katarismo denunció la Ilusión del mejoramiento campesino: el hombre del campo fue atrapado en otros mecanismos de control. Por último, la derecha aunque se hizo discreta por temor a nuevos cambios drásticos, ofreció un crecimiento económico acelerado. En claro, los partidos de la segunda generación criticaron a la Revolución por las promesas no cumplidas y, según su ideología, anunciaron las recetas para superar ese estado.

0tro elemento merece aquí ser considerado. El fin de la II Guerra Mundial marcó en América Latina una ola de democratización

y el apogeo de los movimientos nacional-populares. Para fines de los años 1960, el panorama cambió. En muchos países, las formaciones de cuño populista había expuesto sus límites para acceder o conservar el poder ante reacciones conservadoras; en lugares donde el movimiento triunfó, las críticas tampoco faltaron, como en Bolivia. Al mismo tiempo, otras experiencias y acontecimientos llamaban la atención: la revolución cubana, la teología de la liberación, mayo de ¡968. Presentado de manera distinta, si los partidos nacionalistas y socialistas fueron más allá de las propuestas liberales entre 1930-1940, la radicalizacion de los años 1960 señaló la insatisfacción con el balance de las agrupaciones creadas décadas antes.

En América Latina, los militares iniciaron gestiones de reforma social (seguidas, en general, de gobiernos de signo contrario), mientras en los partidos cobraban fuerza las alas extremas o se desprendían ramas disconformes con la actitud moderada de las direcciones.2" Bolivia conoció estos procesos con los gobiernos de Ovando, Torres, Banzer, la pérdida del MNR de sus jóvenes intelectuales inquietos como Rene Zavaleta, o el desprendimiento del Partido Demócrata Cristiano de ios jóvenes contestatarios que luego formaron la espina dorsal del MIR.21

Como ocurrío con el anterior conjunto partidario, los problemas comunes recibieron respuestas diferentes, que pueden clasificarse en tres grupos. El primero incluye el Partido Socialista (PS, 1971, Marcelo Quiroga Santa Cruz) y el Movimiento de la Izquierda Revolucionaria (MIR, 1971, Jaime Paz, Oscar Eíd, Antonio Aranibar). Ambos partido:. reivindicaron su pertenencia a la izquierda, llamada a cambiar la estructura socioeconómica y política del país. El segundo está compuesto por Acción Democrática Nacionalista (ADN, 1979), que asumió la obra del gobierno de Banzer y prometió proseguir un desarrollo económico rápido y ordenado. Los contrastes políticos e ideologicos entre los dos grupos partidarios no permite amalgamas, pero ellos compartieron la misma ambición de modernización del Estado de 1952 a partir de una visión técnica y planificadora. El último grupo, compuesto por las formaciones kataristas en sus alas indigenista (MITKA) o con mayor contenido de clase (MRTKL, MRTK), criticó estos esfuerzos modernizadores, en nombre de los valores comunitarios y de las culturas "nativas".

La fundación del PS y del MIR se produjo en un clima de paroxismo social y político externo como interno. La efervescencia política en América Latina y las nuevas sensibilidades que trajo sedujeron a jóvenes que se comprometieron en una política de contenido radical- En el país, el ambiente quedó marcado por las guerrillas de Nancahuazú, de Teoponte, el intenso período de Juan José Torres y ia dura reacción del gobierno de Hugo Banzer. La escisión más importante del MNR, el MNR de Izquierda (MNRI, 1972, Hernán Siles) también se generó por la polarización provocada por los sucesivos golpes de Estado. Esta tensión no constituyó más que una faceta de una concepción sobre la política, admitida por todos los actores y favorecida por el ambiente de la vida política, que justificó el uso de la fuerza y la violencia para decidir el destino del poder.

Los últimos años de 1960 impregnaron la cultura política de un maniqueísmo que separó a la izquierda de la derecha. Cada campo se convenció que e! adversario debía ser reprimido enérgicamente, excluyendo cualquier convivencia. El clima se agravó por la presencia de proyectos globales de transformación y de redistribución de poder que no autorizaban discusión. Esta dicotomía política llegó a su culminación con el golpe de Estado de Banzer que unió al MNR, la FSB y el ala derecha de las Fuerzas Armadas contra el sector leal a Torres y los movimientos de izquierda. Esta herencia y el legado de

los gobiernos autoritarios complicaron la transición democrática, pues los partidos no se encontraron preparados para actuar dentro de ios nuevos marcos institucionales. El nacimiento de ADN también se dio en este ambiente conflictivo. Ligada a la figura de Banzer, chocó de entrada con la izquierda, que exigía un juicio al ex-presidente y lo mantuvo en un aislamiento sin concesiones. Las relaciones entre ADN y la izquierda se caracterizaron por una confrontación áspera, de principio que, aunque atenuada, persiste aún en algunos de sus aspectos.

