Tierra Lejana-- Página de Hernán Maldonado




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Lunes 20 de agosto del 2001


EL HOMBRE QUE PUDO SER...

Por Hernán Maldonado


Allá por los años 60 la concurrencia al Cine Mignon se puso de pie para aplaudir a un jovencito largirucho que la había galvanizado con su oratoria. Su éxito pudo medirse inmediatamente: el candidato a la presidencia de la república por el Partido Demócrata Cristiano (PDC) no tuvo éxito similar. Peor aún, se puso tan aburrido que la gente empezó a irse antes de que terminara su discurso.

El detalle, empero, parecía haber quedado sembrado en varias mentes. Ese jovencito, Antonio Aranibar Quiroga, definitivamente había incursionado en la vida política boliviana. “Estuviste sensacional camarada”, le dijo a la salida “El Gordo” Jorge Ríos Dalenz mientras en la puerta los más entusiastas trataban de que la gente no se fuera y participara de una manifestación “antibarrientista”.

Araníbar, para sus amigos “El Toño”, aunque por entonces recién estaba doblando sus 20 años, ya tenía una sólida formación política y había vuelto al país después de presidir por un par de años nada menos que la Unión Juvenil Demócrata Cristiana Mundial, imponiéndose a chilenos, venezolanos, italianos y alemanes que en esas épocas tenían cuadros de alto valor intelectual.

Aranibar y Ríos Dalenz alistaron para mediados de 1965 el congreso juvenil del PDC en Cochabamba de donde salió un pronunciamiento que chocó inmediatamente con el pensamiento ultraconservador que predominaba en el PDC. Si la vieja guardia se hubiera abierto al planteamiento juvenil otra habría sido la historia del partido, de ese jovencito, y quizás del país.

Lo que predominaron fueron los celos (¿nacieron aquella vez en el Mignon?) y a la juventud no le quedó otro camino que fundar el PDC-Revolucionario con Toño y el Gordo a la cabeza, partido que, a la vez, al coincidir con otros movimientos análogos de la época derivó en lo que fue el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR).

Exiliado por la dictadura de Hugo Bánzer, Ríos Dalenz fue asesinado en Santiago durante el golpe de Pinochet. Más tarde el MIR quedó con un liderazgo tripartito formado por Araníbar, Jaime Paz Zamora y Oscar Eid. “El Toño”, un hombre de principios, ya veía por donde querían caminar los pragmáticos del MIR y mucho antes de que Paz-Eid se decidieran a “cruzar los ríos de sangre” para abrazarse con Bánzer, decidió fundar su propio partido, el Movimiento Bolivia Libre (MBL).

Conducir un partido enarbolando las banderas de las honestidad y sin doblar la cerviz es una tarea difícil y casi imposible en Bolivia. El mensaje del MBL no cuajó jamás en la masa según los resultados obtenidos por el partido en las elecciones que participó. Hablarle la verdad al pueblo fue siembra inútil. Lamentablemente nuestro pueblo parece tener predilección por los mentirosos, los demagogos y los vendedores de ilusiones.

En 1993 Gonzalo Sánchez de Lozada llamó al MBL a colaborarle. Araníbar fue nombrado canciller y duró en el puesto todo el periodo. Demostró una cabal lealtad a su socio, pese a las voces dentro de su propio partido que le aconsejaban lo contrario. Incluso su más fervoroso crítico, Juan del Granado, fundó otro partido que, paradójicamente, ahora no tiene empacho en buscar “componendas políticas” con tal de mantenerse como Alcalde de La Paz.

La semana pasada Aranibar decidió dar un paso al costado. No será más el líder del MBL. Cree que es la oportunidad de las nuevas generaciones. Que yo me acuerde, esta es la primera vez en la historia de Bolivia que ocurre algo semejante. Por lo general el líder de un partido se ha muerto como tal o se ha apartado solo cuando el almanaque así se lo ha aconsejado.

Este desprendimiento de Araníbar debe ser tomado muy en cuenta porque en Bolivia nuestros lideres políticos se creen dueños del partido y no se resignan a ceder el paso a las nuevas generaciones. Por eso es que nuestros principales candidatos a la presidencia en los comicios del 2001 son unos sesentones en un país donde los menores de 30 años son el 65 por ciento de la población.

De otro lado el retiro de Araníbar demuestra cuán dificil es ser en Bolivia un político honesto. Qué difícil la tiene un hombre que no vende su conciencia, que no transige con sus principios democráticos, que no es tentado por la demagogia.

Quizás la única satisfacción de Araníbar es haber visto que varios diarios del país reseñaron su decisión destacando que se aparta del liderazgo “con las manos limpias”, tras dedicar más de 40 años de su vida a la política boliviana. Y esto es mucho decir en un país que, según Transparencia Internacional, es el más corrupto del continente.





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