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Miércoles 27 de enero de 1999


LO AUTENTICAMENTE BOLIVIANO

Por Hernán Maldonado


Miami – El niño, entre asombrado y jubiloso, gritó: ¡Mami, mami! ¡Mauricio se vistió de turista!

Miguel, el pequeño hijo de mi amiga y colega Alejandra Blacutt describió así en 1984 a mi hijo Mauricio, adolescente entonces, que atraido por su confección y sus novedosos estampados se había comprado en la calle Sagárnaga y vestía una camisa de tocuyo, un chalequito de bayeta de la tierra y una chuspita.

En 17 años era la segunda vez que visitaba su patria y la exclamación del niño lo desconcertó. Mauricio no parecía entender que ese tipo de vestidos típicamente bolivianos pudiera caracterizar "sólo" a los turistas. Pero era y es la realidad.

Parece no haber viajero europeo o americano que llegue a La Paz y no se compre y vista uno de esas atuendos típicos. Quizás por eso nuestros niños asocian a los turistas con esos vestidos.

Es decir se cumple aquello de que en casa del herrero, cuchillo de palo.

Una magnífica fotografía de Patricio Crooker, del diario La Razón, de un niño en una escuela de El Alto, me trajo aquél recuerdo. Qué lindo sería que nuestros pequeños fueran a la escuela con esas ropas, tan auténticamente nuestras como el Illimani y el Illampu.

Lamentablemente ahora vestimos así a nuestros niños, y nosotros mismos, sólo para el carnaval o para la anécdota, porque hemos caído en la transculturización y cada vez queremos ser lo que no somos.

Si creen que exagero, pues lean los periódicos del 1 de noviembre reseñando las fiestas de "Halloween" en la zona sur de La Paz, una fiesta que no tiene nada que ver con nuestra cultura ni nuestra idiosincrasia.

Estamos llegando la ridiculez de festejar en Bolivia el "Thanksgiving Day" que tradicional, histórica y únicamente es estadounidense.

Y para no quedarnos atrás, nuestros locutores deportivos parecen empeñarse en imitar a sus colegas argentinos en el acento y hasta en copiarles estupideces como convertir sustantivos en verbos, como "volantear" como si no pudiera describirse de otro modo la acción de un mediocampista.

Algunos nos sorprenden con su anuncio de que van a "interview-var" a un jugador, en lugar simplemente de entrevistar, conversar, charlar, preguntar, dialogar, interrogar, etc.

Y nuestros cronistas sociales están incursionando con vigoroso entusiasmo en el "spanenglish", de modo que en sus notas leemos que en la "wedding" de Carolita Picafuerte con Luchin Piedrahita el "cake" tenía unas "flowers" naturales que la hacían muy "nice". ¿Piensan que exagero? Lean de cuando en cuando la sección Ficho de La Razón.

Y no crean que la transculturización es propia de la zona sur. El mismo periódico informó en julio pasado que después de terminar el mundial de fútbol se produjo en El Alto una hemorragia de bautizos con nombres singulares. Rivaldo Apaza, Ronaldinho Mamani y Zinedin Condori aparecieron en los libros del registro civil.

Justamente hace una semana el compatriota Jaime López Hartmann (que le gusta describirse a si mismo como el Chucuta de Amberes), pintor, matemático e informático y que parece más bien un consumado aymarólogo nos regaló desde Bélgica, una lista de palabras que podrían servirnos para bautizar a nuestros hijos.

La ventaja, según el mismo Jaime, es que podrían servir tanto para niño o niña y me he quedado pensando en algunos de ellos, verdaderamente hermosos: Kurmi (arcoiris), Amucha (capullo), Amuyiri (inteligente), Irpasi (compañero inseparable), Jiwaki (bello), Larama (azul), Munkaya (amable), Pankara (flor), Sanka (ensueño), Wayra (viento), Yani (acertado).

No puedo terminar esta nota sin retrotraer a la memoria la impactante película nacional Sangre de Cóndores (Yawar Mallcu). Se acuerdan de la escena en la que el personaje principal, jugando un partido de fútbol en la cancha Said, es víctima de falta y al ser increpado responde altanero: ¿Quién es indio carajo, quién es indio?

Creía que con haber cambiado los pantalones de bayeta por el bluejean, el saco por el poncho y los zapatos de goma por las ojotas, había dejado de ser indio..., cuando el indio, con su rica cultura y su alto sentido de la solidaridad --que no encontró en la gran ciudad-- vivía en él como su piel misma.

Y eso es lo que se destaca en el final de la trama, pero no de la película porque ésta no tiene fin. No podría. Es el país mismo.