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Domingo 13 de septiembre del 2009



UNA CANDIDATA DE ÑEQUE

Por Hernán Maldonado

La primera vez que escuché la palabra ñeque fue de labios de Ana María Romero de Campero. La conocía de referencias por mis colegas de la Agencia de Noticias Fides, pero recién personalmente cuando coincidimos como "editores de mesa" de la United Press International, en Washington y había que mostrar coraje del bueno para enfrentarse a los peculiares puntos de vista o caprichos de nuestro jefe del departamento latinoamericano.

"Hay que tener ñeque" era una de sus frases preferidas, a la manera de aliento ante las adversidades, algunas de las cuales al parecer la marcaron profesionalmente de tal manera que cuando regresó a Bolivia publicó una vez un artículo recordando una de sus discusiones con el colega Abel Dimant, fallecido hace nueve años.

Construimos una bonita amistad que se extendió más allá de UPI, de manera que era ineludible que nos reuniéramos a almorzar, a su invitación, la vez que llegaba a La Paz. Casi a mediados de los 80 me sorprendió una llamada suya en Miami. Como directora del diario Presencia y quizás pensando en su retiro me habló de la posibilidad de postularme ante la Jerarquía Católica a "a un alto puesto". Recién vinculado a The Miami Herald rechacé muy a mi pesar la invitación que significaba volver al querido país.

Más después la apoyé con entusiasmo cuando fue postulada a ser la primera Defensora del Pueblo. La critiqué cuando desde el cargo mostró parcialización hacia los cocaleros en la defensa de los Derechos Humanos, aún ganándome reproches de mi esposa que estimaba que no debía portarme así con una amiga y una colega muy querida.

Pero es que para mi la defensa de loa DDHH es global. Los policías masacrados en el Chapare o los horriblemente quemados en Sacaba por los cocaleros, eran también humanos y sus muertes suceptibles de ser condenadas, por más que se diga que éstos tienen por defensores al mismísimo Estado.

En un próximo viaje a Bolivia supe que le habían incomodado mis opiniones. Imprevistamente me topé con ella en El Prado de Cochabamba. Iba a un compromiso en un hotel cercano. Sus guardaespaldas apenas me permitieron acercarme. Sentí en los huesos la frialdad de su saludo y me di cuenta de su deliberada prisa.

Mucho más después, y me temo que fue la gota que rebasó el vaso, la critiqué cuando se aferró a la posibilidad de la reelección en el cargo, asegurando que tristemente me parecía que la Defensora del Pueblo se había convertido en la "Defensora del Puesto", aún bajo las protestas de mi mujer. Pero es que, felizmente para mi, lo que escribo es un sentir periodístico más allá inclusive de los compromisos de amistad. Sólo escribo sobre lo que son las cosas y lo que creo que deben ser.

Ahora Ana María recibe con alegría la postulación al Senado que le hace Evo Morales. Mi antigua colega ¿necesita del curul para defender a los medios que manda a dinamitar el actual gobierno, para defender a periodistas apeleados un día si y otro no, para protestar contra los perseguidos políticos, los exiliados, la injusticia campante y rampante? Parece que si. Esperaré. Quizás volvamos a almorzar.