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Miércoles 8 de septiembre de 1999


LOS ACCIDENTES DE TRANSITO

Por Hernán Maldonado


Miami - Al paso que vamos, próximamente en Bolivia los accidentes de tránsito desplazarán a otras causas como la fuente principal de mortalidad.

Las estadísticas de los últimos cuatro años van en aumento y nada hace esperar que disminuirán. No pasa una semana en que no se informe de un grave accidente en los caminos nacionales. (No me animo a denominar a alguno de ellos como carretera).

Otrora, el camino a los Yungas era el más mortal y los accidentes, las más de las veces, se debían a fallas mecánicas dado que los conductores descuidaban el mantenimiento de sus vehículos para sortear con éxito la serpenteante ruta que en cuestión de horas une, por ejemplo, la altitud de 4,500 metros sobre el nivel del mar de La Cumbre, con los 700 de Caranavi.

Todavía ese camino, que nos legaron los prisioneros paraguayos a golpe de pico y pala en los años 30, sigue sembrando de cadáveres nuestros cementerios y llenando los hospitales con heridos, pero el tramo La Paz-Cochabamba ha entrado en competencia, pese a que su infraestructura es superior en todos los sentidos.

No es la causa principal, pero contribuye a la mortandad el infame cóctel de alcohol y gasolina. Lamentablemente nuestras leyes todavía consideran la infame mezcla como un atenuante del delito.

En sociedades más desarrolladas, eso de que "estaba borracho y no me acuerdo" es más bien un agravante. En Estados Unidos nadie, a menos que se arriesgue a pasar un largo rato en la cárcel, puede sentarse a un volante con unas copas en el organismo.

En Bolivia, los choferes borrachitos abundan como el eucalipto y si por desgracia causan una muerte, lo más que pueden sufrir es una sanción de dos años de cárcel. Y esto si acaso prospera un juicio en su contra.

En Estados Unidos, el autor de un accidente no puede dejar la escena so pena de agravar su situación judicial. En Bolivia, lo primero que hace el infractor es escaparse.

Pero no solamente es el alcohol. En un buen número de casos aparece como causal el agotamiento de un conductor. "Se quedó dormido", reza el parte policial y averiguadas las cosas, aparece que fulano o sutano, por ganarse algunos pesos más, no descansó lo que debia.

El exceso de velocidad es otra fuente de los accidentes fatales, especialmente en el tramo La Paz-Oruro, más conocido como la "carretera de la muerte".

Sólo esporádicos esfuerzos policiales impiden una mortandad mayor, como cuando con motivo de los carnavales se moviliza una legión de agentes para controlar ese camino.

En el mismo orden está la reciente disposición de la prefectura de La Paz que ordena un horario de entrada y salida a los Yungas. Es conocido que, pese a su vieja data, en ese camino (salvo tramos muy contados) no pueden cruzarse dos vehículos simultáneamente.

Pero al margen de estos factores, en la enorme cantidad de accidentes, tienen también culpa del mismo tamaño nuestros gobernantes que sin ton ni autorizan la entrada al país de miles de vehículos de todas clases, en su gran mayoría ilegales (los transformers), sin que Bolivia cuente con la infraestructura necesaria para su cabida.

No es ninguna exageración, pero actualmente en La Paz llegar en un taxi desde la Universidad a la Plaza Murillo a las 10 de la mañana es una verdadera hazaña. A pie se llega más rápido y ni qué decir, como ocurre a menudo, si hay una marcha, un desfile, o un carro parado de por medio.

En pocas palabras, importamos más carros que los que pueden aguantar nuestras calles y caminos (pésimamente mantenidos) y estamos pagando una factura carísima. Y no estamos sino al comienzo...


Hernán Maldonado se encuentra de viaje en Bolivia y regresará la semana del 20 de septiembre.