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Martes 8 de septiembre de 1998


DEBE CONSTRUIRSE UNA
VERDADERA REAL VIAL

Por Hernán Maldonado


Miami – Por la condición mediterránea de Bolivia, la vertebración del país a través de la red caminera debería ser una de las prioridades de las autoridades nacionales. Los caminos son las venas del desarrollo, sin ninguna duda.

¿De qué sirve que a los cocaleros del Chapare se les pida dedicarse a los cultivos alternativos, si en el momento de la verdad – por falta de transporte – no podrán sacar sus productos al mercado y con más rabia que pena verán podrirse sus plátanos, sus piñas o sus mangos?

En 1960, cuando se impulsó la colonización del Alto Beni, desde la Plaza Murillo (previos los discursos de rigor) salía cada semana una camionada de campesinos altiplánicos, ex combatientes de la Guerra del Chaco y mineros desocupados, todos ellos adjudicatarios de terrenos en esa zona tropical.

A esos pioneros se les entregaba la parcela que les correspondía y ahí terminaba la labor gubernamental. Caranavi, la naciente población, no contaba ni siquiera con una posta sanitaria para curar las enfermedades tropicales que hacían estragos entre los colonos.

Gente acostumbrada al chuño, el charque y la tunta debía cambiar de la noche a la mañana a la yuca, el pescado y el plátano y las enfermedades gastrointestinales eran el cuento de no acabar para decenas de colonos que debían hacer el viaje de regreso por lo menos hasta Coroico, a 70 kilómetros, para ser atendidos de sus males.

Cuando se produjo la ambientación y esos colonos empezaron a producir cítricos, plátanos, papayas, arroz, yuca y ñame, se encontraron con que no podían sacar sus productos desde Caranavi y Santa Fe por la inexistencia o la precariedad de los caminos. Ni siquiera había un puente sobre el río Yolosa.

Casi 40 años después, los problemas apenas han sido superados. Ya existe el puente, pero el camino Caranavi-Santa Fe-Teoponte mantiene su precariedad (lo mismo que el largo tramo Caranavi-Unduavi) al punto que en época de lluvias se hace intransitable.

Cuando en los primeros años de la Revolución Nacional se estrenó el camino Cochabamba-Santa Cruz, los políticos de turno nos hicieron creer que habían descubierto la octava maravilla. Al poco tiempo, y más después cíclicamente, los derrumbes mostraron que la obra tenía características precarias.

En los años 70, la construcción de la autopista La Paz–El Alto casi cuadruplicó sus costos originales, porque se nos dijo que sería una obra a durar por años. No han pasado ni 20 desde su inauguración y su estado es lamentable y deficiente para el número de rodados que lo utilizan.

La nueva carretera Cochabamba-Santa Cruz se estropeó en un largo trecho a principios de este año sin que nadie enjuicie a sus constructores por las evidentes fallas en su diseño y construcción.

La carretera La Paz-Oruro, que algunos osadamente le llamaron autopista a la hora de su estreno, está construida tan precariamente que cuando uno transita por ella da la impresión de no estar pavimentada. Es tan angosta que por el número de accidentes ocurridos se le llama ahora la "Carretera de la Muerte".

No hace mucho que se inauguró el asfaltado del tramo La Paz-Copacabana. Ni al mes de su inaguración ya había derrumbes y como no tiene mantenimiento, en realidad sigue siendo una camino de una sola vía.

Desde El Alto hasta Huarina, el pavimentado parece una cáscara de huevo y en un dos por tres ha saltado en pedazos.

En todas las rutas, a la mala construcción se une la falta de mantenimiento.

Tampoco hay el control necesario para que vehículos de alto tonelaje paguen peaje de acuerdo a la carga que llevan para costear el mantenimiento del camino. Como no hay tal control (porque los choferes sindicalizados se oponen) el pavimento simplemente revienta, como ya está empezando a ocurrir en el flamante camino Patacamaya-Tambo Quemado, la "senda’’ del contrabando multimillonario de Chile hacia Bolivia.

A pesar de las ingentes sumas que se han gastado en la construcción de esas vías, el deterioro que se observa es evidente. Pareciera que los sucesivos gobiernos que adjudicaron esas obras nunca exigieron controles de calidad y los constructores nos tomaron el pelo poniendo sólo tres bolsas de cemento donde se necesitaban por lo menos 10.

Ahora que se habla de una red bioceánica para unir el Pacífico con el Atlántico a través de territorio boliviano, cabe preguntarse: ¿Tenemos una política caminera, a corto, mediano y largo plazo?

¿O simplemente estamos escuchando campanas sin saber dónde?