Miami - "¿Cómo explicamos esta locura?"
Con este titular el diario The Miami Herald destacó en su primera página una nueva orgía de balazos, muertes y heridos ocasionados… por un niño.
Esta vez -- y es el sexto caso en el actual periodo escolar estadounidense -- ocurrió en el (High School) colegio secundario Thurston, en la localidad de Springfield, en el estado de Oregon. Kipland P. Kinkel, de apenas 15 años , asesinó a sus padres en su casa, salió de allí armado de una escopeta calibre 22, se dirigió a la cafetería de su colegio y volvió a hacer fuego a discreción . Cuando pudo ser dominado, uno de sus compañeros yacía muerto (otro murió al día siguiente) y hubo 23 heridos.
La masacre pasó casi desapercibida internacionalmente porque el mismo día en Bolivia la furia de la naturaleza dejó en escombros a Aiquile y Totora. Sigue, en su gravedad, a lo ocurrido el 24 de marzo en el colegio Westside de Jonesboro, Arkansas, donde dos muchachos de 11 y 13 años, armados hasta los dientes, hicieron sonar la alarma de incendio del colegio y cuando sus compañeritos salían corriendo de sus aulas, los dos mozalbetes los cazaban como conejos desde un bosquecillo cercano. Cuatro alumnos y un maestro murieron y otros 10 resultaron heridos.
El primero de octubre, en el colegio Pearl, ciudad del mismo nombre en Missisippi, un muchacho de 16 años asesinó a su madre y enseguida mató a dos de sus compañeros e hirió a nueve. Exactamente dos meses después, tres estudiantes de secundaria murieron y cinco resultaron heridos en otra carnicería en el colegio Heath de West Paducah, Kentucky. El autor: un muchacho de 14 años. Y el 24 de abril, en Edimboro, Pensilvania un jovencito de 14 años entró a la fiesta de graduación en el colegio James W. Parker y delante de todos los alumnos mató a su profesor de ciencias.
Para explicar esta locura, los sicólogos, maestros, pediatras, policías podrían llenar un foro de discusiones tan grande como las Naciones Unidas y probablemente no se pondrán de acuerdo.
Hay quienes piensan que en un sistema escolar que alberga a millones de niños, estos hechos son insignificantes, pero este es un absurdo consuelo para las familias de las víctimas, para los padres que envían a sus hijos a las escuelas.
Y hasta es cínico lo que el sicólogo de niños Daniel Amstrong dice al respecto, refiriéndose a la nueva masacre: "Este es un hecho aislado. Los padres vivimos con una variedad de amenazas todos los días, accidentes de autos, envenenamientos y aceptamos esos riesgos".
Pero la cosa no está como para mirar a un lado. Según The Miami Herald, el Departamento de Educación reveló un estudio del periodo escolar 96-97 que abarcó a 1,200 escuelas publicas en los 50 estados del país. Las cifras son aterradoras: 11.000 asaltos con armas, 4.000 violaciones y 190.000 agresiones de otro tipo. 6.000 expulsados por llevar armas a clases.
Y a los que gustan de las estadísticas se sorprenderán al saber que en 1997 en Estados Unidos se produjeron un 15 por ciento más de casos de niños heridos o muertos con armas de fuego que las cifras correspondientes a todos los otros países industrializados.
Las causas son infinitas y van desde la facilidad que tiene todo ciudadano de adquirir un arma, los bajos controles familiares sobre los niños, la violencia que proyecta la televisión y que insensibiliza a los menores; la droga, el cine, el facil acceso a los videogames y, ahora, el Internet que abre a los muchachos un colosal puerta a entretenimientos donde la violencia es la regla.
Asi que no tratemos de explicar nada. Sólo pongamos manos a la obra para poner fin a la violencia infantil.