El segundo rasgo de los partidos de la nueva generación radicó en su voluntad de romper con las formaciones tradicionales. Por un lado, en la izquierda, el PS y el MIR, dirigidos por una pléyade de jóvenes líderes, intentaron suplir la ausencia de agrupaciones marxistas fuertes y criticaron a las existentes por su incapacidad revolucionaria. Señalaron sus diferencias con la elaboración de nuevas propuestas y estrategias, como la insurrección armada de las masas en el caso del MIR. Buscaron asimismo equilibrar el espectro político, dominado en el campo partidario por el MNR y FSB, combatidos menos por su carácter "tradicional" que por su pertenencia a la derecha. El katarismo a su vez procuró, enarbolando mensajes culturales, distender la fidelidad del campesinado altiplanico hacia el MNR, acusado de desvirtuar la reforma agraria y el sufragio universal. Sin embargo fue más allá al descalificar a todos ¡os grupos políticos, estimando que ninguno representó los intereses ni los valores culturales del campesinado. Por último, ADN bu seo reemplazar en la preferencia política a agrupaciones de derecha, aunque absorbió con facilidad a personalidades y sectores que provenían de ellas.

Por otra parte, tanto el MIR, el PS como ADN, quisieron responder a los procesos de modernización del país. Juzgaron que los partidos dominantes de la época perdieron la capacidad para resolver los nuevos desafíos, en particular la consolidación de grupos urbanos medios, con altos niveles de formación y expectativas, convencidos que el desarrollo exigía planes tecnocraticos. Para adaptarse a estas exigencias, las nuevas formaciones ofrecieron discursos innovadores. centrados en ambiciones de progreso que valoraron la competencia y recrutaron sus dirigentes y apoyos sociales principalmente en esos sectores. Las elecciones de 1979 y 1980 ilustraron el enraizamiento de estos partidos en el electorado urbano, de composición media-alta en el caso de ADN, media para el PS-1 y media-popular en el caso de la UDP. El katarismo reflejó también la modernización rural impulsada por los cambios revolucionarios, indisociables de una mejor integración cultural, el afincamiento de una élite de origen campesino, aunque combinados con dificultades económicas, que dieron a este movimiento un corte protestatario.

El aspecto ceniral de la segunda generación es que sitúa sus ideas y su práctica en un cuadro post-revolucionario. Los partidos reflexionan sobre e! país consumído por la revolución, considerada a la vez un acontecimiento que sentó nuevas bases y un momento pasado. La hora llegó para criticar, profundizar o modernizar la tarea comenzada en 1952. Este debate, sumado a la adhesión lograda a partir de 1952, permitió al MNR seguir jugando un papel de primer orden; por el contrario PSB no logró cuajar exitosamente en la competencia electoral v finalmente optó por aliarse con ADN,

El MIR, el PS y ADN poseyeron una visión modernizacion. impregnada de confianza en la técnica, la ciencia, el progreso. Para lograr el desarrollo, se debería recurrir a cuadros formados, capaces de emplear eficientemente los recursos del país, promover la racionalidad administrativa y favorecer la industrialización. En ADN esta concepción, acompañada de la voluntad de ejercer una gestión

gerencia! de la sociedad, constituyó el núcleo aglutinador de su programa, que no persiguió ninguna utopía revolucionaria. Más bien pretendió extender las clases medias, fortalecer e! empresariado nacional, consolidar el crecimiento de (as regiones orientales, prosiguiendo los objetivos desarrollistas de 1952 y del gobierno de Banzer.

