Regreso al comienzo

Jueves, 25 de septiembre de 1997


HISTORIA PEQUEÑA DE UNA HISTORIA GRANDE

Por Hernán Maldonado
Especial para la Agencia de Noticias Fides


Fotografía con la que el diario Presencia acompañó el artículo el 5 de octubre de 1997.

MIAMI, - El cadáver de Ernesto Ché Guevara aún no se había enfriado cuando la voz de Salim Sauma Patiño se escuchó en La Paz, más o menos a las 5:30 de la tarde de ese 9 de octubre de 1967: "Fuentes fidedignas acaban de informar a Radio Fides, desde Santa Cruz, que ha sido muerto en combate..."

Lo que apenas se sabía hasta entonces es que el día anterior se había producido un combate en las cercanías de Vallegrande y que las fuerzas armadas bolivianas se habían apuntado un rotunda victoria.

Por eso la interrupción del programa habitual en la emisora para dar el "boletín de última hora" y la promesa habitual de "seguiremos informando, mantenga nuestra sintonía".

Se estaba ante una primicia de enorme trascendencia nacional e internacional. Ante un "tubazo", como dicen los venezolanos, un "hardbreaking news', como dicen los americanos.

Cómo es que Radio Fides dio la primicia arriesgándose a eventuales represalias de un gobierno al que no le temblaba la mano a la hora de ajustar cuentas con los que no eran de sus simpatías o desobedecian las estrictas instrucciones de "difundir sólo los comunicados oficiales"?

Al Ché anteriormente lo "habían matado" tantas veces en Cuba, en el Congo, en la Unión Soviética, etc, que cualquier noticia sobre su "nueva" muerte había que agarrarla con pinzas.

Esta vez la fuente de la información estaba por encima de toda sospecha de mala o buena fe.

Y desde aquí sigo con la versión de mi libro inedito "Gracias Don Julio" (Homenaje a don Julio Borelli):

El director de la emisora, el padre José Gramunt de Moragas había viajado a un seminario en Lima y me quedé a cargo del departamento noticioso de la radio. Poco antes de las 5:30 p.m. recibí una llamada de Santa Cruz. Me pareció raro que el propio obispo deseara hablar conmigo. Segundos antes ya lo había hecho con el locutor Salim Sauma. Recordé que yo estaba a cargo de la radio.

- Dile a Gramunt que el ejército ha capturado al Ché Guevara, dijo agitado Monseñor Hurtado.

-?Está usted seguro monseñor?, interrogué.

-!Por Dios hijo, acabo de ver su cadaver!, respondió.

-?Entonces podemos dar la noticia por la radio?, volví a preguntar casi estúpidamente.

-Es cosa de ustedes, pero a mi no me nombres, dijo el prelado y colgó.

Interrumpimos la transmisión para dar el boletín y con ello desatamos un torrente de llamadas de otros periodistas, corresponsales, políticos, etc.

El gobierno sabía y había filtrado la noticia de que el Ché estaba dirigiendo el grupo guerrillero, pero el común de los mortales dudaba de la veracidad a pesar de las pruebas aportadas por el oficialismo.

Una de las llamadas provino del ministerio de Gobierno (ahora Interior). ?Cuál es la fuente de su información?, preguntó hóscamente el sujeto. Le dijimos que no podíamos proporcionársela. Colgó de mala manera, no sin antes advertirnos que nos cuidáramos de divulgar noticias no confirmadas oficialmente.

Pero al día siguiente el propio ministerio nos pidió que nombremos a uno de nuestros redactores para viajar a Vallegrande donde se produciría una "conferencia de prensa". Designamos a Carlos Ossio, quien en nombre de la emisora que había dado la primicia de la sensacional noticia observó como testigo el cadaver del guerrillero colocado en la pila de la lavandería del hospital Señor de Malta.

La versión oficial era que el Ché había muerto de las heridas recibidas en combate, aunque en voz baja ya circulaba la versión de su ejecución. Los expertos argentinos que llegaron para identificarlo por las huellas dactilares ratificaron que las manos cortadas le pertenecían. Pero todas estas historias ya eran más propias de revistas y periódicos que de un informativo radial de media hora de duración.

La izquierda internacional, quizás con la intención de mantener vigente el mito, se esmeraba por cualquier medio a su alcance en poner en duda la versión oficial boliviana.

Poco tiempo después, un domingo en la noche, para ser más exacto, me hallaba preparando el informativo de Radio Reloj a ser leido al día siguiente y para el que debía captar los informativos radiales extranjeros. De pronto escuché que Radio La Habana estaba anunciando un discurso "muy importante" de Fidel Castro en la Plaza de la Revolución.

-Era costumbre del Ché en su vida guerrillera anotar... comenzó el discurso de Castro.

Subí atropelladamente a las oficinas de Gramunt y le informé lo que estaba empezando a escuchar.

-Vamos a transmitirlo, dijo. Buscó por el locutor, pero ya Salim Sauma se había ido. Pensé que Gramunt desistiria de su propósito. Para mi los domingos eran mortales, porque además de la larga jornada en el estadio en la transmision de los partidos de fútbol, había que preparar el informativo de las 9 de la noche, colaborar con don Julio Borelli en el Informativo Deportivo Gigante y dejar listo el Radio Reloj del día siguiente. Gramunt no se amilanó ante la falta de locutor. El haría sus veces, de manera que me pidió que me pusiera los auriculares, copiara a máquina lo que escuchaba y le pasara poco a poco todo lo que pudiera captar.

Con la marcha alemana Gruss an Kiel, característica de la emisora, interrumpió la programación dominical de música clásica y empezó:

-!Boletín especial de Radio Fides! El gobierno cubano acaba de reconocer que el guerrillero muerto la semana pasada en el país es el argentino-cubano Ché Guevara. La admisión se ha producido hace pocos momentos en un discurso que pronuncia en La Habana el presidente Fidel Castro. Estamos captando ese discurso y a medida que lo tengamos lo iremos transmitiendo a ustedes. Mantengan la sintonía..."

Otra vez sonó la marcha y le entregué dos medias cuartillas.

En los primeros 10 minutos de la transcripción tuve que descolgar el teléfono porque, a pesar de la hora, poco más de las 10:30 de la noche, parecía que toda La Paz tenía interés en saber cuál era la frecuencia donde podía captar la emisora cubana.

Cuando concluí, me acuerdo que una de las últimas frases hacia alusión al "guerrillero heroico", como había descripto Castro al Ché y de las que yo hacía simplemente una transcripción literal. Por eso me sorprendio escuchar que el sacerdote añadiera a lo del "guerrillero heroico" algo así: "muerto por los no menos heroicos soldados bolivianos".

Cuando dejaba el micrófono le dije: "Oiga padre, esto último yo no escribí.

-Ya lo sé, pero si lo dejaba como lo pusiste, hubiera parecido que te estabas pasando a la acera de enfrente", replicó

Y todo esto parece que hubiera ocurrido ayer nomás.