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AGUA BENDITA O...Por
Hernán Maldonado
Mientras iban a llamar a mi madre, mi hermana me informó que la familia,
que jamás se ha metido en ningún lío político, había participado también en
la construcción de las barricadas en las cercanías de la plaza Demetrio
Canelas y que la abuela, camino a misa, las observaba el domingo.
Entonces recogí testimonios de primera mano y concluí que fueron 48 horas
de furia popular, sin colores políticos, sin distingos de credo, raza, edad o
religión. La cochabambinidad salió enfurecida a las calles e hizo que el
gobierno se comiera su decreto de 48 horas antes.
Los choques fueron brutales al punto que el diario Los Tiempos en su
edición de este martes, 72 horas después, describe el aire enrarecido de la
ciudad por los gases lacrimógenos, las fogatas de periódicos y cartones
lanzados desde las ventanas, de neumáticos incendiados, etc. Cochabamba
estuvo a un triz de sufrir una "Bogotazo" o un "Caracazo".
Los cochabambinos salieron a las calles furiosos, cansados de tanto
engaño, de promesas incumplidas. Encararon abiertamente a los demagogos, al
jefe de la represión, el viceministro José Orias, y al final de los dos días
turbulentos, la Coordinadora del Agua, que encabezó la protesta, enarboló el
pendón de la victoria.
Es harto conocida la escasez de agua en Cochabamba. Recuerdo que, como
nunca antes, fue la piedra angular de la lucha electoral entre la oposición y
el gobierno de Gonzalo Sánchez de Lozada en los meses previos a los comicios
de 1997. El presidente saliente, en medio de un feroz debate, se ganó gruesos
adjetivos de parte del alcalde de la ciudad Manfred Reyes Villa.
Sánchez de Lozada les había dicho a los cochabambinos que debían decidir
entre "tener agua o tener Misicuni". El ex presidente creía que lo más
factible económica, técnica y financieramente para dotar de agua a Cochabamba
era el proyecto Corani.
El líder opositor de entonces, Hugo Bánzer, se cuadró con los que querían
Misicuni prometiéndoles a los cochabambinos que, con ello, no sólo
solucionarían sus problemas de agua potable, sino que habría agua para
electricidad y riego. Cochabamba, en sus palabras, volvería a ser el granero
de Bolivia.
Reyes Villa se alió con Bánzer. Misicuni era un lenguaje común a ambos
políticos busca-votos. Ninguno le dijo a los cochabambinos que el dinero
saldría de sus bolsillos o poco menos. Obviamente cuando Bánzer llegó al
poder puso en marcha el proyecto con la novedad que sólo una compañía
presentó especificaciones para realizarlo. Bánzer, que como opositor había
criticado ácidamente la concesión a Cruz Blanca de Chile la capitalización de
los ferrocarriles, no tuvo más remedio que seguir el mismo camino que su
antecesor al adjudicar la obra al único proponente disponible.
Pero resulta que Misicuni no está a la vuelta de la esquina. Es más, a
mediados de 1999 el Canal PAT realizó un reportaje investigativo según el
cual Misicuni, de hacerse realidad, apenas cubrirá las necesidades de agua
potable de Cochabamba y que los llajtamasis deberán olvidarse por muchos años
de la electrificación y del agua para riego. O sea que el proyecto faraónico
de Misicuni se queda sin el prefijo "multi".
Lo afrentoso es que, según los términos del convenio con Aguas del
Tunari, los cochabambinos deben pagar por el agua aún sin tener el servicio y
con las tarifas disparadas a los cielos.
El gobierno bajó los incrementos, algunos de los cuales llegaban hasta un
70 por ciento, y estableció que el máximo aumento llegaría a un 34 por
ciento. Esa sería su palabra final. A mediados de la semana pasada Reyes
Villa, ante la furia cochabambina, se quiso pasar de listo y dijo que no
avalaba ese 34 por ciento. El y su minipartido NFR fueron expulsados del
gobierno.
El viernes en la mañana, mientras desde todos los rincones los
cochabambinos buscaban converger sobre la plaza 14 de septiembre, avionetas
del gobierno lanzaron sobre la ciudad volantes en los que se demostraba que
Reyes Villa había firmado anteriormente un convenio autorizando ese 34 por
ciento.
Entonces enfurecidos ciudadanos llamaron a las radios controladas por NFR
(que alentaban la toma de la ciudad) para desenmarcarar a Reyes Villa. No
pudieron hacerse oir. Cada vez que empezaba un reclamo contra el mandamás de
la Llajta, se escuchaba música de fondo.
El "viernes negro" por 14 horas chocaron policías y manifestantes. El
gobierno pensó que el sábado, "día de cancha", todo volvería a la normalidad.
Se equivocó. Pese a no ser día laboral, la barricadas se mantuvieron ardiendo
y los manifestantes empeñados en tomar la plaza 14 de Septiembre.
Al anochecer, el gobierno dio paso atrás. Se habían agotado los gases y
los balines. Estaba claro que al día siguiente tendría que usar balas de
verdad. Bánzer acudió al obispo y al Defensor del Pueblo para un convenio que
virtualmente deroga su decreto de tres días antes. Los vecinos seguirán
pagando los montos vigentes al mes de octubre del 99 por la escasa agua que
reciben.
¿Ahora quién pagará Misicuni? Es la gran pregunta tras las violentas
jornadas, más ahora cuando el Estado no tiene ni para pagar sueldos de la
administración pública, mientras nuestro vicepresidente va a Washington
sombrero en mano para continuar la lucha contra los narcocultivos y cuando el
gobierno, en el colmo de la estupidez, aumenta los impuestos a los artículos
suntuarios, entre ellos... los refrescos. Tan "suntuarios" que para muchos de
nuestros obreros un almuerzo consiste precisamente en un refresco y una
marraqueta.
¡Ah! y la obra esta atrasada en cinco meses. No se ve agua en el futuro
próximo. Aguas del Tunari está con la cabeza gacha. ¿Cuál el mensaje a
potenciales inversionistas?
Reyes Villa, acaba de posesionarse para un nuevo periodo de cinco años
sin explicar su comportamiento en todo este entuerto del 34 por ciento.
Yo todavía no entiendo cuál es la batalla que ganó Cochabamba.
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