UN TESTIGO DE LA HISTORIA




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Domingo 25 de octubre del 2009


UN TESTIGO DE LA HISTORIA

Por Hernán Maldonado

El director de la Agencia de Noticias Fides, José Gramunt de Moragas S.J. destacó la "integridad, experiencia y méritos profesionales" de los flamantes miembros del Tribunal de Etica de la Asociación Nacional de Periodistas (ANP) de Bolivia y como la calificación proviene del respetado sacerdote, sólo queda decir: Amén.

Ciertamente es un lujo tener a ese puñado de talentosos profesionales en ese Tribunal. Al único que no conozco personalmente es a Willman Durán, ex presidente del Tribunal Constitucional. Armando Villafuerte, ex presidente de la Corte Suprema, fue mi catedrático de Práctica Forense en la UMSA.

A Harold Olmos lo conocí en Caracas como gerente de la Associated Press, y Jaime Humérez quizás se acuerde de Enrique Martínez Pereira y yo, los "muchachitos" que junto con don Julio Borelli transitamos por la efímera La Prensa y de Presencia, en su primer año como diario, a finales de los años 50.

A Alberto Zuazo Nathes lo conocí en El Diario. Cuando recuerdo ese noviembre de 1955 siempre me pregunto qué edad tendrá. Yo todavía no había alargado los pantalones y ya en ese entonces él era Jefe de Información. Hoy cuando lo veo me asombra comprobar que apenas empieza a encanecer.

Fue por muchos años el corresponsal de la United Press International (UPI) en Bolivia. Fue un gusto trabajar con él cuando desde Nueva York la compañía me mandó a cubrir la Asamblea Ordinaria de la OEA en La Paz que terminó inesperadamente con el golpe de Estado del coronel Alberto Natush Busch.

Quizás es el periodista boliviano más visto en el mundo por una fotografía de Freddy Alborta en la que aparece junto al cadaver del Ché Guevara pocas horas después de la muerte del guerrillero.

También trabajé con Alberto en la cobertura del campeonato preolímpico de fútbol disputado en La Paz, pero cuando comprobé su fibra fue durante el golpe de Estado. Nunca perdió la calma. Ni siquiera cuando ametralladora en mano nos sacaron los golpistas de la Sala de Prensa de la OEA.

Alberto, además de corresponsal, ocupaba un cargo en Ultima Hora. Desafiando a las balas (y la orden de nuestro jefe en Nueva York, Enrique Durand, de no arriesgar nuestras vidas) nos trasladamos a sus oficinas para usar el teletipo... hasta que otra vez nos descubrieron. Creí perder un hermano cuando dejé a Alberto en medio de esos dos sangrientas semanas y una incierta situación política. Mis superiores me ordenaron volver a Caracas enviando en mi remplazo a Charlie Padilla, desde la oficina de Santiago de Chile.

Alberto no podía escoger, ni hubiera aceptado irse. El siempre estuvo en la primera línea de combate. Hoy lo leo en La Razón en su nuevo papel de columnista. Guardo aún centenares de sus despachos de UPI durante la dictadura de Hugo Bánzer. Me maravillo siempre cómo en medio de la peor represión, siempre él se dio modos para denunciar ante el mundo la violación de los derechos humanos.

Pienso que si hay un testigo de primer nivel de todo lo ocurrido en Bolivia en las últimas décadas, ese es Alberto Zuazo Nathes. Ojalá pudiera poner en blanco y negro esa historia que ya la escribió diariamente y de a poquito en estos casi 60 años de profesional honesto.