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Martes 8 de diciembre de 1998


VENEZUELA: EL CORONEL
ENTRA EN EL LABERINTO

Por Hernán Maldonado


Hugo Chávez


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Audio: Primera entrevista hecha al presidente electo, Hugo Chávez Frías (Cortesía de El Universal de Caracas).

Video: Resumen de los acontecimientos que lanzaron a Chávez a la palestra pública (Cortesía de Venevision).

MIAMI – A las 5 de la tarde del 6 de diciembre de 1998, cuando todavía en varias mesas de votación los ciudadanos formaban filas para emitir sus votos, el coronel Hugo Chávez compareció como presidente electo de Venezuela en la televisora que le sirvió de trampolín en su meteórica carrera política.

A esa hora ya no había ninguna duda del triunfo del militar, por casi un millón de votos de diferencia sobre su tenaz contrincante Henrique Salas Romer.

El bipartidismo adeco-copeyano que floreció tras la caída de la dictadura del general Marcos Pérez Jiménez, fue sepultado por una colosal avalancha de votos. Irónicamente, el pueblo se inclinó a favor de otro militar. Uno que apenas balbuceaba sus primeras palabras cuando aquél fue derrocado.

Desde ese 23 de enero de 1958, Acción Democrática (AD) y Copei (Democracia Cristiana) se alternaron en el poder y convirtieron un país rico en pobre y después en mendigo. Las elites político-partidistas se corrompieron en tal forma que la ciudadanía hace rato que les perdió el respeto y ansiaban a alguien con mano fuerte que ordenara la casa.

En el respetable diario El Nacional, a fines de 1994, se publicó un chiste gráfico de la realidad del momento. Dos venezolanos pasaban por el edificio del Congreso y escuchaban a los parlamentarios decirse unos a otros: ladrón, bandido, corrupto, contrabandista, narcotraficante, etc.

-Parece que están peleando, dice uno de ellos.

-No. Están pasando lista, le responde el otro.

Los dueños del poder le habían prometido tanto a Venezuela y le fallaron tantas veces, que cuando el 4 de febrero de 1992 el comandante Chávez encabezó una asonada militar para acabar con el corrupto gobierno de Carlos Andrés Pérez, los que temblaron fueron los políticos.

Chávez compareció esa madrugada en la televisión para dar cuenta de su rendición. Se mostró sereno, dueño de si mismo para pedir a sus compañeros insurrectos que depusieran las armas porque "por ahora" se habían cumplido los objetivos propuestos.

Como nueve meses después (estando él en la cárcel) fracasó un segundo intento sin que estas acciones fueran condenadas de manera categórica por la población civil, Chávez y sus seguidores optaron por cambiar la consigna: "balas no, votos si" y sólo les demandó seis años para llegar al poder con una campaña bastante sencilla cuanto harto demagógica al dividir el país entre pobres y ricos.

Y los pobres, que son el 73 por ciento de esos 24 millones de venezolanos frustrados por 40 años de promesas incumplidas, descendieron el domingo de los cerros donde han edificado desde hace décadas sus taguaritas y ranchos (precarias viviendas) y se volcaron masivamente a votar por el "Comandante".

Cuando Chávez se presentó por la tarde de ese día en Televen, en la entrevista retransmitida a Estados Unidos por el Canal Sur, no era más el candidato, sino el presidente electo de Venezuela y como tal se comportó. Ya no amenazó con freir a sus opositores en aceite, sino que les ofreció diálogo. Ya no habló de una moratoria de la deuda de 55,000 millones de dólares, sino de negociaciones para suspender temporalmente su pago. Se abstuvo de echar chispas contra el Fondo Monetario Internacional, organismo con el que "hay que dialogar", dijo.

Al margen del repentino cambio de discurso destinado a no a espantar a los inversionistas, Chávez ahora se enfrenta a desafios gigantescos. Muy rápidamente encontrará que una cosa es ser gobierno y otra oposición, sobre todo si no se tienen a mano los instrumentos idóneos para promover los cambios que se proponen.

Aunque Acción Demócratica y Copei han sido los marginados de la gran contienda electoral del domingo, todavía mantienen estructuras regionales poderosas, al punto que Chávez sólo ganó ocho de las 23 gobernaciones de estado en las elecciones de noviembre y le son adversos 223 alcaldes de los 364 elegidos en el país.

Chávez, además, tendrá al frente un congreso de mayoría opositora (63 por ciento). Por más que ese congreso le apoye en sus políticas iniciales, la afición a la verborrea y la chicanería leguleyesca será un lastre a la velocidad con la que Chávez quiere imponer los cambios.

Ese primer escollo podría inducirle a clasurar el parlamento y apresurar la convocatoria a una Asamblea Constituyente, el gran proyecto suyo destinado a darle una nueva estructura jurídica que sirva de cimiento a la reordenación política, social y económica del país.

Chávez ha dicho que lo primero que hará el 2 de febrero al asumir el mando será la de decretar un aumento general de sueldos y salarios. La languideciente economía venezolana no puede permitirse ese lujo, a menos que funcione la máquina de fabricar dinero, lo que significa potencialmente un atroz incremento de la inflación, que este año llega al 30 por ciento.

En fin, el pueblo venezolano ha dicho su palabra en las urnas. Ahora le toca lo suyo al comandante-presidente.