Tierra Lejana-- Página de Hernán Maldonado




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Domingo 11 de marzo del 2007


LA DEGRADACION DE LA VIDA

Por Hernán Maldonado

Caracas - Hace poco más de 30 años, cuando llegué a Venezuela como exiliado económico, me sonaba a música cuando alguien al escuchar el timbre de su puerta preguntaba: ¿Quién es? La respuesta era: "Gente de paz". La frase no sólo abría la puerta sino el corazón y el bolsillo del dueño de casa.

Esos tiempos son lejanos. Hoy casi nadie abre sus puertas temeroso de la delincuencia que en menos de 10 años ha matado a casi 100.000 venezolanos. Todavía peor. A veces se escucha una voz torpe destinada al pedigüeño: "¡Pídele a Chávez!"

A pesar de que Venezuela ha recibido casi 600.000 millones de dólares por las exportaciones de su petróleo en los últimos ocho años, la pobreza no ha desaparecido sino que, según las propias cifras oficiales, ha aumentado.

La Caracas de los prósperos comercios compite con la buhoneria. Los mercachifles se han apoderado de las calles y las autopistas. En la avenida Urdaneta que conduce al Palacio de Miraflores, ante la falta de baños públicos, es común ver a comerciantes informales aliviar sus vegijas en botellas o latas que luego vacian en la vía pública.

Algo que también llama mi atención (¿o es que antes no lo noté?) es la insaciable afición cervecera del venezolano. Desde la primera hora de la mañana, en pueblos y ciudades, uno ve a jóvenes y viejos aferrados a la "rubia que no engaña". La explicación que se me ocurre es que antes la leche, el agua embotellada y las gaseosas eran más baratas que la cerveza.

En las principales urbanizaciones del Este han surgido ahora las "moto-taxis". Es una manera de llegar rápidamente a un destino eludiendo los enormes embotellamientos de tránsito. Otra muestra más de la degradación de la vida en un país cuyo gobernante, a punta de petrodólares, busca el liderazgo continental.

Y esa degradación empieza por el lenguaje usado desde la primera magistratura de la nación. No recuerdo que ningún presidente del mundo le haya dicho públicamente a un colega suyo, "hijo de..", ni le haya invitado a enrollarse unos dólares y "meterselos por el..." ¿O escuché mal el discurso de Chávez el viernes en Buenos Aires contra George W. Bush?

- No. Sólo tenemos un Encargado de Negocios, me dice al otro lado de la línea la voz de una joven en la embajada boliviana.
- Le preguntó cuáles son los requisitos para darle visa boliviana a un venezolano.
- Ninguna, señor, me responde categórica.
- ¿Y a usted le parece justo que Venezuela nos pida a los bolivianos no sólo visa, sino pasaporte vigente de por lo menos seis meses, certificado médico y una carta de invitación de alguien en Venezuela?, pregunto.
- No le podría decir, replica.
- ¿O sea que los venezolanos entran y salen de Bolivia como Pancho por su casa, mientras a nosotros nos ponen esas trabas, no?, le espeto.
- La joven cuelga el teléfono.

Venezuela abrirá la Copa América contra la "Cenicienta Bolivia", grita el titular de un diario caraqueño. "La Cenicienta...", me digo meneando la cabeza. Hasta eso ha cambiado. Hace 30 años el fútbol en Venezuela era lo que el béisbol en Bolivia. ¿Cuándo es que Venezuela se puso los pantalones largos? Cualquiera sea la respuesta, ésta es una de las pocas cosas por las que los venezolanos pueden actualmente hinchar el pecho.





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