Tierra Lejana-- Página de Hernán Maldonado




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Martes 12 de junio del 2001


LOS ODIOS IRRECONCILIABLES

Por Hernán Maldonado


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La muerte del ex presidente Victor Paz Estenssoro ha traido sobre el tapete recuerdos imborrables de una de las épocas más turbulentas como revolucionarias que haya registrado jamás la historia de Bolivia y que perviven con nosotros como un árbol aferrado a la tierra, con unas raíces poco menos que inextinguibles.

Esa la fortaleza de la obra de un líder que dedicó su vida a la política, que sabía lo que quería, que entendía al país y a sus hombres, al que sirvió y de los que se sirvió para alcanzar el disfrute de ese "maravilloso instrumento del poder" por 13 años y que más para bien que para mal le cambió la cara a la Bolivia de la "rosca minero-feudal".

Con él se cierra también un capítulo de los hombres de la "generación del Chaco" que se dedicaron al estudio, que comprendieron y le entregaron todas sus energías al país para luchar por lo que creían. Paz Estenssoro, como Hernán Siles Zuazo, Juan Lechín Oquendo, Walter Guevara Arce, Walter Montenegro, Adrián Barrenechea, Roberto Méndez Tejada, Lidya Gueiler, etc. conformaron una legión de políticos como no ha vuelto a ver el país en los últimos 60 años.

Cuando alcanzaron el poder hicieron lo que tenían que hacer, con aciertos y equivocaciones, pese a tener al frente a una oposición colosal de los que se sentían con sus intereses lastimados y que voceaban en las calles que era "preferible estar bajo la bota militar que bajo la abarca de un indio".

No entendían que Bolivia no podía por más tiempo mantener a 3 millones de indios en situación de siervos de la gleba, de esclavos de un millar de terratenientes. No podían comprender que era inconcebible que los "barones del estaño" Patiño, Hoschild y Aramayo fueran los verdaderos dueños del poder político en el país gracias al voto selectivo de los que sólo sabían leer y escribir.

Se hacía la Revolución Nacional o no se hacía. Esa era la disyuntiva de la "generación del Chaco". Esa alternativa significaba entonces un combate a muerte entre oficialistas y opositores, sin términos medios y con muchas víctimas inocentes de por medio.

Esa lucha fue brutal. Los derechos humanos de los opositores fueron violados cotidianamente por los milicianos movimientistas. El odio era mútuo, profundo, irreconciliable. A los campesinos se les dijo que los opositores les quitarían las tierras que el oficialismo les había entregado con la Reforma Agraria y había miles de indios dispuestos a morir antes que esto sucediera.

Los campos de concentración de Curahuara de Carangas, Corocoro y Uncía albergaron durante tres años a centenares de jóvenes, la flor y nata de la juventud boliviana de esos años, quienes a su vez, siguiendo al líder falangista Oscar Unzaga de la Vega, estaban dispuestos a inmolarse con tal de derrocar al gobierno de Paz Estenssoro. Los actos heroicos se produjeron de lado a lado con su cadena de muertos, heridos, confinados, exiliados. De las cárceles, del infame Control Político, no fueron pocos los que salieron lisiados producto de las atroces torturas.

El empeño de los falangistas contra el MNR le costó la vida a la plana mayor de ese partido el 19 de abril de 1959, incluyendo al propio Unzaga de la Vega. Sólo mucho más después y sobre las tumbas de decenas de sus muertos, la Falange Socialista Boliviana reconoció que eran irreversibles los cambios que produjo en el país la Revolución Nacional liderizada por Victor Paz Estenssoro.

Cuando ello ocurrió, se produjo la insolita alianza de los enemigos de ayer. Falangistas y movimientistas cogobernaron con el dictador Hugo Bánzer Suárez desde el 21 de agosto de 1971. Los falangistas se olvidaron entonces de su papel de víctimas y no les tembló la mano para hacer gemir a los opositores de la dictadura banzerista. La toma de la Universidad Mayor de San Andrés el 23 de agosto de ese año es dificil de olvidar. Centenares de universitarios, con las manos en la nuca, fueron flagelados por el falangista "Mosca" Monroy. Se abrieron los campos de concentración de Chonchocoro, Viacha y Achocalla.

Por eso sorprende ahora que, tras la muerte de Victor Paz Estenssoro, algunos bolivianos despistados aparezcan denostando al extinto líder del MNR, sólo acordándose del periodo 1952-60 y olvidándose de su alianza en el brutal cuatrienio 1971-74. Pareciera que para ellos el tiempo no ha pasado y lo más preocupante es que dan la impresión que no se han detenido a pensar que Bolivia ya no es la de los años 50.





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