Tierra Lejana-- Página de Hernán Maldonado




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Domingo 19 de octubre del 2003


EL PERIODISMO AL PODER

Por Hernán Maldonado

Bolivia ha tenido por presidentes a generales sin tropa, a abogados sin clientela, terratenientes, mineros ambiciosos y médicos sin pacientes. Ahora estrena a un periodista que, contrariamente a sus predecesores, sí tiene quien lo escucha.

A mediados del 2001 una encuesta en el país estableció que Carlos D. Mesa era el personaje de mayor credibilidad en Bolivia. A nivel de instituciones, la Iglesia Católica ocupaba el primer lugar y la prensa, el segundo.

A Mesa se le acercaron entonces varias personalidades para proponerle que incursionara en la política. El se negó. Pero en enero del 2002 decidió colgar el micrófono y ahora por azar de los hechos es el flamante Presidente Constitucional de Bolivia.

"La vida lo lleva a uno por caminos insospechados y lo coloca en trances que quizás, por lo menos conscientemente, nunca busqué", dijo de si mismo en la presentación de uno de sus libros.

Contagiado con la fiebre izquierda en sus años juveniles "profundamente marcado por la guerrilla del Che Guevara", como escribió Ana María Romero de Campero en su libro "De Cerca", Mesa después se inscribió como un profundo nacionalista y un demócrata a carta cabal.

Cuando encabezó la tenaz campaña para cambiar el nombre del aeropuerto internacional de El Alto, John F. Kennedy, le pregunté si se consideraba anti-imperialista, me contestó: "Soy un admirador de Estados Unidos, pero un crítico de algunas de sus políticas".

En varias oportunidades recibió ofertas para trabajar en el exterior, pero Mesa rechazó una y otra vez convencido de que en Bolivia estaba su lugar. "Es un soberbio, no acepta consejos", me dijo un sacerdote amigo suyo, pero alabó su extraordinaria capacidad de trabajo.

Y es que Mesa, antes de convertirse en político independiente, echó a andar proyectos partiendo de cero y siempre triunfó. Pero todo eso dentro del campo privado. Ahora como político veremos cómo le va. Desde ya, honestamente, debo decir que me inspira fe.

La tarea que asume no es fácil. Encuentra un país profundamente dividido en medio de francotiradores racistas que apuntan a nuestra desintegración y unos partidos políticos a la deriva, cuando debían ser los soportes en los que se asienta la democracia boliviana.

Me gustó su discurso inaugural. El hecho de que lo haya improvisado en esas horas de angustia, nervios y desazón, dan la idea de que por fin tenemos en la presidencia a un hombre que va a estar a la altura de las circunstancias.

Un gran punto a favor es que Mesa es un historiador. Sabe que los procesos políticos en Bolivia desde hace un siglo son repetitivos y hará bien en revisar nuestro pasado para vislumbrar lo que debe hacer de cara a nuestro porvenir.

La historia, para los que somos apasionados de ella, es como un espejo retrovisor en un auto. Vemos lo que pasa atrás, cuando vamos hacia adelante.

Me complace muchísimo que Mesa haya coincidido con los que en marzo firmamos un manifiesto sobre lo que debía hacerse en el país (www.pachamatria.com) al establecer que su gobierno será de transición.

Mesa ha puesto inteligentemente en manos del Congreso y los políticos el peso del futuro de Bolivia. El sólo es un ejecutivo temporal del país.

Al Congreso le tocará ahora, como poder independiente sin ataduras al Poder Ejecutivo por primera vez en 60 años, delinear en los próximos meses la Bolivia que queremos (¿Asamblea Constituyente? ¿Referendo? La cuestión del gas, la reforma a la ley de hidrocarburos, la descentralización administrativa, nombramiento de funcionarios, etc, etc).

Será el Congreso, cuando crea que su labor ha concluido, que fijará la fecha de las elecciones adelantadas. No está, pues, en manos de Mesa el futuro a mediano y largo plazo del país, sino en la de sus legisladores, porque quiera o no el señor Evo Morales, hasta que no se cambie la Constitución "el país delibera por medio de sus representantes".

El Congreso recién decidirá si queremos ser una democracia participativa. Justamente ahí la inteligencia de Mesa al poner la papa caliente en manos de los políticos.

En su labor congresal los partidos deberán recobrar su vigencia como tales para rescatar a esas inmensas mayorías que en los sucesos de octubre se han pronunciado a nivel gremial o sindical, como si el nuestro fuera un Estado corporativista.

Cuando el Congreso termine su labor veremos cuál es la Bolivia que emerge. Para entonces supongo que los partidos políticos se habrán renovado, habrán muerto los caudillismos hereditarios y, sobre todo, tengamos la seguridad de que es posible salir del pantano en que nos encontramos.





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