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Domingo 21 de junio del 2009


UNA INDUSTRIA PROSPERA

Por Hernán Maldonado

La disyuntiva no era fácil. La señora accedía a un examen vaginal o no viajaba a Estados Unidos. De nada le valió que exigiera respeto o que dijera que era la esposa de un juez. Hasta los que esperábamos en la cola de la aduana de Santa Cruz nos sentimos humillados. Era el precio a pagar por salir de Bolivia porque el país producía cerca de 50.000 hectáreas de coca ilegal.

La presión estadounidense, durante el segundo gobierno de Hugo Bánzer, hizo que se bajara la producción a sólo 6.000 hectáreas, una cifra manejable, que se sumaba a las 13.000 hectáreas legales destinadas al consumo tradicional. La colosal reducción se logró por las buenas y las malas. Por las buenas, los cocaleros resolvieron erradicar sus cultivos a cambio de 2.500 dólares contantes y sonantes.

Muy pocos cambiaron de rubro y luego de haberse bebido y comido los dólares volvieron a las andadas provocando la reacción oficial. Marchas hacia La Paz desde los Yungas y el Chapare sensibilizaron a los citadinos que acudian a auxiliar con alimentos y bebidas a los manifestantes. La prensa, hoy vilipendiada por el régimen de Evo Morales, le sirvió de escalera a sus ambiciones políticas.

En una foto de su página de América Latina, El Nuevo Herald, de Miami, el más importante diario en idioma español de Estados Unidos, mostró a Morales, piedra en mano, enfrentándose a los policías en La Paz. De allí apareció al poco tiempo como el diputado más votado del Chapare. Ya era el lider indiscutible de las seis federaciones de productores de coca de esa zona tropical de Cochabamba. Y lo sigue siendo.

Unos bribones que antiguamente luchaban por imponer en Bolivia la"dictadura del proletariado" hallaron en los cocaleros una mina de oro con la ayuda del... Imperio. En vísperas de una elección presidencial en la que Morales aparecía con escasas posibilidades, el embajador yanqui Manuel Rocha pidió a los bolivianos que no votaran por Morales. Miles de electores furiosos con la grosera injerencia decidieron hacer lo contrario. De ahí sólo faltó el último paso a la presidencia, lo que ocurrió hace tres años gracias a muchos factores, pero principalmente al hastio con los políticos tradicionales y al inmenso apoyo financiero venezolano.

El dique se desbordó porque el líder cocalero-presidente prefiere ver a otro lado cuando le informan que sus bases volvieron a la "próspera industria" que llena sus bolsillos pero que avergüenza a la gran mayoría de los bolivianos. Para facilitarles la tarea, Morales expulsó a la DEA y al embajador de Estados Unidos, sacó del Chapare a la USAID, que promovía los cultivos alternativos y pese a considerarse antineoliberal, anticapitalista y antiglobalización, propugna el libre comercio de la coca.

No se sabe si causa risa o pena ajena cuando en foros internacionales acullica hojas de coca y desafía a sus organizadores a tomarlo preso. Coca no es cocaina, dice, pero olvida que cocaína si es coca.

El pasado fin de semana la Oficina de la ONU contra la droga y el delito (UNODC) informó que la producción de coca en Bolivia aumentó el último año en un 6 por ciento a un total de 30.500 hectáreas. El gobierno estima que su lucha es contra el narcotráfico y no contra los productores de la materia prima, a los que con guante blanco les exhorta a una "racionalización voluntaria y concertada" de la producción.

Una lástima que volvamos a las épocas en las que en los aeropuertos bastaba mostrar un pasaporte boliviano por ser sospechoso de narcotráfico.