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Miércoles 9 de febrero del 2000


AGUA BENDITA O...

Por Hernán Maldonado


Cuando comenzó la manifestación, la Policía reprimió con gases a los marchistas para impedir que llegaran a la plaza 14 de Septiembre y entonces se desataron los enfrentamientos.
Miami - El domingo 6 de febrero en la mañanita llamé por teléfono a Cochabamba para felicitar a mi madre por su 88 cumpleaños. "La abuela está en la calle ayudando a levantar las barricadas", me dijo uno de mis sobrinos. Lo regañé por lo que ciertamente era una travesura infantil. La casa de la abuela está lejos del centro de la ciudad donde el día anterior y el viernes se habían librado las principales batallas en la "guerra del agua".

Mientras iban a llamar a mi madre, mi hermana me informó que la familia, que jamás se ha metido en ningún lío político, había participado también en la construcción de las barricadas en las cercanías de la plaza Demetrio Canelas y que la abuela, camino a misa, las observaba el domingo.

Entonces recogí testimonios de primera mano y concluí que fueron 48 horas de furia popular, sin colores políticos, sin distingos de credo, raza, edad o religión. La cochabambinidad salió enfurecida a las calles e hizo que el gobierno se comiera su decreto de 48 horas antes.

Los choques fueron brutales al punto que el diario Los Tiempos en su edición de este martes, 72 horas después, describe el aire enrarecido de la ciudad por los gases lacrimógenos, las fogatas de periódicos y cartones lanzados desde las ventanas, de neumáticos incendiados, etc. Cochabamba estuvo a un triz de sufrir una "Bogotazo" o un "Caracazo".

Los cochabambinos salieron a las calles furiosos, cansados de tanto engaño, de promesas incumplidas. Encararon abiertamente a los demagogos, al jefe de la represión, el viceministro José Orias, y al final de los dos días turbulentos, la Coordinadora del Agua, que encabezó la protesta, enarboló el pendón de la victoria.

Es harto conocida la escasez de agua en Cochabamba. Recuerdo que, como nunca antes, fue la piedra angular de la lucha electoral entre la oposición y el gobierno de Gonzalo Sánchez de Lozada en los meses previos a los comicios de 1997. El presidente saliente, en medio de un feroz debate, se ganó gruesos adjetivos de parte del alcalde de la ciudad Manfred Reyes Villa.

Sánchez de Lozada les había dicho a los cochabambinos que debían decidir entre "tener agua o tener Misicuni". El ex presidente creía que lo más factible económica, técnica y financieramente para dotar de agua a Cochabamba era el proyecto Corani.

El líder opositor de entonces, Hugo Bánzer, se cuadró con los que querían Misicuni prometiéndoles a los cochabambinos que, con ello, no sólo solucionarían sus problemas de agua potable, sino que habría agua para electricidad y riego. Cochabamba, en sus palabras, volvería a ser el granero de Bolivia.

Reyes Villa se alió con Bánzer. Misicuni era un lenguaje común a ambos políticos busca-votos. Ninguno le dijo a los cochabambinos que el dinero saldría de sus bolsillos o poco menos. Obviamente cuando Bánzer llegó al poder puso en marcha el proyecto con la novedad que sólo una compañía presentó especificaciones para realizarlo. Bánzer, que como opositor había criticado ácidamente la concesión a Cruz Blanca de Chile la capitalización de los ferrocarriles, no tuvo más remedio que seguir el mismo camino que su antecesor al adjudicar la obra al único proponente disponible.

Pero resulta que Misicuni no está a la vuelta de la esquina. Es más, a mediados de 1999 el Canal PAT realizó un reportaje investigativo según el cual Misicuni, de hacerse realidad, apenas cubrirá las necesidades de agua potable de Cochabamba y que los llajtamasis deberán olvidarse por muchos años de la electrificación y del agua para riego. O sea que el proyecto faraónico de Misicuni se queda sin el prefijo "multi".

Lo afrentoso es que, según los términos del convenio con Aguas del Tunari, los cochabambinos deben pagar por el agua aún sin tener el servicio y con las tarifas disparadas a los cielos.

El gobierno bajó los incrementos, algunos de los cuales llegaban hasta un 70 por ciento, y estableció que el máximo aumento llegaría a un 34 por ciento. Esa sería su palabra final. A mediados de la semana pasada Reyes Villa, ante la furia cochabambina, se quiso pasar de listo y dijo que no avalaba ese 34 por ciento. El y su minipartido NFR fueron expulsados del gobierno.

El viernes en la mañana, mientras desde todos los rincones los cochabambinos buscaban converger sobre la plaza 14 de septiembre, avionetas del gobierno lanzaron sobre la ciudad volantes en los que se demostraba que Reyes Villa había firmado anteriormente un convenio autorizando ese 34 por ciento.

Entonces enfurecidos ciudadanos llamaron a las radios controladas por NFR (que alentaban la toma de la ciudad) para desenmarcarar a Reyes Villa. No pudieron hacerse oir. Cada vez que empezaba un reclamo contra el mandamás de la Llajta, se escuchaba música de fondo.

El "viernes negro" por 14 horas chocaron policías y manifestantes. El gobierno pensó que el sábado, "día de cancha", todo volvería a la normalidad. Se equivocó. Pese a no ser día laboral, la barricadas se mantuvieron ardiendo y los manifestantes empeñados en tomar la plaza 14 de Septiembre.

Al anochecer, el gobierno dio paso atrás. Se habían agotado los gases y los balines. Estaba claro que al día siguiente tendría que usar balas de verdad. Bánzer acudió al obispo y al Defensor del Pueblo para un convenio que virtualmente deroga su decreto de tres días antes. Los vecinos seguirán pagando los montos vigentes al mes de octubre del 99 por la escasa agua que reciben.

¿Ahora quién pagará Misicuni? Es la gran pregunta tras las violentas jornadas, más ahora cuando el Estado no tiene ni para pagar sueldos de la administración pública, mientras nuestro vicepresidente va a Washington sombrero en mano para continuar la lucha contra los narcocultivos y cuando el gobierno, en el colmo de la estupidez, aumenta los impuestos a los artículos suntuarios, entre ellos... los refrescos. Tan "suntuarios" que para muchos de nuestros obreros un almuerzo consiste precisamente en un refresco y una marraqueta.

¡Ah! y la obra esta atrasada en cinco meses. No se ve agua en el futuro próximo. Aguas del Tunari está con la cabeza gacha. ¿Cuál el mensaje a potenciales inversionistas?

Reyes Villa, acaba de posesionarse para un nuevo periodo de cinco años sin explicar su comportamiento en todo este entuerto del 34 por ciento.

Yo todavía no entiendo cuál es la batalla que ganó Cochabamba.