En cambio, para la izquierda de [a segunda generación, el destino de Solivia, además de una modernización, debería abrirse necesariamente hacia un horizonte socialista, dominado por e! proletariado, después de haber agotado el ciclo del nacionalismo-revolucionario, controlado por las clases medias. Así, para el PS, el "pueblo boliviano no tiene otra posibilidad de desarrollo histórico hacia adelante que no sea el socialista, ni otra vía que no sea la revolución". El MIR partió de postulados igualmente radicales, pero hacia 1977-1978 se mostró menos crítico con la Revolución, proponiendo un "entronque histórico" que señalaba a la vez su reconocimiento por ese acontecimiento y e! aporte de una nueva generación que deseaba darle oirá vez un contenido popular.

El katarismo se distingue del anterior grupo por el sentido de su crítica contra el espíritu del proyecto que comenzó el MNR. Su peculiaridad radica en la reprobación del falso "desarrollismo" que se importa desde afuera. Si el katarismo contribuyó a destruir practicas políticas de corte tradicional, al luchar por un sindicalismo campesino independiente de los poderes públicos, aparece al mismo tiempo como un movimiento de defensa y reacción frente a los embates de las ideas modernizadoras. La corriente basa, en gran parte, su acción contra el individualismo, di sol vente de una mítica historia comunitaria. Ataca el esquema de parcelización privada de las tierras, defiende los privilegios de las organizaciones ancestrales frente a la autonomía creciente de los hombres y procura rescatar valores que las prácticas sociales fueron dejando en desuso, en particular las lenguas aymara y quechua.

frente a los partidos de la segunda generación, adquirió su originalidad al privilegiar la cultura como "primer valor", por delante de las preocupaciones socioeconómicas, características de las oirás formaciones, más influidas por el pensamiento marxista o los enfoques desarrollistas. El surgimiento del katarismo iambién puede comprenderse ala luz del modelo de Rokkan como una reacción cultural de la periferia frente a la política centralizadora y unificadora del Estado. En Santa Cruz. también se produjeron movimientos de resistencia a las decisiones del poder nacional, pero bajo otros principios, más regionalistas y con un carácter menos partidario que "cívico", aunque exsistió una formación federalista cuyos acentos radicales tuvieron escaso eco, incluido su lugar de origen (el Movimiento Federalista Democrático de Carlos Valverde sólo logró en 1993 0.6% de los votos en Santa cruz).

La segunda generación modificó las lineas de oposición e impúso la confrontación izquierda/derecha como cuadro exclusivo para interpretar el juego político. El katarismu se reconoció mal en el aunque sus movimientos eligieron aliarse en los primeros comicios con grupos de izquierda. Los nuevos partidos de izquierda asumieron explícitamente su etiqueta y lucharon contra todas las fuerzas que llamaron derechistas, consideradas como guardianes de los intereses del imperialismo. El ambiente de de los gobiernos de Torres y Banzer obligo a todos los actores político-sociales a escoger su campo en un enfrentamiento bipolar que diferenció claramente la izquierda de la derecha. Esta fractura, solidificada a lo largo de los años 1970, dejó sentir su influencia durante el retorno a la democracia.

LA PROLIFERACION DE PARTIDOS DURANTE LA TRANSICION DEMOCRATICA

El retorno a los procesos electorales entre 1978-1980 quedó marcado por la proliferación de partidos de todas las tendencias. Con excepción de ADN (considerado en la segunda generación) ninguna formación creada en ese lapso logró sobrevivir al asentamiento de la democracia representativa. Este fenómeno y a no inquieta, pero con viene brevemente ocuparse de él y subrayar que no constituye un rasgo ¡libérenle del sistema politico boliviano, sino una característica de las democracias renacientes después de un prolongado espacio de represión.'

La multiplicación de los partidos a! concluir la década de 1970 es por un lado producto de la descomposición del MNR luego de 1964. La caída del gobierno de Paz Estenssoro y la dispersión del liderazgo fueron propicios para el desarrollo de pequeñas capillas alrededor de dirigentes medios. Por otro lado, la liberalización del régimen de Banzer impulsó, en un ambiente de renovada tolerancia, la expresión de todos los matices de la paleta política. Ambos movimientos se vieron favorecidos por la ausencia de elecciones desde 1966 que impedía conocer el peso verdadero de cada uno de los grupos.

