Tierra Lejana-- Página de Hernán Maldonado




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Domingo 16 de marzo del 2008


LA LLOKHALLADA DEL 58

Por Hernán Maldonado

Jaime Escalante (que brilló en el Garfield High School de Los Angeles y que recibió como ningún otro boliviano las más altas distinciones internacionales como educador), solía recibirnos en sus clases de matemáticas con un sonoro: "¡Buenos días llokhallas!"

Escalante venía al Colegio Nacional Ayacucho como delegado a los exámenes finales. Alguna vez se lo comenté a mi madre y se horrorizó. Llohkalla en aymara quiere decir simplemente muchacho. Pero en aquellos tiempos, a pesar de la Revolución del 52, el término sonaba a despectivo. Llokhalla era el hijo menor de 18 años de un indio.

En un acto cívico tuve otra vivencia. Cuando en formación y cantando nuestros himnos de guerra nos acercábamos a la concentración, una maestra de un colegio de emperejiladas señoritas alentaba a sus alumnas a mirar "a otro lado, porque viene la llokhallada del Ayacucho". Me sentí como integrante de una banda de malandrines.

Y es que en esos tiempos hasta dos años escolares fueron acortados debido a las protestas callejeras que encabezábamos contra el gobierno de Víctor Paz Estenssoro pidiendo la libertad de los presos políticos en Corocoro, Uncía y Curahuara de Carangas. Todavía no me explico qué pito tocábamos en eso como mozalbetes, aunque quizás ahí nos templamos para la futura defensa de los derechos humanos.

Y en los campeonatos intercolegiales éramos la fruta podrida porque no queríamos ser subcampeones en nada y éramos autores de peleas y destrozos. Académicamente, quizás con la excepción de Pablo Schneid, ahora un ingeniero nuclear, la mayoría éramos alumnos de regular para abajo.

Pero en picardia teníamos las más altas notas. Fuimos los inventores del bautizo callejero de los nuevos. Hasta hoy escucho estribillos y cantos que creamos en aquél entonces. Eramos incansables cultores de los partidos de fútbol con la pelota de trapo y Manuel Luján (general de aviación) nos inició en la pelota vasca.

Como pasábamos clases mañana y tarde, un miércoles vespertino en que nuestro horario señalaba: Tiempo libre, Educación Cívica, Tiempo libre, resolvimos todo el curso dividirnos entre stronguistas y bolivaristas y nos "chachamos" porque por primera vez teníamos una pelota número 5 que trajo René Rada (futuro capitán de la selección nacional).

Saboreábamos todavía el gustito de haber jugado por primera vez en la cancha del club Litoral, en la punta del Calvario, cuando al iniciar la jornada del día siguiente, el secretario, señor Ríos, delante de todo el colegio ordenó: "Todo el Segundo B. Media vuelta, ¡Mar! Rumbo a la calle ¡Mar! ¡Quedan expulsados y no vuelven sino con sus padres!"

Pero quien parecía tener la certeza de que araba en el mar era el profesor de música, don Antonio Vargas. Eran tantas nuestras travesuras que no sólo éramos el pelotón con más desquites en la materia, sino que creo que alguna vez tuvo el convencimiento de que nada bueno ganaría la sociedad boliviana con nuestro grupo.

Estaba equivocado. Hace algunos años coincidí con varios de mis compañeros de esos tiempos y lista en mano comprobamos que de unos 50 graduados de la Promoción 1958, la mayoria somos profesionales, entre ellos médicos, periodistas, ingenieros, economistas, profesores, abogados. Y creo que ninguno incursionó en la política, donde uno siempre encuentra corruptos, pícaros y mentirosos.

Este abril el Colegio Ayacucho celebrará otro aniversario de su fundación y la llokhallada del 58 festejará el cincuentenario de su graduación. Los sobrevivientes, ahora unos abuelos nostalgiosos, nos aprestamos a recordar a insignes maestros como Escalante y a vivir un gran reencuentro que para muchos puede ser el último.





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