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Miércoles 12 de agosto de 1998


LOS BORREGOS AQUI Y ALLA...

Por Hernán Maldonado
Especial para la Agencia de Noticias Fides


Miami – Cuando dentro de algunos años se escriba la historia política de varios países latinoamericanos, las generaciones que la lean hallarán incomprensible cómo es que sus pueblos siguieron como borregos a líderes de dudosa factura moral.

¿De quién fue la culpa? Esta será la gran interrogante, como los de mi generación actualmente nos preguntamos ¿cómo es que el pueblo judío caminó a su holocausto casi sin rebelarse, sin protestar?

Quizás entonces fueron el incipiente desarrollo de los medios de comunicación, la casi inexistencia de organismos defensores de los derechos humanos, la inoperancia de la Sociedad de las Naciones y la pusilanimidad de las iglesias.

Pero en los albores de un nuevo siglo ya no hay este tipo de excusas.

En medio de un avance brutal de la tecnología, de la intercomunicación, de la interdependencia mundial, asombra ver que algunos pueblos siguen oyendo cantos de sirena y embelesándose con cuentos de pajaritos preñados, una y otra vez.

"Ladrón o no ladrón, queremos a Perón", gritaban las multitudes a comienzos de la década del 70 en Argentina desoyendo las advertencias de otros políticos más lúcidos que sostenían que el viejo general nunca podría reeditar su primer gobierno y que lo más que hacía era pura demagogia.

Pero las masas se salieron con su gusto, más no el país que, a la muerte del viejo caudillo, se despeñó por la larga noche de la dictadura con la aterradora cifra de 9.000 desaparecidos y una cicatriz que todavía sangra en el corazón de los argentinos.

Cuando Perón llegaba a Buenos Aires tras su largo exilio en España, y pretendía retomar la obra que había dejado inconclusa en 1955, en el otro extremo del surcontinente Carlos Andrés Pérez prometía sacar a Venezuela del tercer mundo.

Había ganado las elecciones con una abrumadora mayoría, tenía sólido respaldo parlamentario y, por si fuera poco, contaba con fabulosos recursos producto de la cuadruplicación de los precios del petróleo en el mercado mundial.

Venezuela se le entregó porque Perez le prometió que le sacaría de la pobreza, que industrializaría el país, que acabaría con la delincuencia, etc. Cuando terminó su periodo en 1978, el país estaba en peor situación que hacía cinco años, con la bolsa vacía y con la corrupción con carta de ciudadanía.

Los dos gobiernos que le sucedieron agravaron el "despelote", (término utilizado por el actual presidente Rafael Caldera) de manera que Pérez halló otra vez terreno fértil para engatusar a los venezolanos.

Lo peor no es que Pérez se presentara otra vez como candidato, sino que los venezolanos se comieran su cuento y lo eligieran por segunda vez en 1989. Pero como ya se había acabado la época de las vacas gordas, a sólo meses de haberse instalado en el poder, Pérez fue sacudido con el "Caracazo" (con sus 345 muertos oficialmente reconocidos) cuando trató de realizar ajustes al precio de los combustibles.

La bonanza que había ofrecido Pérez estaba sólo en sus discursos y el pueblo venezolano se "arrechó" y también los militares, que dos veces estuvieron a punto de derrocarlo por la vía de las armas.

En la primera de esas intentonas, el 4 de febrero de 1992, el cabecilla fue el comandante Hugo Chávez. Seis años después, con un 46 por ciento de las intenciones de voto, el militar retirado aparece como el próximo presidente de Venezuela.

El pueblo lo sigue casi ciegamente. El comandante Chávez parece tener respuesta a todos los problemas y en ésto es una copia al carbón de Pérez en sus mejores tiempos. Los borreguitos deliran con él, porque les dice y promete lo que quieren oir, como si los problemas del país se pudieran resolver con decretos o discursos.

Una cosa similar ocurrió ayer nomás en Ecuador con Abdala Bucaram. Como borreguitos los electores le dieron la presidencia para arrepentirse más rápido que inmediatamente porque el guayaquileño, apodado "El Loco", demostró no ser tal a la hora de despilfarrar en beneficio propio y de los suyos el erario nacional. Felizmente Ecuador se deshizo de él sin disparar un tiro.

A propósito. Otro ecuatoriano, José María Velasco Ibarra, solía decir: "Dénme un balcón y llegaré a la presidencia de la república". Cinco veces el pueblo le dio un balcón al ilustre orador.

Ahora la consigna parece ser" "Dénme un micrófono" , y mejor si es de una televisora.

A través de la manipulación de este monumental medio es que descarados están incursionando en la política.

En Bolivia, Carlos Palenque Avilés, le sacó tanto provecho al micrófono que en menos de dos décadas acumuló la bonita suma de ocho millones de dólares proclamándose a si mismo como el "defensor de los pobres, los desposeidos". Casi resultó natural que fundara y apareciera como el líder máximo de un partido político: Conciencia de Patria (Condepa).

El partido se adueñó desde hace 13 años de la alcaldía de El Alto. Alcaldes condepistas han sido echados por corruptos. Palenque nunca los sancionó. El abandono de la ciudad por la ineptitud municipal es colosal, pero aun así el medio millón de habitantes de esa urbe, la más pobre de Bolivia, sigue votando por Condepa.

Los borreguitos parecieran decir: El alcalde es un hijo de... pero es nuestro hijo.

Palenque murió hace un año pero la demagogia sigue vivita y coleando.

La hija del extinto, Verónica Palenque, se proclamó el viernes pasado líder del partido de "los pobres y los desposeidos". Al día siguiente, ningún pobre, a no ser los mesoneros y los que hacían el chicharron, participó de su suntuoso matrimonio.

Según los diarios La Razón de La Paz y Los Tiempos de Cochabamba, la "boda del año", en el aristocrático Club Los Sargentos de La Paz, incluyó, entre otros hermosos regalos, un automóvil Mercedes Benz negro.

Tan negro como las esperanzas de ese millón y medio de habitantes de La Paz y El Alto (cuyas alcaldías están en manos de condepistas) que se enfrentan desde hace años a un pésimo servicio de transporte público, escasez de agua potable, alcantarillados al aire libre, exhorbitantes tarifas de luz y teléfonos, elevados impuestos, e inexistencia de areas verdes.