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Miércoles, 4 de julio del 2018


MUEREN LOS DIARIOS Y LOS PERIODISTAS

Por Hernán Maldonado

Por primera vez, desde hace casi cuatro décadas que vivo en Estados Unidos, este 3 de julio las banderas de las estrellas y las barras flamearon a media asta en los edificios públicos en homenaje a los cinco miembros del diario The Capital, de Annapolis, Maryland, asesinados el 28 de junio por Jarrod Ramos.

Los asesinatos de periodistas en varias partes del mundo se han vuelto casi moneda corriente, principalmente en México (6 en lo que va de este año). Lo ocurrido en Annapolis coincidió con el hallazgo de los cadáveres de los tres periodistas de El Comercio, de Ecuador, asesinados por las narco-FARC colombianas.

No han concluido las investigaciones sobre los motivos que llevaron a Ramos a cometer tan horrendo crimen, el más mortífero en la historia de la prensa estadounidense.

En Venezuela no son pocos los periodistas asesinados por el régimen implantado hace 19 años por Hugo Chávez Frías. Decenas han sido detenidos, enjuiciados o exiliados. En Miami, hay al menos dos televisoras con personal de esa nacionalidad y en cadenas mundiales como Univisión y Telemundo. La mayoría pertenecía a Radio Caracas Televisión, la más antigua, clausurada por Chávez el 27 de mayo del 2007.

El cierre de RCTV, y posteriormente la compra de Globovisión por sus allegados, fue duramente criticada en el mundo. Chávez los acusaba de ser “canales golpistas”. Para “asesinar” a los diarios usó otra patraña: No les vendió papel. Hasta hoy han muerto al menos una veintena de diarios en Caracas y en el interior.

Pero la muerte de diarios en Venezuela y en otras partes del mundo, no solo obedece a los caprichos de los tiranos, sino al colosal desarrollo de las redes sociales. En los años 80 empezaron a desaparecer los vespertinos. Ahora muchísimos grandes diarios apenas subsisten o están languideciendo. La gente ya no lee. Le basta con titulares en sus teléfonos inteligentes.

Esta semana, El Nuevo Herald de Miami, considerado el más grande diario en español de Estados Unidos, apareció con sus páginas reducidas al máximo. En sus mejores tiempos, solo la sección deportes, contaba con hasta 8 páginas. Tenía tres ediciones. La última se cerraba a la 1 de la madrugada.

Fueron grandiosas las ediciones como la vez en que los Miami Marlins ganaron la Serie Mundial de béisbol o al dar la primicia, inclusive por encima de nuestro hermano The Miami Herald, cuando los guerrilleros del Frente Farabundo Martí estuvieron a unas pocas cuadras de tomar el palacio presidencial de El Salvador.

Hoy, creo, la única edición que existe se cierra a las 8 de la noche porque noticias que se producen después de esa hora salen publicadas 2 días después. Eso era imposible cuando el editor general era Dave Lawrence, quién para las 7 de la mañana ya había leído los diarios en los dos idiomas y elogiaba o criticaba por escrito lo publicado.

En la edición en español el director era Carlos Verdecia, un periodista cabal, un verdadero caballero que confiaba plenamente en su personal y que con solo su mirada o su palabra suave alentaba a hacerlo cada día mejor. Bajo su dirección El Nuevo Herald alcanzó alturas irrepetibles. Guardo enmarcada la portada del 28 de noviembre del 1992 cuando desde Caracas informamos en exclusiva del golpe de Estado que intentó Chávez.

Hace 4 años el edificio sede del diario fue derribado al pasar los terrenos a otras manos. Hubo fiesta de despedida. No fui a propósito. Me hubiera sido imposible impedir las lágrimas. Supe que el gran diario empezaba a caminar hacia su extinción. Esta semana, al ver el nuevo formato, tengo la misma sensación. Enorme tristeza.