El "laberinto político", para retomar la fórmula de Raúl Rivadeneira que hizo el largo inventario de todas las creaciones partidarias, no debe ocultar que ello no derivó en una multiplicación de las candidaturas presidenciales. Entre 1979-3997 éstas oscilaron entre un mínimo de 9 y un máximo de I 8 con un promedio ligeramente superior a 12, en independencia del número de partidos inscritos en la Corte Nacional Electoral. La atomización partidaria tampoco entrabó una concentración de los sufragios en pocos partidos. En 1979 y 1980, la UDP, el MNR y ADN atrajeron entre 2/3 y 3/4 de los sufragios. Con la progresiva consolidación de la democracia desaparecen las formaciones menos representativas, obligadas a fundirse o aliar?; en conjuntos políticos más vastos. Además, las disposiciones legales han ido restringiendo las condiciones de reconocimienio de nuevas formaciones y de supervivencia de las agrupaciones pequeñas, sometidas a multas electorales en caso de no obtener 50.000 votos y a una barrera electoral de 3% para acceder a las diputaciones plurinominales.

LA TERCERA GENERACION

Los partidos de ¡a segunda generación llegaron a la década de 1980 en una situación fundamentalmente distinta a la que precedió su nacimiento: la democratización y la grave crisis socio-económica, cuya exacerbación se situó durante el gobierno de la UDP (1982-1985). Sus prácticas, sus modelos, sus creencias sufrieron golpes duros, pues el nuevo escenario exigía comportamientos que podían chocar de frente con sus principios. La adaptación al neoliberalismo para ADN resultó más fácil pues, aunque también partía de una visión estatista, percibía con mejores ojos que la izquierda al empresariado y jugó su suerte al lado de las nuevas orientaciones. Para la izquierda, se planteó el dilema entre buscar líneas dentro del nuevo modelo económico o rechazarlo. Los resultados electorales favorecieron a quienes optaron por la primera alternativa. Por último, el katarismo resistió al derrumbe de las teorías de intervención estatal porque, en el fondo, era casi indiferente a ese tema; a la vez, la valoración del multiculturalismo en el país le abrió un espacio muy superior al de su fuerza electoral.

La tercera generación se constituyó en en una coyuntura de dudas para las formaciones de la precedente, de asentamiento de las

instituciones democráticas y de deterioro socioeconómico. Respecto al primer tema. Conciencia de Patria (CONDEPA, 1988, Carlos Palenque) y Unidad Cívica de Solidaridad (UCS, 1989, Mas Fernández) desarrollaron un estilo político distinto de aquel común para la segunda generación. Descartaron ¡a preocupación por la ideología, los proyectos globales de transformación, I a ambición Industrializadora, la aceptación del conflicto izquierda-derecha. Tal como las agrupaciones de la generación anterior de definieron contra las concepciones y prácticas de los partidos existentes. Palenque y Fernández opusieron su estilo al de los otros grupos políticos.

En lo referido a la consolidación de las instituciones representativas, no resulta vano subrayar que es la primera generación que acepta ¡a democracia y las elecciones como el medio legítimo para acceder a posiciones de poder. Pero su escepticismo y decepción con los proyectos modernizadores a raíz de ¡a recesión constituyen su principal rasgo distintivo. Ello aproxima CONDEPA y UCS, en otros aspectos bastante di símiles la una de I a otra. CONDEPA intenta elaborar un programa de gobierno y aparecer como la ilustración de un movimiento de fondo, la recuperación de los valores culturales tradicionales, el resurgimiento de un proyecto nacional-popular, mientras que UCS ofrece un perfil menos ambicioso, con un programa de gobierno que desempeña un papel secundario y con una matriz poco definida.37

La descomposición económica engendra dos consecuencias sobre las cuales prosperan los nuevos partidos. La primera se asocia a los fenómenos de exclusión: la economía pierde su capacidad de integrar, lo que se acompaña de un acrecentamiento de un precario sector informal y de una caída de los niveles salariales. La segunda corresponde a la pérdida de confianza en el progreso, la universalidad de las capacidades tecnocraticas, que animaron a las formaciones de la segunda generación y gozaron de credibilidad durante la tase de crecimiento de los años 1970. Ciertamente, la modernidad continúa representando un valor de consenso y una ambición compartida, pero su nuevo contenido, con un importante peso del conocimiento técnico. de capacidad de adaptación a una economía en renovación constante, deja de lado a grupos populares con escasos recursos educativos y económicos. Los sectores desfavorecidos no se reconocieron en esta tesis y marcaron su distancia con la nueva visión de la modernidad, CONDEPA recogió este sentimiento: su postura "endógena" encara la solución de problemas en base a saberes populares, en desmedro de las tecnologías fuertes inspiradas por la razón científica.

