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Viernes 28 de abril del 2017


VENEZUELA: ¿Y AHORA?

Por Hernán Maldonado

La dictadura venezolana se halla acorralada interna y externamente pero está reacia a levantar las manos y prefiere aferrarse al poder con uñas y dientes, como aquellos delincuentes que saben que tienen mucho que perder y prefieren abrazarse al botín (en este caso el poder) aun a costa de sus vidas.

El otrora rico país petrolero se debate en medio de una crisis humanitaria de gigantescas proporciones por falta de alimentos y medicinas, “gracias” a un desgobierno de 18 años que ha despilfarrado uno de los ingresos petroleros más fabulosos, desde que se hizo república independiente.

En la IV República, que duró 40 años, Venezuela atraía por su buen vivir a centenares de miles de inmigrantes españoles, portugueses e italianos (que huyeron de los estragos de la II Guerra Mundial) y de decenas de miles de latinoamericanos que escapaban de las dictaduras militares en sus países.

En la V República, inaugurada por el sátrapa Hugo Chávez Frías, el precio del petróleo, que en la IV alcanzó muy difícilmente los $12 por barril, se incrementó hasta llegar en algún momento a $145. El inventor del “socialismo del siglo XXI” convirtió a millones de pobres venezolanos en mendigos, dependientes del Tesoro público.

“Aunque sea sin empleo, con Chávez me resteo” (me entrego totalmente) coreaban las masas compradas para el voto oficialista con el que el tiranuelo ganaba fácilmente elecciones. El “socialista”, abrazado a la causa castrista, se dedicó también a erradicar a la empresa privada “pro imperialista”. Estatizó las fincas ganaderas y agrícolas, las industrias básicas del hierro, el aluminio, la electricidad y el cemento. Todas se volvieron improductivas.

La empresa estatal PDVSA, nacionalizada en la IV por Carlos Andrés Pérez, volvió a serlo, dejándose de lado los acuerdos a riesgo compartido con multinacionales petroleras. PDVSA era la cuarta empresa más rentable de Venezuela en el mundo. Chávez despidió a 20.000 técnicos e ingenieros y puso en su lugar a inexpertos cuya mayor credencial era su lealtad perruna. De 40.000 empleados, elevó la nómina a 130.000. La industria se vino abajo. De una producción de 3.5 millones de barriles diarios, actualmente muy difícilmente llega a 2.6 mbd.

En lo único que el chavismo se mostró eficiente fue en el robo descarado de miles de millones de dólares. Jorge Giordani, que fue por una década ministro de Planificación de Chávez, calcula que desaparecieron $25.000 millones. Cuentas que aparecen en bancos de Andorra, España, Suiza y Estados Unidos de capos chavistas elevan extraoficialmente la suma a $300.000 millones.

Al venirse abajo los precios del crudo desde el 2014, el chavismo se encontró sin dinero y comprobó que es cierto aquello de que “amor con hambre no dura”. Terminó abruptamente la Venezuela importadora de alimentos, pese a que el régimen empezó a contratar préstamos chinos onerosos que duraban lo que al agua en una canasta.

El desabastecimiento alcanzó desde mediados del 2016 cifras espantosas con una oposición (que ganó la mayoría absoluta en las elecciones parlamentarias de diciembre del 2015) alentada de producir un cambio político por la vía pacífica, constitucional, y electoral. Pero el régimen anuló las competencias de la Asamblea Nacional y el 2 de abril decidió clausurarla.

El Golpe de Estado fue demasiado. Aunque Maduro y sus secuaces recularon, el pueblo se lanzó a las calles y desde entonces está allí. Los políticos opositores insisten en que se retome el hilo constitucional llamando a elecciones regionales y municipales, pero los marchistas estiman que Maduro debe irse.

En ese empeño está el pueblo desde hace 4 semanas. El país está virtualmente paralizado y los choques callejeros han causado ya la muerte de 29 personas, medio millar de heridos, 1.585 detenidos. El Parlamento Europeo le pide cese la masacre. La OEA convocó a una reunión extraordinaria de cancilleres para el 2 de mayo. El régimen, disgustado, anunció su salida de la organización.

Para el 1 de mayo la dictadura anuncia una mega concentración en Caracas de sus 2.5 millones de empleados públicos y sus paramilitares. Lo propio se propone hacer la oposición dispuesta a no dejar las calles en todo el país hasta que se retome el hilo constitucional.

Lo militares parecen mirar de palco. Dicen ser “revolucionarios, anti imperialistas, bolivarianos y chavistas” (calificativos que no figuran en la Carta Magna), pero difícil saber si todos piensan así. El ex presidente Luis Herrera Campíns solía decir que “los militares son leales hasta que un día dejan de serlo”. Amanecerá y veremos.