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Jueves, 21 de diciembre del 2017


AVANAZA EL TOTALITARISMO EN BOLIVIA Y VENEZUELA

Por Hernán Maldonado

Estos días de finales del 2017, hay que redoblar las fuerzas para no contagiarse de la decepción. el pesimismo, la desesperanza que abate a la mayoría de los venezolanos, ya resignados (según parece) a pasar una de las navidades más tristes de su historia.

El sueldo básico es de alrededor tres (3) dólares mensuales, lo que significa que con el equivalente a casi 600.000 bolívares fuertes, solo se puede comprar un kilo de carne, un cartón de 30 huevos y un litro de leche.

¡Claro! El dictador Nicolás Maduro sostiene que es el más alto del hemisferio, porque calcula 10 BsF por dólar (del que se benefician él y sus compinches), pero la divisa real es la del mercado paralelo, que esta semana sobrepasa los 221.000 BsF por uno.

A escasos días de la Navidad, en estados como Táchira, Zulia, Falcón, Nueva Esparta, etc. hay colas de hasta 8 horas para comprar gasolina. Miles salen a las calles exigiendo que el régimen cumpla su promesa de entregarles piernas de cerdo prometidas a cambio del voto en las recientes elecciones municipales.

En Caracas, de 15.000 unidades del transporte, solo están en servicio 5.000 y aumentaron los pasajes en un 400% en menos de tres meses. Los vecinos protestan y cuando los ánimos se enardecen actúan los genízaros chavistas para aplacar su ira con palos o gases.

Un tristeza enorme causa ver a ancianos haciendo cola en las puertas de los bancos hasta por 12 horas o más para recibir parte de sus aguinaldos, porque no hay efectivo, por más de que la máquina de producir dinero en el Banco Central funciona a horario corrido.

Gran parte de la dirigencia opositora ha perdido credibilidad. La gente simplemente se siente traicionada porque no se cumplió el mandato que le dieron 7 millones de venezolanos en el plebiscito del 16 de julio para apresurar el cambio del régimen.

La decepción es peor porque los mismos dirigentes decidieron sentarse a negociar con el régimen dándole un respiro, sin respetar la memoria de los 143 jóvenes muertos en las calles este 2017 clamando por democracia y libertad y cuando todo hacía pensar que la dictadura estaba acorralada.

Organismos defensores de derechos humanos calculan que 2 millones de venezolanos se han ido del país, una buena parte jóvenes profesionales, y el éxodo sigue. Es copia de lo que hizo el castrismo en Cuba. Se fueron lo que podían hacer tambalear al régimen y se quedaron los esclavizados, contentos con recibir una bolsa de comida del “papa-Estado”.

En Bolivia, comparado con Venezuela, no se ven esos extremos de gente comiendo en la basura, pero ya es innegable el afán totalitario de Evo Morales y sus acólitos que se creen con el derecho de aferrarse al poder para siempre. Para ello pisotean la Constitución, tienen un parlamento de “levanta-manos” que les aprueba todo y un Poder Judicial nombrado a dedo, dado que en los comicios de diciembre entre votos blancos y nulos se contabilizó un 65%.

Médicos que están en huelga desde hace un mes gritan en las calles: (ante la indiferencia del régimen que quiere doblegarlos como si se tratara de los discapacitados a los que mandó a apalear en las calles de La Paz) “Bolivia no es Venezuela”. Recuerdo a principios de los 90 se gritaba en las calles de Caracas: “Venezuela no es Cuba…” Y ya van 19 años. Hasta Raúl Castro se ufanó al llegar a Caracas hace algún tiempo: “Cuba y Venezuela, somos la misma cosa…”