Frente a la crisis socioeconómica se perfilan distintas propuestas. Unas provienen de partidos de la primera y segunda generación, que consiguen conservar su peso electora] y vigencia política gracias a una respuesta de tipo económica neoliberal. Estos grupos ofrecen políticas fundadas sobre la responsabilidad en el manejo del Estado, lo cual les permite atraer en especial un eleclorado de grupos medios y superiores urbanos2". La limitada habilidad para presentar soluciones a estos problemas debilitó en cambio a partidos de vieja trayectoria como el MNRi. Las otras, de CONDEPA y UCS, nacen de la falla geológica producida por la exclusión y la marginalidad que acarrea la crisis. Las respuestas son menos económicas, que culturales, solidarias con CONDEPA y asistencialisias con UCS,

Ambos partidos se asemejan por su ayuda a los sectores populares a través de paliativos puntuales que permiten superar dificultades urgentes, pero sin referencia a proyectos globales de cambio, en voga en el pasado. Ante las promesas incumplidas del progreso, nuevos actores sociales, como los informales, migrantes, pequeños productores independientes del proletariado organizado proclive a opciones de izquierda, se inclinan por partidos que se dirigen a ellos de manera específica y les ofrecen soluciones concretas para necesidades tangibles, aunque limitadas. Así Carlos Palenque en 1989 insiste más en su trayectoria pasada, ajena a la política, pero de contacto con sectores desfavorecidos, que en sus ofertas gubernamentales. El proceder de Max Fernández se parece, al poner el acento en sus obras, presentadas como opuestas a la práctica retórica a la que "están acostumbrados los políticos tradicionales".2" Las esperanzas defraudadas del crecimiento y de sus perspectivas de ascenso social, desencantan a una fracción de la población y la vuelcan hacia CONDEPA y UCS.

Las diferencia se sitúan en el interior de este cuadro. UCS aplica una estrategia asistencial, con trabajos que los poderes públicos no se encuentran en medida de llevar adelante. CONDEPA se inscribe en un registro más emotivo: se apoya en la solidaridad expresada diariamente, en los lazos forjados en y por la exclusión entre Palenque y los grupos desheredados de La Paz,3" A las identidades sociales privilegiadas por la segunda generación suceden las identidades culturales, la exaltación de tradiciones populares y "cholas" por CONDEPA, que persiguen una integración social que la economía parece ya no permitir.

E! afianzamiento electoral de la nueva generación política contribuye a debilitar la línea de conflicto izquierda-derecha, ya desdibujada por el acercamiento de los principales representantes de estas tendencias a finales de los años 1980. CONDEPA y sobre todo UCS se sienten ajenos a este eje de confrontación. Construyen su acción y su retórica sin preocuparse mayormente por elaboraciones ideológica-;. desacreditadas después del descalabro de la UDP y el derrumbe del comunismo. Por ello, a diferencia de las anteriores generaciones partidarias, la última no crea ninguna frontera fuerte que reemplace los antiguos conflictos.

El juego político de la post-guerra del Chaco opuso partidarios y adversarios del mantenimiento del régimen de privilegios- Los años 1970 vieron acentuarse la pugna entre la izquierda que proclamó el socialismo y la derecha, modernizadora del proyecto de 1952. Hoy algunos analistas y hombres políticos procuran separar a los partidos de la tercera generación, llamados (neo)populistas o tradicionales31, de los otros, considerados modernos a pesar de su anterioridad temporal, pero supuestamente en acorde con las transformaciones mundiales. Tal intento por crear un terreno de confrontación, equivalente a los antes examinados, no encuentra realmente una traducción en el escenario político. En efecto, la idea de una separación de dos campos no se refleja en las alianzas gubernamentales o de oposición. CONDEPA integró la coalición dirigida por Banzer, en tanto que UCS perteneció también a esa alianza después de respaldar la administración de Sánchez de Lozada. Pese a los acercamientos, subyacen entre los partidos de la tercera generación y el resto de las formaciones tensiones y contraposiciones que podrían nutrir temas de conflicto, ligados al destino de las transformaciones conocidas por el país a partir de 1985.