Tierra Lejana-- Página de Hernán Maldonado




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Miércoles 10 de mayo del 2000


LOS POLITICOS POBRES

Por Hernán Maldonado


Así como no es lo mismo un rico tipo que un tipo rico, hay que admitir que también hay diferencias sustanciales entre un pobre político y un político pobre.

No voy a referirme a los primeros, sino a los políticos pobres en momentos en que, como es tradicional en Bolivia, los que están actualmente en el gobierno son acusados de enriquecimiento ilícito en mayor o menor grado (algunos con bastantes pruebas en contra) ante un lerdo e inoperante Poder Judicial.

Cuando uno repasa la historia de Bolivia, una de las cosas que más llama la atención es la forma en que acabaron sus vidas los que un día ocuparon la presidencia.

Quizás ese referente lleva, especialmente a los extranjeros instruidos, a vernos a los bolivianos con algún dejo de compasión. Siempre tienen en mente la "trágica historia de Bolivia". Más de la mitad de nuestros 60 presidentes, de facto o constitucionales, murieron a la mala. Los que no fueron asesinados, acabaron sus días en el exilio, enfermos, abandonados por amigos, por parientes. Los más murieron en la pobreza.

No hace ni un año que el cónsul de Bolivia en Santiago, Mariano Baptista Gumucio, clamó para que Bolivia se hiciera cargo de los gastos médicos de la que fue esposa del ex presidente David Toro. La señora, que alguna vez fue la primera dama de Bolivia, vivía de una pensión otorgada por el gobierno chileno.

En mis años juveniles, casi a diario escuchaba acusaciones contra los jerarcas del Movimiento Nacionalista Revolucionario, a quienes la oposición acusaba de robos escandalosos al tesoro general de la nación. Todavía hoy, cuando ya las canas pueblan mis sienes, escucho a viejos falangistas acusar al ex presidente Víctor Paz Estenssoro de haberse "robado" las libras esterlinas del Banco Central.

Cuando Víctor Paz era el poderoso de la hora recibía regalos populares en oro y plata sustanciales, al punto que poco antes de terminar su primer período en 1956 ordenó que se exhibiera todos esos tesoros en orfebrería, tejitos, tallados, etc. El amplio patio del Palacio de Gobierno quedó pequeño.

Pero es más, luego que Paz dejó la presidencia ese año y muchas veces más después, jamás hizo ostentación de riqueza alguna. No vivió en la indigencia, pero nunca ni siquiera como un hombre medianamente rico. En los mall de Washington DC era habitual ver al ex presidente haciendo sus propias compras, inclusive en los supermercados.

Cuando finalmente se retiró de la política, se fue a vivir a su finca tarijeña en San Luis, que siempre la tuvo, y allí espera el final, sin lujos de ninguna especie, ni para él ni para su familia, como lo testifican relatos de prensa y dos libros recientemente publicados.

Otro de los grandes de la Revolución Nacional, Juan Lechín, al que se le atribuyó la propiedad de una fábrica de llantas en Venezuela "con el dinero que robó como ministro movimientista", cuando estuvo exiliado en Caracas en los 70 vivía "arrimado" a unos viejos familiares.

"El Maestro", cuando de verdad optó por el retiro de la politica, aparentemente no tenía dónde caerse muerto al punto que ahora mismo los diarios recuerdan que el apartamento en el que vive fue un obsequio del magnate minero Mario Mercado.

Walter Guevara Arze, otro de los hombres de la Revolución de Abril del 52, las veces que estuvo en el exilio ha tenido que trabajar durísimo para sostener su hogar. Orgulloso como era, jamás se habría acomodado a algo pequeño a su estatura intelectual.

En Caracas vivía en un apartamento bastante amplio en la Plaza Altamira y su jornada como asesor de Cordiplan se alargaba diariamente de 10 a 12 horas. Cuando conversaba con él, siempre me preguntaba cómo es que habiendo sido un funcionario de alto nivel en Bolivia, todavía se ganaba la vida con el sudor de su frente. Y ya era un hombre maduro.

En aquellos años 70, el doctor Hernán Siles Zuazo, otro de los grandes del 52, vivía también sus largos años de exiliado en Caracas con una modestia franciscana. Es más, durante mucho tiempo vivió en apartamentos de amigos, sin más acompañantes que unos libros, los periódicos del día y su cama.

En una ocasión el presidente de la Cámara de Diputados venezolana, Carlos Canache Mata, me preguntó si yo sabía de alguna necesidad del ex presidente. Le dije que no y jamás se lo mencioné a Siles Zuazo. A él no le llamaba la atención nada que no fuera Bolivia. Y como ex mandatario, se daba su lugar con un comportamiento decoroso. Hace dos años, cuando supe que había muerto en Montevideo, podía imaginarme completamente como fueron sus últimos años.

Creo que estos cuatro casos invitan a la reflexión sobre lo que pasó ayer y sobre lo que realmente está pasando ahora en el país.