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Jueves 27 de agosto de 1998


LA PERMANENTE CRISIS DE LA DC EN BOLIVIA

Por Hernán Maldonado


Miami – La Democracia Cristiana, esa manera distinta de concebir la vida que devino en ideología política y que triunfó en una docena de países, en Bolivia siempre tuvo las alas de plomo y ésta la razón por la que jamás alzó vuelo.

Desde hace más o menos un mes, Benjamín Miguel Harb, el sempiterno diputado del PDC de Bolivia, ha vuelto a escribir sus sesudos artículos en los principales diarios del país.

Este martes, cuando leí el último de ellos en Los Tiempos de Cochabamba, no pude menos que recordar a Huáscar Cajías, el gran criminólogo, director por décadas de Presencia y hasta antes de su muerte presidente del Consejo Nacional Electoral.

"El país ha perdido un gran penalista y ha ganado un mal político", dijo Cajías a principios de los años 60 cuando veía que su compañero de cátedra, Miguel Harb, prestaba más atención a sus afanes partidistas que a los académicos.

En el artículo citado, Miguel Harb se luce con hermosas disquisiciones teóricas que sólo son eso. Un deber ser, que no se compagina con lo que se es. Un evangelio político que no se cumple ni se cumplirá porque está pensado para un país desarrollado.

Entre muchos, ese ha sido el gran problema de la DC boliviana. Sus líderes tan eruditos como divorciados de la realidad nacional. Ahí está el último ejemplo. En el artículo que cito, estoy segurísimo que Juan Pueblo no entiende nada.

Y eso siempre ha sido así. Grandes documentos, lindos pronunciamientos, profundas proclamas, que no son digeridos por las masas.

Y a todo esto se sumaba una rosca dirigente que creía tener la verdad a toda prueba porque gozaba de la confianza y la ayuda material de la Fundación Konrad Adenauer de Alemania y de los petrodólares de la DC venezolana.

Por la miopía de su liderazgo la DC perdió a toda su juventud en 1967. Esos jóvenes, hombres hoy, se abrieron paso en otros partidos o fundaron propios, como el Movimiento de Izquierda Revolucionaria, el Movimiento Bolivia Libre, etc, que han gravitado en la vida política del país en los últimos 20 años. Otros murieron en la guerrilla de Teoponte.

La DC, y sólo de carambola, llegó a la vicepresidencia del país con Luis Ossio Sanjinés en el gobierno de Jaime Paz Zamora.

Actualmente forma parte de la megacoalición mendigando cargos públicos. Lo más que ha podido alcanzar es una embajada en México. Con motivo de la expulsión de Condepa, los democristianos pidieron más cuotas de poder, pero no le han hecho caso.

Obviamente el presidente Hugo Bánzer Suárez debe acordarse todavía de los calificativos que le solía endilgar su actual aliado cuando en los años 70 estaba en la oposición radical, con la ayudita que le prestaba el presidente venezolano Luis Herrera Campíns.

La DC erró al tratar de hacer un partido de arriba para abajo, es decir primero dirigentes y después bases. Cuando trató de hacerlo al revés, también falló porque tomó el camino equivocado. Todavía es anecdótico dentro del partido la gestión del secretario general del PDC de La Paz, Walter Bermúdez, cuando en 1967, sorprendía con masivas reuniones de campesinos "democristianos" en Río Abajo.

Unos indígenas más vivos que ignorantes, cotizaban en pesos la organización de "concentraciones del PDC". A mayor dinero, más concurrida la manifestacion en la que hablaría el líder Remo di Natale, que por cierto no sabía un rábano de aimara, idioma de su audiencia.

Otro error era la entrega, al primer postor, de becas de Alemania, Perú, Chile, Uruguay, Venezuela, Italia. A veces eran tantas las becas que faltaba poco menos que los dirigentes salieran a la calle a ofrecerlas al primero que pasara. Así ocurrió, por ejemplo, con Freddy Canaviri, que viajó al Perú con apenas unas horas de militancia en el partido.

Pero el problema no sólo era ese, sino que los becarios, a su vuelta, jamás se involucraban en el trabajo partidario. Es más, ni siquiera pasaban nuevamente por la secretaría del PDC y tampoco había alguien que exigiera cuentas.

Otros eran "dirigentes" sólo por las oportunidades de viaje al exterior. Ahí está Tonchi Marinkovich, actual ministro de Salud, que estoy seguro ni se acuerda que fue miembro de la juventud democristiana y como tal delegado boliviano a cuanta reunión internacional de la ODCA y de la OMJDC, en aquellos años presidida por Antonio Araníbar Quiroga.

Desaparecidos o expulsados los otros dirigentes históricos, ahora el PDC es casi un sinónimo de Benjamín Miguel, el eterno diputado que mejor servicio le habría prestado al país desde su cátedra de Derecho Penal de la Universidad Mayor de San Andrés.